CITAS PARA EL RECUERDO


Hace años tropecé con una cita de Luigi Pirandello que decía “cuando un ser amado muere, somos nosotros que no estamos vivos para él, pues él no puede pensarnos.  Pero nosotros le podemos pensar y él está vivo para nosotros”.  Esta frase  que me marcó en un primer momento - y a pesar que experiencias posteriores me hagan disentir de una parte-, sigue vigente en mí.

Seis años atrás y a finales de marzo,  publiqué en este mismo medio un artículo en memoria del doctor Juan Carlos Salinas, fallecido por aquellas fechas.  Y tal como tengo costumbre de hacer, una vez publicado, lo subí a mi blog personal.  A medianos de febrero pasado, casi seis años después, un comentario en mi blog desde el Ponent menorquín, me revivió la cita de Pirandello.

El comentario dejaba constancia de que el doctor Salinas, veinte años atrás, le había salvado la vida en una operación llena de dificultad y que se prolongó por espacio de seis horas. Y terminaba el comentario mandándole besos….”estés donde estés”.

Este reciente comentario me traslada a otra cita, ésta de Thomas Carlyle, en la que dice que “Cuando un hombre bueno y noble ha vivido a nuestro lado no nos es arrebatado completamente.  Deja tras él un vestigio luminoso semejante a esas estrellas apagadas que se ven desde la Tierra después de muchos siglos”. ¿Y cuánto dura uno  en el recuerdo?.  Pues depende. Dependerá, ya no de lo bueno o de lo malo, sino más bien de si el entorno es público o privado. 


En el entorno privado la duración dependerá de las generaciones con las que ha convivido uno.  En el entorno ya público, de la intencionalidad que quieran darle sus seguidores o detractores.  Nombres de salvajes como Hitler, Lenin, Stalin, Trotski y demás dictadores, permanecen en los libros de texto y en cualquier ocasión que permite recordar sus acciones.

Pero lo público es manipulable, incluso puede ser engañoso. Interesadamente engañoso.  En cambio, en lo  privado, aquel recuerdo, instantáneo o persistente,  sólo se produce cuando uno se lo ha “currado” en vida.  Ya nos lo dice François Mauriac “la muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos lo guarda y nos lo inmortaliza en el recuerdo”.

De nosotros dependerá el recuerdo que dejemos para nuestras generaciones venideras.  Nos lo corrobora Jules Renard con  la recompensa de los grandes hombres es que, mucho tiempo después de su muerte, no se tiene la entera seguridad de que hayan muerto”.

A todos quienes con vuestro recuerdo habéis hecho posible estas líneas, gracias.
 
PUBLICADO EL 13 MARZO 2014, EN EL DIARIO MENORCA.