Creo
no equivocarme si digo que los grupos actuales, abanderados de la filosofía
anarquista, son grupos descafeinados. O
al menos los que pululan en España.
Vamos, que su anarquismo es más propagandístico que real. O al menos sobre el papel. La cara y no la cruz de la misma moneda. ¡Como aquel que llegó al infierno estando en
época electoral!
Según
la definición de la RAE, anarquismo es la “Doctrina que propugna la
supresión del Estado y del poder gubernativo en defensa de la libertad absoluta
del individuo”. Vamos, lo que sería la ley de la jungla o la ley del más
fuerte. Si suprimimos el Estado y el
poder “legal y democráticamente” instituido, volveríamos a los años treinta en
que los pistoleros de uno y otro bando intentaban arreglar sus diferencias. Y eso es historia. Y para muy pocos, aún memoria. ¿Acaso hemos llegado a un nivel tal que todos
seremos buenos y no importará que nos impongamos normas de convivencia? Lo otro, es pura utopía.
También
es verdad que, en una democracia como la nuestra, mientras los llamados
“anarquistas” no infrinjan las leyes -vamos que los pistoleros no salgan a la
calle-, tienen el mismo derecho a participar en el juego democrático. Lo contradictorio es que, para suprimir el
poder, primero tengan que alcanzarlo -y además de forma democrática-. ¿Se
imaginan un Congreso de los Diputados con la mitad más uno -o los que sean
necesarios- votando la supresión de ellos mismos?
Adolfo
Suárez consiguió que los Procuradores de las Cortes del régimen de Franco se
hicieran el harakiri. Pero Suárez lo tenía “atado y bien atado” -por algo había
sido ministro Secretario General del Movimiento-. Y fue así, que el Estado en vez de suprimirse
se fortaleció asumiendo un rol más o menos democrático.
El
anarquismo, en un estado democrático es contradictorio, pero no imposible. Alemania lo consiguió en 1933 y Asturias en
1934 -o al menos eso nos vendieron quienes escribieron la historia en algún
momento-. Pero las consecuencias de la
Alemania de los años treinta y del octubre rojo en Asturias debería ser por
todos-todas-todes conocido.
Otra
cosa será que este anarquismo descafeinado -también llamado anarcosindicalismo-
sea como el lobo disfrazado de oveja. Y
de lobos y zorros están las fábulas llenas.
Y de ovejas y gallinas también.
Es hora pues de dejarnos de cuentos, y trabajar para asegurar y
fortalecer los pilares democráticos de nuestra sociedad. De lo contrario, los valores democráticos
están en juego.
En peligro, más bien.
PUBLICADO EL 16 DE MARZO DE 2023, EN EL DIARIO DE MENORCA.