El diccionario nos define al
bocazas como aquella persona que habla más de lo que aconseja la
discreción. Y España por desgracia –como
en tantas otras cuestiones- conoce y padece bien este término. Un término que debe venir de antiguo por
cuanto incluso el refranero popular le dedica varios de ellos y bien conocidos
desde temprana edad, como son los de que “en
boca cerrada no entran moscas”, “por
la boca muere el pez”, “se coge antes al mentiroso que al cojo”.
Por la boca entran muchas
enfermedades, y por ella, se transmiten, también. Ahora, cuando todos estaremos pendientes del
Gordo de Navidad - o “la Grossa de Nadal”
para los más puristas del país-, no voy a hablar de bocas ni de enfermedades, o
al menos de las que pueden tratar y curar los médicos. Hoy toca el turno, a los padecimientos de bocazas, que no es lo
mismo.
Padecimientos por cuanto no hay
medicamento que los cure. Y de bocazas,
cada uno de nosotros conoce suficientes candidatos para colgarle tal
definición. Pero esta vez me siento ante
el ordenador con una idea preconcebida.
Dos mejor. Guardado en la memoria
RAM aparece doña Esperanza, aquella profesional de lo público y de lo privado, a
quien según parece, su sueldo político
no le da suficiente para vivir. Y lo triste del caso no es que lo diga ella,
que ya la conocemos, sino que la noticia no venga acompañada de algún corregido
por parte de sus jefes políticos o ni siquiera desde la oposición. Vergüenza da, que nadie le tape la boca a quien
llora con semejante desfachatez.
Pero voy a ampliar el
abanico. La otra idea preconcebida me
viene del otro extremo del espectro político. Nada que ver con lo que dicen,
sino con lo que –presuntamente- no dejan decir.
Ni círculos ni cuadrados ni esferas.
El jefe es el jefe y la democracia “interna” es otra cosa. Y uno ya
piensa en qué democracia “externa” habrían fabricado los jefes de lo del
círculo, si Pedro hubiera sucumbido a
los deseos de Pablo. ¿Acaso creían
algunos que Venezuela e Irán eran países democráticos?
Hay cosa que no cuadra, y los
círculos, menos, claro. Puedo entender
que gente ya hastiada del sistema
corrupto creyera en los cánticos de sirenas grabados en laboratorios, pero que un
magistrado, un general, y demás especímenes de la cúspide de la sociedad se
dejaran engatusar, eso ya cuesta.
Y más me costaría mantenerme en
esta posición en la que, el final ya es de sobra conocido: Si abres la
boca, o te expulsan o te dan un beso en
ella.
Feliz Navidad.
Bon Nadal!
PUBLICADO EL 22 DE DICIEMBRE DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.