Soy de los que cree que de las
adversidades, siempre hay que quedarse con la parte positiva. Vamos, igualito a lo de la botella medio
llena y medio vacía. Y aunque también es
verdad que últimamente es difícil encontrar partes positivas con tanto tarado
suelto, rebuscando siempre podremos transformar aquella desilusión en una
fuerte carcajada.
Cataluña ha perdido el norte, el
sur y el resto de puntos cardinales. Y
la mitad de catalanes, también. Sus
jefecillos van divididos a la deriva.
Unos, los que por ideología miran hacia la derecha fascista hitleriana,
esperando el regreso prometido de su dios menor huido a Bélgica. Los otros, los que ideológicamente virarán
hacia el comunismo venezolano, esperanzados con un milagro de la providencia
terrenal.
Y la otra mitad de catalanes, amb seny, resisten en silencio las aberraciones de sus
convecinos, de sus alcaldes, y como no, de su ya menos, molt honorable.
Y la culpa no es ni de Cataluña ni
de los catalanes. La culpa es del
sistema mismo que lo permite. ¿Cuántas
incoherencias no observamos diariamente y ya las hemos incorporado a nuestro
ritual doméstico? Las instituciones
fallan por doquier y no es hasta cuando la aberración del sistema llega a tal
extremo, que no lo valoramos.
Ejemplos, miles. Instalas una alarma antirrobo y te obligan a
colocar un cartel en el exterior, ¿será para que el presunto ladrón esté
avisado de que pueden pillarle? Pones una cámara de vigilancia y también tienes
que avisar que los estás grabando, ¿será para que no pilles a alguna presidenta con
cremas en el bolso?
Y hay más. Los terroristas callejeros que tiran
adoquines a los policías van tapados y sin identificación alguna. En cambio, las víctimas -los policías- tienen
que llevar su número de identificación bien visible para poder ser
identificados en cualquier momento. Los
adoquines son auténticos; las pelotas,
de material viscoelástico para no causar daño a los malos. Lo próximo serán porras de goma eva.
La okupación, no es allanamiento.
En cambio, evitar que te gasten agua y luz, es coacción. Pasa un furgón de los Mossos por Tarragona y
dicen que son gent de pau y ya es
motivo por pedir dimisiones. Habla el ya
no tan Molt Honorable y dudas de su
polaridad.
Ahora sólo faltará que algún
ingenio catalán patente la venta de suvenires con los adoquines lanzados contra la policía. Y cuidado, que no añada la leyenda: ¡A por ellos! Y mientras, los asegurados españoles pagaremos
los destrozos.
De juzgado, vamos.
PUBLICADO EL 24 DE OCTUBRE DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.