Voy a intentar no caer en los tópicos de los expertos pandémicos, que de haberlos, haylos. A los de barra, ya los ha eliminado Francina al prohibirles entrar en el bar. A los de nómina, los habrá de todas las tendencias, saberes y opiniones. ¿Y a nosotros, al resto de enteradillos, quién nos hace caso? ¡Que por mucho que uno escuche, no entiende ni comprende!
Si la misión de una vacuna es generar inmunidad contra una enfermedad combatiendo al agente invasor, y la misión del antídoto en cambio es la de protegernos de este agente invasor, está claro que nos han vuelto a dar gato por liebre –o por avestruz-.
¿Es necesario vacunarse -o como se le llame- del Covid? Pues, más que necesario, tendría que ser incluso obligatorio el vacunarse –o como se le llame-. Pero tras la vacuna, vendrán muchas más incógnitas, porque ella no será la panacea que nos venden nuestros políticos, más preocupados en su carrera partidista hacia la Generalitat y en devolvernos a los años treinta del siglo pasado, que en resolver los problemas reales de nuestra sociedad.
Con la vacuna lo único que al parecer se consigue es que el virus maléfico no cause daños en el organismo infectado. Vamos, que el virus seguirá entrando en el cuerpo, paseará por dentro de nuestras zonas comunes, acampará a sus anchas y mientras, lo iremos transmitiendo por doquier. Aunque eso sí, mientras la fecha de caducidad de nuestro antídoto no haya expirado, este virus no entrará dentro de nuestras alcobas. Vamos, que nuestra intimidad estará resguardada de este chismoso mal.
Nuestra intimidad sí, pero no así nuestra libertad. Jean-Jacques Rousseau nos dejó una máxima que decía que “podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera si se pierde una vez”. Y la libertad la perdimos el año pasado cuando los políticos nos encerraron en vez de disciplinarnos ante la alarmante situación. El siempre presunto abuso del poder autoritario en manos de unos pocos, dejó traumatizada nuestra ansia de libertad. Y ya se sabe “a perro que es traicionero, no le vuelvas el trasero”.
Y ya nos lo empezaron a decir con aquello de la “nueva normalidad”, de que aún nos quedaban años de mascarilla, distancia, descontrol y paro. ¿Se han preguntado cual será el protocolo cuando a alguien que se encuentre homologadamente vacunado dé positivo en una PCR? ¿Lo van a confinar para que no infecte al resto no vacunado? ¿Deberá igualmente portar la mascarilla para no trasmitir el virus a los negacionistas?
De momento, agua y ajo.
PUBLICADO EL 21 DE ENERO DE 2021, EN EL DIARIO MENORCA