Cada año por estas fechas suelo terminar el escrito
de marras con la salutación de Bon Nadal y me quedo tan pancho. Ni que decir que los escritos a los que me
refiero son de lo más variopinto, vamos, que tanto me da criticar al payaso de
turno como alabar al que da las horas con martillo incluido.
Este año va a ser diferente. Sí o sí voy a felicitar la Navidad, pero no a
todos eso también lo tengo claro. No me gustaría que nadie se ofendiera por
felicitarle la Navidad a quien no cree en ella, o sencillamente a quien no
quiera celebrarla. Vamos que, de
inclusivo, nada de nada, pero de provocador, menos aún.
Y ya pueden decir misa -vaya uno a saber en qué rito
la harían- los de la Comisión Europea que a un servidor no le cambian el chip
por decreto ni mucho menos con coacciones de políticamente incorrecto, porque
si una de las cosas a las que me he adaptado a los nuevos tiempos es
precisamente que “me la suda” lo que piensen y digan de mí.
Tampoco soy de los que para defender sus posiciones
sacan a colación la paga extraordinaria ni los regalos de Reyes. Y no lo hago sencillamente porque no tengo
por qué defender ninguna posición, será mí posición, libre e independientemente
elegida a cada instante. Y el día que
quiera cambiarla, quiero ser libre para hacerlo. ¡Faltaría más!
No tengo por qué convencer a nadie y al mismo tiempo
estoy abierto a escuchar los argumentos de los otros si así me parece oportuno.
Y si los argumentos ajenos me convencen
y mis intereses me lo recomiendan, los aceptaré como propios. Y me adaptaré a
ellos. O me los adaptaré a mí. Y sino, pues tan panchos de nuevo.
Todo tiene un mismo denominador común, que no es
otro que ir contra la religión católica. De tapadillo, eso sí. Lo vivimos cada año
en las fiestas patronales de Mahón. De
un plumazo dejaron de ser las fiestas de Nuestra Señora de Gracia -o de la Mare
de Déu de Gràcia- y pasaron a ser las fiestas de Gràcia, un “copia y pega” de
las que se celebran en el distrito barcelonés del mismo nombre. ¿Tomaron esta decisión para no ofender a
quienes les gusta la fiesta, pero no los actos religiosos? Aunque bien pensado,
en aquellos años aún no habían inventado el término “inclusivo” en el lenguaje.
¿Y quienes van a Sant Joan, son católicos? Sant Joan es otra historia. Es otro solsticio. Otra decisión salomónica entre primos. ¿Dónde está el chulo que le quita el santo al
nombre de la fiesta, si no son capaces de solucionar el tema de las mujeres?
Y se me acaba el espacio. Bon Nadal.
PUBLICADO EL 23 DE DICIEMBRE DE 2021, EN EL DIARIO MENORCA.