Desconozco como debe sentirse un
pato mareado, pero seguro que no difiere del cómo se sienten muchos españolitos
de a pie en plena campaña electoral.
Besitos, agresiones, insultos y
el ya consabido “tu más”.
Aunque atrás quedó aquel “puedo
prometer y prometo”, toma más fuerza
el de que “vienen los rojos”. Y lo fuerte, no es que
vengan, sino que, de una forma u otra,
ya estén aquí. Rojos, azules, verdes,
morados, anaranjados, para que luego digan que no tiene variedad la paleta de
colores. Y resulta difícil tomar partido por el mejor. Nadie da garantía de nada. Quien promete no subir los impuestos, crea
desconfianza por la palabra no cumplida.
Y los demás, o no tratan el tema, o abiertamente amenazan con subirlos.
Pedro Sánchez, eso sí, promete
que no habrá terceros comicios. Y eso
también me asusta. ¿Será capaz de pactar con el diablo para conseguir palacete?
¿O con los catalanes de la CUP o las convergencias y demás uniones?
Pero la semana depara mucho
más. Los toros son toros y los caballos
y corderos son otra cosa. Cualquiera
dice lo contrario a las puertas de Sant Joan y mucho menos aún, en plena
campaña electoral. Que el hecho que a un
cordero se le mantenga despierto durante toda una noche para que no se ensucie
y sobre todo, para que no incordie a su portador durante toda una larga jornada
dominical, nadie lo cuestionará ni se atreverá a calificarlo de maltrato
animal. Presuntamente, claro.
Ibiza también es noticia, y no
ahora, sino desde hace ya tiempo. Nadie
habla de que la tasa del paro sea mínima o que haya desaparecido, pero la
noticia se las trae. Si de verdad Ibiza
tiene problemas en cuanto a dar hospedaje a los trabajadores venidos de la
península para trabajar durante el verano, es de suponer que todos, todos,
todos, los parados de Ibiza ya estarán ocupados y por eso necesitan más mano de
obra externa. ¿O es que me estoy mareando más de la cuenta?
Llegado a este punto uno
desconoce si es que está mareado o simplemente son los otros, los que juegan a
marear la perdiz. Seguro que es la
perdiz la que empieza a dar vueltas. Y
lo sé, porque la culpa siempre la tienen los otros. Y cuantos más, mejor. En esta ocasión, sólo faltaba que los
comicios hubieran coincidido con la festividad de Sant Joan o en Es Diumenge
des Be. Me imagino la comitiva haciendo
las visitas de rigor en los colegios electorales o incluso los lazos con
colores alusivos. ¡Hubiera sido un Sant Joan per dalt de tot!
Y
con un cordero, un poco mareado, también.
PUBLICADO EL 16 DE JUNIO DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.