Este
primero de mayo son ya treinta los años que cotizo a las arcas del Estado. En
un principio uno creía que empezaba la hucha para el día de mañana poder
rescatar la jubilación, ahora te das cuenta que lo único que has hecho durante
estos años ha sido cotizar para que los que vinieron antes de ti gozaran del merecido descanso y también en
cierta manera, sufragar los gastos de quienes por alguna otra razón no
trabajan.
Treinta
años es mucho tiempo, mucho más que una condena por asesinato, pero tal como
está el mercado laboral, es una bendición, un privilegio como dirán los
políticos. Pero para papá Estado treinta
años no son muchos. Según sus cuentas –a día de hoy- aún faltarán entre catorce
y dieciséis años para cumplir el deseo de pasar a mejor vida.
Y
aunque uno disiente de los cálculos y presenta su propia propuesta en sesenta
meses y un día, tampoco está seguro de que quienes coticen los próximos años
sean tan solidarios como para pagarle a quien suscribe y demás mozos de su
quinta, una jubilación tan digna como nosotros hemos ido sufragando a
jubilados, parados y jóvenes buscadores.
Podría
seguir la lista de beneficiarios de nuestra cotización, añadiendo a políticos y a empresarios afines. Y a sindicatos. Y al resto de chupópteros que la sociedad ha
ido enrocando en puestos saludables.
Que
tiempos pasados fueron mejores –en cuanto a empleo se refiere- pocos podrán
rebatirlo, al menos con causa razonada.
Y que culpables somos todos, también.
Puestos
a buscar culpables, pocos serían quienes
saldrían indemnes. Iniciaríamos la lista
con el descontrol de los últimos años en la administración, los contratos
basuras, prácticas, a tiempo parcial y demás denominaciones a los que tanto el
Gobierno de turno como los empresarios de siempre se avinieron, a las propias
maniobras y chanchullos de trabajadores y asimilados, y como no, la parte
correspondiente a los sindicatos y sindicalistas. Y tampoco estarían todos.
Los
mayores responsables no serían ni los abusos de los trabajadores, ni la
complicidad del empresariado. La mayor
responsabilidad recaería en la dejadez en cuanto a la toma de decisiones
políticas para fomentar el empleo, para regularizarlo y sobre todo, mantenerlo.
Nuestros responsables sólo han obrado para parchear momentos y satisfacer negocios particulares. Atrás han ido dejando a sus productores en
denominación de antaño.
Y
ya no de pasados, sino de presentes es nuestra mira.
Y
con el deseo de que el presente no sea mejor que el futuro.
PUBLICADO EL 1 MAYO 2014, EN EL DIARIO MENORCA.