“Atención, estos parasoles no deben utilizarse durante los desplazamientos. Solo
se deben utilizar cuando el vehículo esté detenido”. Este era el aviso, tal
cual venía escrito en la hoja que acompañaba el producto. ¡Para que luego digan que los españoles no
leemos las instrucciones! ¿Acaso el
fabricante tenía miedo que algún zoquete condujera su vehículo con el parasol
desplegado en todo su parabrisas?.
Pues parece que
sí. O al menos quiere resguardarse de alguna
demanda judicial por los perjuicios causados si se diera el caso. ¿Acaso creen ustedes que las cajetillas de
tabaco llevan la leyenda de que “fumar
mata” para avisar a los fumadores? Para eso, mejor sería no venderlo. Pero no, el fabricante, el importador, el
vendedor, quiere, necesita vender el producto, aunque mate. Lo que no quiere el fabricante, el
importador, el vendedor, es tener que pagar indemnizaciones porque algún
avispado usuario, o un familiar de lo más apenado, recurran a la justicia para
cobrar alguna indemnización.
Y hay muchos
mensajes curiosos. Otro de ellos es el
que aparece en los envases y en los prospectos de los medicamentos. “Mantener
fuera del alcance y de la vista de los niños” Y uno se pregunta, ¿cómo dar
la medicina a un niño con fiebre si tiene que permanecer a una distancia del
mismo que no la pueda ni ver ni alcanzarla?. Sin duda, el comentario riza
demasiado el rizo.
Y este rizo me
traslada a una anécdota que tuvo lugar hace muy pocas fechas. Tan pocas que aún reconocería la faz de la
persona que provocó la misma. Mujer de
unas setenta primaveras, lustro más lustro menos, entra en una oficina de la
administración pública acompañada de un perro de talla diminuta. Cuando se la atiende, deja el perro suelto a
su libre albedrío. La funcionaria de
turno, como si no quiere la cosa, con toda la educación, modales y paciencia
habida y por haber, le sugiere sacar el perro, argumentado además de que en la entrada hay un letrero
prohibiendo la entrada de perros. La
mujer, setenta y tantas primaveras, sin rubor alguno, espeta de que no. Y añade, que el perro no se ha enterado ya
que no sabe leer.
¡Faltaría más!. ¿Se
imaginan a un perro que supiera leer? ¿Y jugar al dominó? ¿Y consultar el saldo
del banco por Internet?. Pues por lo visto, aquel chucho peludo era un analfabeto
con todas las letras. Y su dueña, pues
para unos, una dulce ancianita. Para otros, una incívica ciudadana. Y para el resto, una persona con mala, muy
mala educación.
Y esta anciana de
setenta y tantas primaveras, es el ejemplo del usuario a quien iba dirigida la
advertencia del parasol. La
administración deberá tomar nota y señalizar adecuadamente los sitios donde ya
no es que no puedan entrar los perros, sino que los mismos no podrán entrar
acompañados de sus amos. ¿O será al revés?
Y ahora es cuando
alguien alza la voz y clama contra los
abusos de la juventud.
PUBLICADO EL 4 JUNIO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.