Si a las nuevas generaciones les
preguntamos por Santiago Carrillo seguramente su respuesta irá al “no sabe no
contesta”. A los de mi generación nos
vendrá a la memoria aquella detención con peluca incluida. Y la peluca es la culpable de este escrito.
Ni la bata de enfermero, ni el
bigote ni la barba postiza que encontraron en su automóvil cuando lo
detuvieron, alcanzaron la fama. Sólo
la peluca ha quedado perpetuada junto a su nombre, tal como ocurriera con aquel Sábado Santo que
también quedó registrada en la memoria moderna de aquel PCE ya antiguo.
Sánchez sin duda también está
destinado a pasar a la historia. Una
historia que está aún por escribir, pero que nada tendrá que ver con sus
viernes sociales. Sin duda, Sánchez
habrá pensado en que algún asesor de Waterloo habrá caído en la cuenta de la
peluca, barba o bigote para el día de después. No sería nada extraño. Y seguro que Carlos – Carles, Charles,
Charlie-, también lo habrá pensado.
Aunque siendo serios, descartaría la
peluca, porque seguro que el susodicho que no he nombrado, pasaría mejor desapercibido calvo que con bisoñé añadido. Pero eso ya será decisión suya si decide dar
el paso de entrar en suelo patrio para recoger el acta que todas las encuestas
le reservan.
De Sánchez será la decisión de qué
hacer con él, si da el paso. Aunque
pueden darse muchos supuestos, por supuesto, claro está: Que se le detenga y
que la fiscalía no se pronuncie en su contra, por ejemplo. Que no se le llegue a detener por mor de un
fallo informático en la base de datos y
no hubiera constancia de su búsqueda y captura. Que un atasco sobrevenido de
lazos amarillos impida que las fuerzas del orden se dirijan con inmediatez a su
captura….
De todos modos no creo que al doctor
Sánchez lo cojan desprevenido, otra cosa es que le coja de viaje, pero esto ya
entra en las agendas de uno, aunque para eso están los segundos –o las
segundas-, no para viajar, sino para
lidiar con el entuerto, vamos, para
bailar con la más fea, como dice el dicho popular.
Lo cierto es que si a las venideras
generaciones, volviendo al principio, les preguntan por Puigdemont, seguro que
sí responderán. Sin duda, las respuestas
irán de un extremo a otro. De un líder
espiritual del catalanismo, de un líder que dejó a sus compañeros en prisión, hasta
un traidor empedernido. Un personaje que
no dejará indiferente a ninguno que se precie.
Y seguro que su peluca, su moño o su manojo de cabello, tampoco.
Y eso ya es cuestión de imagen.
PUBLICADO EL 16 DE MAYO DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.