De los gallegos se dice que son personas indecisas, que nunca se sabe si suben o si bajan, y que siempre responden con una pregunta o un depende. Los españoles eso lo sabemos bien. No en vano, los años en los que el timón de España estuvo en manos de Mariano Rajoy sirvieron para algo más que para salir de la crisis.
Sus silencios, sus tractores amarillos e incluso su aparente indecisión sobre el tema catalán nos lo demostraron. Ahora, meses después de que pasara a mejor vida, un madrileño ocupa la cabina de mando de aquella nave que por el momento se sigue llamando España. Digo cabina de mando porque lo que es el timón, uno ya no sabe quién lo maneja. Si él, si el coletas o si los catalanes desde Bélgica.
Y qué decir del madrileño. Si volvemos a los tópicos, nos encontraremos con que a los de la capital se les cayó –y de esto ya hace tiempo- el sambenito de chulos. Y si además, al tópico de marras le añadimos que uno es joven y resentido, apaga y vámonos.
La chulería en principio no tiene que resultar ni buena ni mala para la gestión. Otra cosa es que la persona titular del calificativo tenga más o menos adeptos a su causa por tal motivo. Y si a ello le añadimos la juventud y las ansias de poder, el cóctel puede ser un tanto temerario, explosivo. Pero claro, eso siempre según desde qué posición se analiza.
Con el madrileño de marras uno ya no sabe si el freno y la marcha atrás la usa para aparcar, para volver sobre sus pasos, o simplemente para pararse en medio de la glorieta para la desesperación de los demás conductores. Da la sensación de que el TomTom de su vehículo sigue sin estar actualizado y fuera de cobertura.
Suerte tiene de sus ministras al dar la cara por él. En otras ocasiones este hecho se tildaría de machismo, pero claro, el jefe de filas no es machista. Y si es socialista, menos aún. Otro tanto ocurre con sus amigos los catalanes. Ni machistas ni racistas. Ni otras cosas terminadas en –istas. Y mucho menos, españolistas.
Presupuestos, elecciones, relatores y delatores, resumen la semana más complicada que debieron tener en la Moncloa justo antes de empezar el juicio por la siempre presunta rebelión catalana. A pesar de ello, los golpes de efecto siguen apareciendo.
Y los que nos esperan. ¿Tendrá la palpusa suficiente cabida para saciarnos de sorpresas? Seguro que sí. Y sino, seguro que se las inventa, como buen español que dice ser.
Hoy si, mañana no, pasado tal vez. Algo de gallego debió quedar anclado en la Moncloa.
PUBLICADO EL 14 DE FEBRERO DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.