El imperio –el británico-
contraataca. Contraataca o se defiende,
según se mire. Sin duda la noticia acaparó todo el espectro informativo. Todos
daban por seguro la permanencia, pero las urnas, son las urnas.
Ni la campaña electoral ni
elsjocs des Pla pudieron con el
Brexit. Se acabó el invento dirán
algunos. Que se vayan ya, dicen otros. Lo
cierto es que los británicos dejaron de ser políticamente correctos. Dejaron,
al menos, la mitad más uno, de ser hipócritas.
Hipócritas por alargar el
proceso. Europa no está unida ni mucho
menos, aunque reste soberanía a los que la integran. No lo ha estado nunca. Europa es un puzle mal
encajado, tímida y con piezas de colores conjuntadas con otras en blanco y
negro. El norte y el sur juntos no
centran sino que dividen. El rico y el
pobre, no se igualan sino que se distancian.
Quiero entender a los
británicos por su alma de isleños. Los
muy suyos no quieren verse perjudicados por una comunidad exagerada, demasiada
llena, demasiado pobre. Y más cuando
esta expansión puede perjudicar a sus gentes, a sus normas, a su idiosincrasia.¡Y
eso que se les dejaba conducir por la izquierda y seguir pagando en libras!
Y entiendo a los
mandamases europeos que quieren que la epidemia no se expanda. Quieren
incinerar el cuerpo cuanto antes. Que el
mercado no se desplome. Que los empresarios ganen. Porque eso sí, el virus ya se ha manifestado.
Y no rasguemos vestiduras,
porque Alemania haría lo propio si fuera ella la afectada. O los franceses. O los belgas u
holandeses. Lo raro es que no lo hayan
hecho otros más perjudicados. España,
por ejemplo. Grecia o Italia. Pero
España piensa en el pasivo y no en el activo.
Piensa en las pérdidas que le acechan y no en los beneficios que
obtendría. Y los que puede obtener, como
con Cataluña, por ejemplo.
Y Cataluña calla y
observa. Por un momento, su sueño se
estrelló en el intento. Su farol ha quedado a oscuras. Aunque, ahora mismo,
para ellos esto es lo de menos. La dependencia interna también hace aguas, pese
al paracetamol.
Europa no se acaba. Europa empieza, de nuevo. El futuro impondrá dos velocidades, dos
comunidades. La de los vecinos y la del garaje.
La del ático y la de la conserjería.
Ylos británicos no serán ajenos, seguirán viviendo en el ático, paguen o
no comunidad. Y otros, seguirán pagando y viviendo en el
garaje.
Por cierto, el pasadodomingo
se abrieron de nuevo las urnas en España.
Y vuelta a empezar. Nos vemos en seis meses. O un poco más.
PUBLICADO EL 30 JUNIO DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.