SEGURIDAD AÉREA

Últimamente, cada vez que debo tomar un avión, me viene a la memoria las sensaciones del viaje que realicé a Egipto en el año 1999, poco después de la masacre del Valle de los Reyes.  El cordón policial que recibimos a pie de avión por parte de la llamada policía turística, más que un sentimiento de seguridad, te transmitía un miedo en potencia.  Y no precisamente por un temor a un atentado terrorista, sino porque aquellas armas vetustas se dispararan en un fuego cruzado y cayéramos víctimas de una campaña publicitaria.

A día de hoy, al pasar algunos filtros de seguridad, otra extraña sensación aparece ante ti.  Ya no sé si es de campaña publicitaria u otra, la sensación que experimentas.  En estas, el arco detector de metales se te aparece como una excusa.  Ha pitado en todas las ocasiones sin motivo metálico que le indujera a dar la alarma.  Es más, en el cacheo posterior sólo la parte superior del cuerpo ha sido cacheado.  Las extremidades inferiores no han sido motivo de registro, como tampoco he sido objeto de registro con el detector manual;  aunque en lo que sí se han centrado ha sido en el análisis de detección de explosivos.  O al menos, así me lo han comunicado.

Y uno se pregunta por si estos protocolos son lo suficientemente fiables, o si deberían perfeccionarse en miras a una mayor seguridad.  Te preguntas si sólo buscan explosivos o también armas. Te preguntas si  las maletas facturadas son objeto de  idénticos controles o sólo se realizan en el equipaje de mano.  Te preguntas por la causa de que no suelen usarse los escáneres para los zapatos y sí en cambio hacen descalzarse de según qué zapatos aún con peligro de caídas y resbalones.  Y es más, te preguntas si son controles aleatorios o motivados.  Y dada la experiencia personal, si motivados no han sido….

Son muchas las preguntas que te haces.  Durante el tiempo de espera previo al embarque, tu mente ya vuela y fantasea con  algunas formas de evitar la detección en el caso que portaras algo indebido.  Poco más puedes hacer durante aquel tiempo de espera, salvo recorrer aquel paseíllo que, obligatoria y estratégicamente se ha ubicado entre las tiendas para comprar aquella botella de agua que te han retirado para que no explosionara en el avión, o aquel cortaúñas con qué no herir la sensibilidad del prójimo. 


Y  lo que más te sorprende es, que políticos  que en su día cuestionaron la mal llamada ley mordaza, no protesten por estas normas de control, mucho más cuestionables que aquellas otras.

PUBLICADO EL 7 ABRIL 2016, EN EL DIARIO MENORCA.