DERECHO A LA VIVIENDA

No sé si será la edad, los genes, la experiencia vivida  o el hartazgo de tanta incompetencia y de corrupto suelto por la vida, o un popurrí de todo ello,  lo que motiva que este año se me hayan cruzado los cables, o simplemente se me hayan puesto las pilas de la inconformidad.  Lo cierto es que he dejado aparcado aquel concepto de lo políticamente correcto y me he pasado al bando de los inconformistas.  Al pan, pan, y si es duro, mejor.

Derecho a la vivienda, sí.  Lo dice la Constitución, y para los españoles, y solo de pasada.  Esa Constitución que nadie acata. Pero para eso sí que sirve la Carta Magna aunque sea, repito, de pasada.  Como también se dice, y no de pasada, que para los españoles es un  derecho y un deber, el trabajo.

Derecho y deber. ¿Y qué hacemos con los vagos o los que van de listillos por el mundo?  ¿Qué  hacemos con aquellos que figuran en plantilla y uno no sabe dónde físicamente se encuentra? Y ya vemos como va el patio. Gente sin trabajo en las islas y con vivienda, y los que vienen de fuera de nuestra comunidad tienen trabajo, pero no vivienda. ¿Quién lo entiende?  ¿Por qué no regular la entrada de trabajadores al número de viviendas existentes en el mercado y a los puestos de trabajo disponibles?

También se habla en el cuerpo legal, madre de leyes y todos los calificativos que queramos darle, de que los poderes públicos garantizarán mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad.  Y es aquí donde faltaría añadir: me troncho y me parto. Y entrecomillado, “aplausos”.  Vamos, una obra teatral. Una comedia. Un drama, más bien.

Y es que lo queremos todo. El coche, la moto, la pareja y si puede ser, que nos lo ingresen todo en el banco –solvente, a ser posible-  mientras estamos de vacaciones en las Bahamas. Vamos, que si los banqueros y demás clase dirigente pueden hacerlo, pues nosotros, los españolitos de a pie y asimilados,  no queremos ser menos.

Y al título de hoy, le añadiría, con piscina y jacuzzi, si es posible. Y si no es posible, también. Y sin necesidad de pagar hipoteca o alquiler, que un derecho es un derecho.  Ah, y se me olvidaba, y con las comodidades del Wifi, fibra óptica, calefacción central y a ser posible que no tengamos que pagar la electricidad de la calefacción ni el agua de la piscina, que si no, uno no llega.  O al menos, que si no llegamos, que no se nos la corte. La luz, claro.


Vamos, una vida de reyes. Y si son de eméritos, mejor.

PUBLICADO EL 6 DE JULIO DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA