Uno intenta adaptarse a las
circunstancias, aunque sea por puro instinto de supervivencia. Sumisión, dirían unos. Inteligencia, dirán otros. Ni lo uno ni lo otro. El pasar desapercibido algunos lo aprendimos
con el ejemplo de nuestros padres. Los
consejos paternos en aquellos tiempos eran como libros de consulta al que
acudir ante cualquier duda.
Hoy día los padres también damos
consejos. Distintos consejos, según haya
sido nuestra experiencia de los que recibimos.
Nada de dar la otra mejilla sino todo lo contrario. Que marquen
territorio. Es la jungla. Es la ley del más fuerte. Y es que así lo hemos ido aprendiendo durante
nuestra edad adulta.
Sin duda, el carácter menorquín
ha muerto. Otras culturas, la
peninsular, principalmente, nos han
enseñado que no hay que ser, ni aparentar, ser buenos. Que el futuro es de
quien, ya no innova, sino de quien se atreve.
Atrevidos, vamos. Y en todos los
sentidos. Nada tiene que ver con el
tópico de emprendedor. El atrevido a
quien me refiero en este escrito es quien sería capaz incluso de renegar de sus
padres si con ello alcanzara sus objetivos.
Ejemplos tenemos a mansalva. Tanto profesionales como aficionados. Y de cada día más. El bien común queda relegado a una segunda o
tercera posición, si con ello se logran los objetivos personales. Eso sí, con luz y taquígrafos. Y ante las cámaras.
Pedro Sánchez reniega en
televisión de propios y extraños. De empresarios que en su día le sirvieron y
que ahora le han dado la espalda. Los
populistas –que no populares- mantienen las costumbres de las dictaduras sudamericanas en cuanto a la forma de aplicar
la democracia interna y las subvenciones hacia ellos mismos. Y la casta gobernante sigue a la expectativa
del adversario. Y con las tijeras afiladas.
Pero algo tienen en común todos
ellos. No tienen piedad. Ya no doce hombres y mujeres. No. Muchos
más. Los suficientes para sufragar sus intereses.
Uno ya espera volverse a quedar
sin paga extraordinaria, adoptando a
algún extraño en su vida por aquello de dar cobijo a los movilizados, y como
no, quedarte sin la paga de jubilación porque algún banquero hizo mal sus
deberes y compró demasiados yates. Y
todo ello, por imperativo legal, por el
designio de unas urnas, y como no, por las influencias de quienes gobiernan sin
haber sido elegidos.
Y luego nos alarmamos cuando
figuras como Donald Trump puedan lanzar una bomba atómica. Y más nos deberíamos alarmarnos cuando gente
nuestra, le manifiesta su apoyo.
PUBLICADO EL 17 DE NOVIEMBRE DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.