Cuando uno se hace mayor,
aquellas cartas con la lista interminable de regalos a los que uno optaba a recibir por intersección de los Reyes Magos,
se transforma en una lista de propósitos para el año venidero. Propósitos de mantener la línea, de adelgazar,
de ser más comedido en las expresiones, más tolerante, sociable…, suelen encabezar la lista que -durante todo un año-
hemos ido anotando en nuestro disco
duro.
No soy ajeno a esta tendencia, y
también he confeccionado mi propia lista de propósitos. De buenos propósitos,
claro, que los despropósitos ya vendrán por si solos. Pero cuando uno hace años
que viene retrasando la crisis, ya no de los cuarenta, sino de los cincuenta,
la tolerancia, la sociabilidad y lo políticamente correcto se esfuman tras
escuchar dos telediarios. O uno sólo si
aparece algún perroflauta venido a más, o simplemente cuando el gobierno de
turno se alía con corruptos y banqueros.
En los puestos de salida, este
año figura que quiero aprender a ser políticamente incorrecto. Vamos, que quiero aprender a dejar de ser
hipócrita. Suena diferente, pero es lo
mismo. Al pan, pan y al vino, vino. E intentar no andarme por
las ramas. Directo al cuello, al oído y a la vista. Con el teclado y monitor como única
arma. Con los labios como único
interlocutor válido. Con el desprecio y la callada como única respuesta.
También consta en los puestos de
salida mi intención de aprender a volverme menos altruista, si es que alguna vez
lo he sido. O a volverme más egoísta, vamos. En nuestra sociedad el altruismo suena a
carca y es hora de renovarse, de rejuvenecerse.
¿Cuándo se ha visto que un altruista se beneficie de objetivos materiales? ¿Cuándo se ha visto que uno solo se alimente
del aire que respiramos? El romanticismo murió hace años y ha vuelto a fallecer
ahora con la generación espontánea de los círculos y el egocentrismo de éstos.
Y también aprender a ser prepotente. Es hora de cambiar el rol. La prepotencia es un don de los innovadores,
que bien usado puede abrirte camino. Es
una tarjeta de visita, un perfil en el Facebook, un currículum adaptado. Saber vender la moto, vamos. El yo, yo y yo. Y nada más que yo.
De momento sigo cuerdo –o al
menos, no he empeorado-. De momento, mi intención es aprender para defenderme
de toda la jauría humana que anda suelta a diestra y siniestra. Arriba y abajo. De momento solo eso, aprender. Sumar enteros y experiencia, que lo siguiente
–el ataque- ya vendrá solo.
O acompañado.
Bon Any!
PUBLICADO EL 29 DE DICIEMBRE DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA