HUMOR AMARILLO

Por supuesto que no voy a referirme a la carrera de obstáculos que suele definir el título de hoy. Aunque también es verdad, que fiel a mí mismo, intentaré conciliar el humor y el color amarillo en el escrito. Aunque también hay que reconocer que actualmente ni el humor ni el amarillo, pasan por sus mejores momentos.

Al humor le han colgado su particular espada de Damocles. Uno ya no puede reírse de los tópicos de siempre bajo pena de ser denunciado – y más aún, condenado- por infringir algún tipo penal de odio, discriminación, fobia o escarnio. Y el amarillo, pues otro que tanto.

De ser un color supersticioso en el teatro, ha pasado a ser venerado por los seguidores de los comediantes sediciosos. También por definición, es un color contradictorio al representar a la traición, a la juventud y a la alegría. En cierta manera, esta contradicción se mantiene por cuanto en la mayoría de los casos se conjuga traición y alegría. Presunta, claro.

Por suerte siempre tenemos al gobierno de turno para que el humor prevalezca y no debamos incurrir en un ilícito penal. En su día, fue Rajoy quien con sus frases memorables nos devolvió la risa entre tanta crisis. De ser sentimientos y tener personas humanas hemos pasado a que le cuelen un gol por la escuadra a la actual ministra del trabajo, del paro y de la SS. Pero la ministra no está sola en la función. La prostitución seguirá siendo alegal, como pueda serlo el consumo de drogas. Ni más ni menos. En casi cada acción de algún representante gubernamental, hay detrás una reacción. Más que nada, rectificación.

El “digo y el Diego” están a la orden del día y sobre todo en las comparecencias de sus señorías. Y el humor, como no, en los titulares posteriores.

Y el amarillo también se ha colado en nuestras aguas. Aquellas aguas azules turquesas de antaño, de cuando el turismo era bien recibido, han pasado actualmente a teñirse de amarillo. Y no precisamente por alguna filtración de las de antaño. No, se culpa a las algas -las micro-, por aquello de no confundir a la población. Pero la suerte también está echada.

Y el humor también. Primero fue la acción, el remojón de los lazos amarillos -veinte, treinta, máximo cuarenta entre una población que supera algunos días las doscientas mil almas en remojo-. Luego fue la reacción en clave de humor posterior, el que de tanto lazo, se tiñó el mar de amarillo.

Presuntamente y en broma, claro. Y sin error en la traducción. Sólo una cuestión daltónica. Y sin abogados.

PUBLICADO EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.