SALUT I FEINA.

Los turistas de cruceros suelen acostumbrar a comprar souvenirs en cada escala que realizan por aquello del “yo estuve allí”. A quienes el sueldo no nos llega para escalas ni escaleras, tenemos que conformarnos con entrar en las tiendas de souvenirs cuando en alguna cena de Navidad aparece el amigo invisible. Me acuerdo que en una de las últimas veces que entré en una de estas tiendas de souvenirs, un plato –de estos que se cuelgan en las paredes para tapar pared y a su vez dar la nota- presentaba una leyenda curiosa: “Salud y pesetas, lo demás son puñetas”. Al menos, su antigüedad estaba reconocida.

Diez años por lo menos. Y tal vez por eso mismo, por su antigüedad, se hablaba de salud y de pesetas. Eran tiempos en que con salud y dinero, sino todos, muchos problemas se solucionaban. Ahora, diez años como mínimo después, ya no decimos lo mismo. O al menos así opinaban la mayoría de ciudadanos cuando eran encuestados en las pasadas fechas. La salud sigue estando en el ranking de los deseos de la ciudadanía, pero el dinero ya queda en otro término. O al menos no como objetivo sino como resultado.

Y es que lo que no se había logrado en décadas, se ha conseguido en poquísimos años. Salut i feina. Salud y trabajo demandaban para este año 2012 las voces que se prestaban a hablar ante un micrófono. Ello es señal de que la gente empieza a estar preocupada, ya no solo por la falta de empleo, sino por la falta de subsidios y demás ayudas estatales.

Y no tan sólo por quienes carecen del mismo, sino por la inmensa plantilla de asalariados que aún tienen el privilegio de tener un empleo. Y digo bien, privilegio. Lo que empezó siendo una obligación, una condena, ahora –aún siendo lo mismo- empieza a venderse de modo distinto, como si de un lujo se tratara –excepción hecha a la clase política, claro- , y por ende, con impuesto agravado.

Salut i feina demandaba la ciudadanía. Sacrificio disfrazado de solidaridad nos advertían –e imponían- los gobernantes en sus discursos de felicitación del nuevo año. Y ambos deseos convergen en lo mismo. Trabajo y más trabajo para poder pagar más impuestos. Trabajo y más trabajo para poder ser más solidarios para con quienes no lo tienen. Trabajo y más trabajo, sí, pero sin poder gastar en los comercios, sin poder consumir para crear empleo, sin poder ahorrar para cuando el día de mañana seamos nosotros quienes también quedemos sin empleo.

Sin empleo y adelgazando. Al menos, la salud podrá mejorar, aunque las consultas a psicólogos, psiquiatras, consultores matrimoniales, abogados y demás entramados ligados con la crisis de convivencia harán su agosto, julio y septiembre. Porque los dramas familiares no vienen solos.

Detrás de cada despido, de cada reajuste, de cada disminución de salarios hay una historia personal, una familia, unos hijos, unas necesidades y unas obligaciones que cumplir. Y tras cada obligación no cumplida, hay una reacción. Y las reacciones hieren, desgastan y matan.

Tras cada despido, reajuste y demás, hay una herida, un drama, un…. Y la gente, al menos el ciudadano de a pié, lo sabe. Y por eso mismo, diez años después de aquella tomadura monumental de pelo con el euro, ya no pide dinero ni lujos. Bueno, uno sí. Desea, implora, suplica por un empleo. Por un trabajo.

Un trabajo, que ya ni exige digno ni bien pagado. Un trabajo, por simple y explotado que sea, aunque por el camino se quede la dignidad y el orgullo.

Sin dignidad y sin orgullo. El ciclo vuelve a sus orígenes. La clase obrera, también. ¿Cuántos años deberán de pasar para que podamos volver a sentarnos en la misma mesa con un banquero, empresario o emprendedor?.

Y de salud, de momento igual. Por sólo dos euros y cincuenta céntimos anuales, nos la mantienen igual.

Bon Any, i salut i feina!

PUBLICADO EL 8 ENERO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.