Pues dependerá de quien opine. Los independentistas lo llamarán traidor a la
causa. Los constitucionalistas,
terrorista en grado de tentativa -al igual que a los otros presos-. Y los más entendidos
le añadirán aquel atenuante de colaborar con la justicia. Mártir no lo será, seguro. Ni para unos ni
para los otros. Y el de traidor y
cobarde, seguro que ya se lo han colgado con lazo amarillo incluido.
Por mi parte, lo tengo claro. Me creo lo que se ha publicado que dicen que
ha dicho. Vamos, que me lo creo más que cuando sale la portavoz del Gobierno a
tirar de evasivas compuestas. Y lo creo porque eso sí tiene verosimilitud y no lo que dice la vice.
Conociendo algunos nombres que en mayor o menor
medida pertenecieron a Terra Lliure, ¿cómo dudar de las palabras de este
presunto terrorista? ¿Cómo dudar que
quien desde todos los medios habidos y por haber, ha alentado a los CDR a que
aprieten, no tendrá algo que ver con la “Operación Judas”?
¿Qué tratan de esconder desde las instituciones
catalanas al negar las evidencias? No sólo las niegan, sino que llegan a
escudarse en un contubernio del más puro estilo judeo-masónico, de antaño. Y como no, incluso piden la
expulsión de la Guardia Civil. Vamos,
que quieren una policía y una justicia hecha a su propia imagen y semejanza. E independentista, por supuesto.
Y la estrategia estaba clara, o al menos para
mí. Mientras el Gobierno de España se encuentra en defunción
perpetua y su titular –presuntamente, claro-
más preocupado en salvar su ego que a los españoles, van unos cuantos
por el parque de la Ciudadela, entran en el Parlament, lo ocupan –sin k-, se
produce un alboroto internacional con
salida de presos de las cárceles, incluido. Y tras los hechos consumados y por aquello
del no derramamiento de sangre, bueno, el gobierno en defunción cede, o se
rinde que es igual. Luego, a dialogar, negociar o firmar el
armisticio, como quieran decirlo.
Y no nos olvidemos de la presencia de mediadores internacionales en
las negociaciones. Y de prestigio, sobre
todo –algún terrorista arrepentido, alguno proveniente de algún país bananero y
porqué no, algún otro, representando
algún paraíso fiscal-. Pero no, de
momento, estos no pasearán por el parque de la Ciudadela. Y no ocuparán –ni con k ni sin ella- la sede
del Parlament.
Eso sí, según muchos –unos dos millones- dirán
que todo es una artimaña del Gobierno de España. Y muchos más –muchos millones más- pensaremos
que los estamos dejando a su suerte.
PUBLICADO EL 3 DE OCTUBRE DE 2019, EN EL DIARIO MENORCA.