Víspera de san Juan. Hogueras, luminarias para todos los gustos y
doctrinas. Aquelarres y demás misterios
que por una u otra razón, mantenemos a día de hoy. Estallido de la fiesta y del sentir de un
pueblo, de una gente, de un espíritu.
Penúltimo día de campaña
electoral, sin programa ni gloria. Ni
solución para el día después. Ni pactos delatados ni amigos declarados. Todos contra uno, todos contra todos, sería el
eslogan de esta campaña. Tal vez,
incluso el eslogan del futuro que nos depara a los españoles. Quien no
estuviera indignado, lo estará. Quien lo
esté, sobrevivirá. O todo lo contrario.
Bienaventurados quienes la
política y sus decisiones no le afecten.
Bienaventurados quienes de ella viven.
Bienaventurados unos pocos. El
resto, la multitud, os apoyaremos en las urnas, en las decisiones que toméis y
en las que no toméis. Y padeceremos en la cruz de cada fin de mes, en la de la
llegada de los recibos de luz, agua y demás energías que mueven nuestras vidas,
nuestro esqueleto, nuestra existencia. Renunciaremos a cada toque de BOE. Y nos
resignaremos a la espera de la llegada de una nueva luz. De un nuevo
aquelarre. De un nuevo baile de brujas.
Bruj@s y mag@s. Uno ya no sabe hacia dónde dirigir su voluntad
política. Voto útil, voto sentido o simplemente un voto de castigo. ¿Utilidad, sentimiento o castigo a
quién? El boomerang político asusta. Es traicionero y no tiene contrato. No cabe
recurso y mucho menos, indemnización. Más bien, todo lo contrario.
El exilio es caro. Las cuentas
tampoco salen. Volar cuesta y nadar
cansa. Enrocados estamos tanto en
pensamiento, apariencia y presencia. Mientras unos van, otros vienen. Los números ni se crean ni se destruyen, se
transforman, se movilizan, se canjean como cromos en el patio de un colegio.
Y Europa nos ama. Y los políticos también. Y a unos más que a
otros. Como Hacienda, vamos. También es publicidad. Engañosa o sincera. Engañosa hacia unos, sincera hacia
otros. Los unos y los otros. La diversidad que nos hace libres, dirán. La
diversidad que nos separa, manifestarán.
Y tenemos los días contados. Para lo uno, para el voto y castigo. Para lo otro, para volar de nuevo al
calendario y suspirar otro toc de flabiol.
Y así es la vida, un cronómetro
que no tiene puesta a cero. Ni línea de parada ni palanca de marcha atrás. Una vida restando días para unos, sumándolos
para otros. Una suma definida, una resta
desconocida. Una sierra sinfín que corta
por lo sano y por lo decaído.
PUBLICADO EL 23 DE JUNIO DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.