¿ESTADO DE DERECHO O DERECHO DE ESTADO?

 

De cada vez estoy más convencido del tópico de que la ley está para incumplirla.  Y no sólo por parte del ciudadano, sino  por parte de la Administración.

La pandemia nos lo ha demostrado a marchas forzadas.  Si antes ya era exagerada la falta de sometimiento a las leyes por parte de los poderes públicos, la pandemia nos ha enseñado que los mecanismos de control son frágiles.

Nos hartamos de oír términos como “Estado de derecho” o “seguridad jurídica”, pero ni lo uno ni lo otro.  España, dice la Constitución –esa misma  que la mayoría de políticos del PSOE y sus socios, quien cambiar-: “se constituye en un Estado social y democrático de Derecho”.  Pero solo eso: “social y democrático”, pero NO en un Estado de Derecho.  No todos somos iguales ante la ley.  Y  cada vez nos lo están demostrando con más claridad.

Por decreto y por la cara, saltándose la legalidad vigente y sus atribuciones, nos encarcelaron   por la noche.   Suerte que la Fiscalía recurrió  la decisión del Govern y el Tribunal Supremo nos devolvió  la libertad.  Digo suerte porque esta vez la Fiscalía obró con criterio propio y no bajo las órdenes del Gobierno.  Digo suerte porque el Tribunal Supremo actuó con criterio favorable a los derechos constitucionales.  Digo suerte porque el Tribunal Supremo tampoco cedió a los intereses del Gobierno  y que los derechos constitucionales se deben ganar día a día en los tribunales.  Y ya se sabe que no todos los jueces  interpretan igual. Y que recurrir no todos podemos.  Y además sale caro. Muy caro.

“Hecha la ley, hecha la trampa” dice el refranero popular.  Ciertamente eso viene de antaño.  Vamos, que está en los genes de los españoles y asimilados. Lo curioso del caso es que todos se aprovechan de ello.  Y nadie lo cambia.

Cuando las administraciones públicas se nutrían de aquellos personajes llamados “secretarios” y demás “funcionarios” que velaban por el cumplimiento de la legalidad, so pena de la pérdida del empleo y penas accesorias, pocas eran las veces que se incurría en interpretaciones ambiguas sobre la ejecución de las leyes.

Ahora, da la sensación que algunos de estos nuevos seudo-empleos de técnicos y asesores –jurídicos o no-  más que velar para que se cumpla la legalidad vigente, están para aconsejar  la ambigüedad de la interpretación y así  bordear la ley, sino no se entendería tantos varapalos jurídicos a las decisiones políticas.  O eso,  o  que la ley está poco  o nada clara.  Vamos, un arte, al fin y al cabo.

Y al ciudadano, que le j….


PUBLICADO EL 10 DE JUNIO DE 2021, EN EL DIARIO MENORCA.