Si algo hemos aprendido en las últimas décadas es
que las leyes están para cumplirse siempre que sean de nuestro agrado. Los españoles -y asimilados- nos
diferenciamos del resto de humanos en que somos más chulos que un ocho, aunque
eso sí, dependiendo de quien sea el sujeto y el tema del incumplimiento, la
respuesta será distinta.
No será lo mismo defraudar a Hacienda que “okupar”
una vivienda. Tampoco será lo mismo el
tirar adoquines a un cordón policial que el pasearse delante de un chalet en
Galapagar, como tampoco lo será el criticar e incumplir las normas que fomenten
al castellano o que sea el catalán el fomentado, pongamos por caso.
Sin ir más lejos, la semana pasada se vivió en Canet
de Mar otro episodio de odio hacia la democracia. Incluso hubo la presencia de
un representante de la Generalitat apoyando las muestras públicas contrarias a
la normativa. O lo que es lo mismo,
practicando una especie de escrache para presuntamente coaccionar a quienes
pretendan exigir que se cumpla la norma democráticamente establecida.
Vamos que, si el incumplimiento de la norma se
hubiera realizado por el gobierno de Ayuso, ésta no se libraría de ser
calificada como fascista tanto en los medios de comunicación como en el arco
parlamentario, mientras que cuando el incumplimiento lo realiza la Generalitat
de Cataluña, los fascistas son los otros. ¿Qué diferencia hay entre un
nacionalismo y otro? ¿Acaso los nacionalismos no tienden al fascismo y al odio hacia
el diferente? ¿Pueden ser calificados los nacionalistas catalanes como
fascistas?
Pompeu Fabra dictó las normas del catalán moderno y
lo que es la vida, sin hacer un referéndum entre los habitantes de habla
“catalana”. Lo dictado -de ahí viene dictadura-
por Pompeu Fabra se institucionalizó como la biblia del catalán y asimilados. Vamos, que lo que acuerde una institución
catalana es de obligado cumplimiento en Baleares. ¡Y un carajo!, faltaría añadir.
Y nosotros, los baleares, que acarreamos con nuestra
mochila de traumas lingüísticos a cuestas por la vida, apostamos por lo fácil o
lo que es lo mismo, subirnos a la teoría de los otros. ¿Por qué renunciamos de
lo propio, o sea de Antoni María Alcover? ¿Por qué no aupamos la figura de
Alcover en vez de seguir los dictados de los peninsulares?
Sencillamente porque Alcover hablaba de lengua mientras Pompeu Fabra de política. Vamos que, si llega a decir que la “h” se transforma en “m”, ahora viviríamos en Mamón. ¡Toma ya! ¿Seríamos unos mamones o unos “mamoneses”?
PUBLICADO EL 16 DE DICIEMBRE DE 2021, EN EL DIARIO MENORCA.