Cuando el pasado sábado el señor Sánchez, Pedro para más señas, se presentó en nuestros hogares en una inesperada comparecencia ante la nación, uno pensaba que iba a anunciar la convocatoria de elecciones. Pero no, y sí.
Casi las convocó, pero en Venezuela. Vamos que sin pedir permiso a Pablo, Pedro va y le da un plazo de ocho días a Maduro para que las convoque. Vamos, que pasó olímpicamente de Pablo. Y es que Pablo, de momento, está de baja paternal. O de media baja, porque actualmente aparece y desaparece como el Guadiana.
Dicen unos que fue un guiño electoral. Un guiño a sus votantes más moderados. Vamos, a los que tanto pueden irse con Ciudadanos como pasar de ir a votar como castigo por sus otros guiños a los que nos tiene acostumbrado hacia los presuntos sediciosos.
Más que guiño debió ser rabieta, pensarán otros. Y es que de rabietas, también debe tener –y no pocas- por cuanto Pablo, pasa ya de él. De él, de sus decretos y como no, de momento, de sus presupuestos. Y no sólo pasa de él, sino de muchos de sus correligionarios. O estaría mejor dicho, que son los demás que pasan de Iglesias.
Por de pronto, la derecha se queda sin poder abanderar la maniobra política contra la dictadura de Maduro, porque el invicto –de momento- presidente, ha levantado la voz y se ha posicionado en los primeros puestos de salida del frente europeo y casi, codeándose con Trump.
El golpe de efecto tuvo un triste aliado. Entre comparecencias y demás ruedas de prensas que se daban en aquella mañana tras el trágico hallazgo del cuerpo del pequeño Julen, nuestro presidente constitucional aupado por un voto de censura, aparecía en nuestras pantallas. Y su puesta de escena fue contundente. Preparada, ensayada y como no, convincente. No me imagino a Rajoy en tal tesitura. Y de imaginármelo, seguro que me da la risa. ¿Quién no se acuerda de aquello del vecino del alcalde y del que cuanto peor mejor?
Lo triste del caso es que con el Rajoy televisivo nos lo pasábamos mejor. O al menos el dicente. Con el Sánchez de marras, uno ya desconfía. Uno ya duda si lo ha soñado o es verdad que realmente le ha dado un plazo de ocho días a Maduro. Si el Diego que dijo, era digo, que si los ocho días son con sus noches, si eran naturales o hábiles, o vaya uno a saber qué.
Al menos esta vez salió él y lo dijo en persona y no será necesario que ninguna “portavoza” sea rectificada por otra ministra.
Ahora sólo cabrá esperar que este guiño, no se convierta en una serie de tics.
PUBLICADO EL 31 DE ENERO DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.