BOMBAS DE COLORES

Cada tarde, en su siesta los rituales se seguían con el protocolo de rigor. Incluso sus sueños parecían que venían acompañados con el ritual del pantallazo del Candy Crush. El individuo no estaba ni mucho menos enganchado a este juego.  Era  más bien  una forma de desestresarse y matar el aburrimiento, mientras intentaba desconectarse de la rutina diaria. Vamos, como suelen hacer algúnos diputados en las sesiones plenarias!

En su sueño reparador de sobremesa aquel pantallazo le encamina a ponerse en los brazos de Morfeo.  Una bomba de color, un caramelo a rayas, y aquella explosión le sumerge en la desconexión liberadora.

No deja de ser un sueño, una desconexión rutinaria, un juego de ordenador.  En la realidad cotidiana notas a faltar aquella posibilidad de mandar al carajo algunas pastillas de chocolate que te van invadiendo el panel o aquellas bombas con tiempo que te estresan más que te liberan.  Es más, aquel tiempo de repesca, aquella compra o la solicitud de vidas que te ofrece el juego, no lo encuentras en tu quehacer cotidiano. No.

Y por desgracia, tampoco encuentras aquella bomba de color ni aquel caramelo a rayas, ni  la combinación con envoltorios, que te ayuden a limpiar el panel y empezar con nuevas piezas con las que jugar.  Las reglas del juego varían estrepitosamente. 
La vida necesita de gente valiente, osada y arriesgada.  Alocada también. Y aunque no las necesitamos, las hay incluso que vienen con el marchamo de mentirosa y  socialmente enferma. Y allí están, con su toxicidad, dinamitando a contrarreloj todo el sistema que con el tiempo nos hemos ido regalando, con trabajo, tesón y como no, con el sueño, con el ideal, de dejar un mundo con más o menos futuro a nuestros hijos.

Son bombas en blanco y negro. Sin alegría, sin alegórica alguna que represente a la libertad, a la reflexión y al buen hacer. Son bombas individuales, selectivas, egocéntricas.  Son simplemente unas bombas que necesitan explosionar. Por gusto, por necesidad.  Son el escorpión de la fábula que cruza el rio con la rana.  Es su naturaleza, simplemente.

Y por supuesto, podríamos poner nombre y apellidos, caras y recuerdos a todas estas bombas en blanco y negro que intentan condicionar nuestras vidas, nuestro trabajo, y que si pueden, no dudarán en bombardear nuestras ilusiones como ya lo hicieron en otros momentos de la historia, aquellas legiones de asesinos que en nombre de unos y de otros, asesinaron la libertad.


Y la libertad se escribe en color.  Con bombas de color.

PUBLICADO EL 13 DE JULIO DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.