LA SULTANA Y EL SULTÁN

Con el dicho popular “mucho ruido y pocas nueces” podríamos resumir el affaire que se ha vivido tras la jura de bandera de personal civil recientemente celebrada en Alayor.  Era previsible la movida promovida por un pequeño y siempre activo sector de opinión, cuando en fechas ya previas se cuestionaba -y con cierta lógica- el título mismo del acto.

Ya sabemos que quien busca, encuentra, y si en esta ocasión no pudieron encontrar nada a lo que criticar en el acto en sí, buscaron en el entorno del mismo.  Vamos, que una vez terminado el acto oficial tuvieron que rebuscar en unos cánticos que se efectuaron a los postres de la comida de un grupo de soldados.  Vamos, que si a Pérez-Castejón le llega la noticia, seguro que contrata a estos vecinos para trabajar en el CNI -y sin necesidad de usar el Pegasus de marras-.

Lo triste es que debemos ser el único país del mundo en que los símbolos patrios son rechazados, cuando no atacados.  El himno, la bandera, el sentimiento de nación, vive reducido a la intimidad.  La expresión pública de la exaltación recibe el insulto cuando no el ataque. Y muchas veces, liderado por políticos que prometieron -aunque fuera por imperativo legal- su defensa y protección. Y si el ataque no puede hacerse directamente, lo hacen indirectamente, vamos por la puerta de atrás.  O por la espalda.

Si bien es verdad que esta vez los políticos díscolos -y la comparsa mediática- no atacaron tanto el acto en sí de la jura de bandera de personal civil, como sí la letra de la canción, está claro que la primera fue el detonante.  ¿Acaso creen ustedes que alguien puede entender la letra de la canción escuchándola en directo, sin una predisposición a atacarla?

Otras canciones -por llamarlas de alguna forma- que se han hecho desgraciadamente más famosas, como es el caso de las del rapero José Miguel Arenas Beltrán en la que sus letras -claras y públicas- presuntamente podrían estar cargadas de odio y muerte hacia muchas instituciones, grupos y personas a las que al parecer les tiene nula simpatía, no parecen merecer tanto reproche por cierto sector político, sino incluso podría dar la sensación de cierto apoyo.  Presunto apoyo, claro.  Y quienes le defienden, lo hacen esgrimiendo la consabida, manipulada y malintencionada defensa a la libertad de expresión.

La solución debería estar ya en el ministerio de Igualdad.  La experiencia de la Warramaba Virgo haría que el machismo desapareciera.  De lo otro, la izquierda ya tiene experiencia en despenalizarla.


PUBLICADO EL 9 DE JUNIO DE 2022, EN EL DIARIO MENORCA.