Hoy, lo fácil sería levantar la
bandera en contra de todas estas políticas y actitudes machistas que en pleno
siglo XXI aún están arraigadas en nuestra sociedad. En nuestros poderes públicos y en los cánones
personales. Sí, digo bien, en los cánones
personales, sino no se entendería como en una sociedad en la que las mujeres
son mayoría y los cabecillas de la cosa
pública son hombres que defienden la igualdad entre géneros, existan aún estas discriminaciones
tan ostentosas entre mujeres y hombres.
Y levanto la bandera, sí. Pero convencido de que queda aún mucho
trabajo por hacer. Al menos en Menorca tenemos mujeres que presiden
ayuntamientos y el Consell. Y en Baleares, el Govern. Pero me cuesta imaginar a
Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y a algunos
independentistas catalanes, dar no un paso al lado, sino atrás, y dejar que sea
una mujer la que tome los destinos del país y de sus respectivos partidos. Y si alguien piensa en Esperanza Aguirre,
mejor se calle.
Y no basta un día, no. Ni cientos. Toda una vida. Ni tampoco basta con aquella mísera
ocurrencia de aquel jefe de filas que decía que si ganaba las elecciones haría
hacer funerales de Estado para cada mujer asesinada. Ni aquel otro que aplaudió la ocurrencia de “portavozas”. Al fin y al cabo, con estas actitudes lo
único que persiguen estos líderes de género masculino, es perpetuarse en el
sillón.
Y la nuestra es una sociedad
discriminadora no tan sólo con el género, sino con todo lo que se pone por
medio. Como por ejemplo, el catalán que ataca
de nuevo. Ya hay médicos que abandonan el Mateu Orfila por esta
cuestión. Mientras, escuchas por IB3 al
conceller de Trabajo y demás, Iago
Negueruela, haciendo declaraciones públicas siempre en castellano. Y te preguntas ¿hablará catalán en la
intimidad con sus socios de Govern?
Y suma y sigue. Prohíben el alquiler vacacional en las
viviendas urbanas, a no ser que sean de alto standing. Mientras, proliferan como champiñones los
hoteles urbanos. El dinero llama al dinero. Y uno se vuelve a preguntar ¿Es
esta la política para romper con el monopolio de la estacionalidad? ¿Se
imaginan las inversiones particulares y el resurgimiento económico que se daría
si se dejara rehabilitar casas antiguas para destinarlas a este menester? ¿Son
conscientes que de lo contrario, estas viviendas están destinadas a ser
vendidas a inversores extranjeros?
Y estas políticas ya no son cuestión
de géneros, sino más bien, de genes.
Feliz día de la mujer.
PUBLICADO EL 8 DE MARZO DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.