“Los sabios hablan porque tienen
algo que decir. Los tontos hablan porque tienen que decir algo” (Platón).
El pasado sábado el café vino con sorpresa. El azucarillo se recreaba con la frase de Platón que inicia el
escrito. Parecía como si el
acontecimiento de que España estaba intervenida abriera el abanico de comentarios. No más lejos.
España oficialmente no estaba intervenida. Oficiosamente ya lo estaba desde el verano
pasado cuando Zapatero dio un viraje a sus políticas económicas y preparaba la
entrada de Rajoy a la Moncloa. Pero entre unas y otras, lo
cierto es que no es el Estado sino el capital español quien está intervenido.
O rescatado, como
prefieren llamarlo. Lo que uno ya no
entiende, es qué tiene que ver el Gobierno con el rescate de los bancos. Seguramente mucho. Todo. ¿Serán los bancos
los testaferros del Gobierno?. Para
quien como yo, que habla por hablar,
esta actuación parece más chapuza que solución.
La realidad económica es que el dinero no circula, y nada más. Y no circula porque no hay confianza. ¿Cómo pretenden los bancos que el dinero
circule si no hay quien pueda gastar?
Con e dinero ocurre
lo mismo que con la circulación sanguínea.
Si el corazón no bombea la sangre, si las venas y arterias no la
transportan de un lugar a otro, el cuerpo fallece. Si los bancos no obtienen rentabilidad no
invierten. Si no hay seguridad, tampoco.
Así las cosas de no producirse una buena circulación monetaria, la
economía se nos va al carajo. Y con la
economía todo lo demás. Tan sencillo y
tan complicado.
El rescate de los
bancos lleva el aval del Gobierno, del Estado y de los ahorros y futuros
impuestos de por vida de todos nosotros. Pero los bancos no soltarán dinero a
la ligera, no. Prestará al Estado y a las Comunidades Autónomas, invertirá en
productos internacionales, y poco más. El
mercado interno no da confianza. Y ahora
mucho menos con la filosofía de “trabajar
más y ganar menos”.
No se crea empleo,
no se gana lo suficiente y todos con la amenaza de la suspensión de pagos en la
nuca. ¿Cómo pretenden que sin dinero y
sin trabajo, las familias inviertan en el consumo?
Y es que la crisis
no es una, son varias. La de los
mercados, la del Estado y la del capital.
Y Europa nada ha ayudado para evitarlo.
Las políticas nacionales han primado más que el concepto mismo de
Europa. Y así nos va por no
haber sabido maniobrar a tiempo.
Una retirada a
tiempo suele ser una victoria. Europa y
su euro nos engatusaron desde un principio.
Y nos engatusaron tanto que no
supimos salirnos a tiempo. Y tampoco está en nuestros planes futuros el
marcharnos por la puerta de atrás. O
por la principal. O simplemente dar un portazo. O un simple puñetazo sobre la mesa. Porque para ello, se necesita orgullo. Y eso, también lo perdimos por el camino.
Orgullo. Orgullo de ser español. Orgullo de ser diferente. Orgullo de ser como somos, ni más ni menos
que otros. Pero no. Nuestra circulación ya no sería sanguínea
sino de horchata.
Prestigio. Tampoco
tenemos prestigio en el exterior.
Nuestros gobernantes nos la finiquitaron cuando tanto proceso de
corrupción apareció en escena. Y siguen apareciendo. ¿Qué confianza, que credibilidad podemos dar
al exterior, si en el interior estamos divididos?.
La ayuda o rescate a
los bancos españoles es similar a aquellas imágenes que nos llegan de los
camiones y demás bártulos de ayuda humanitaria que llegan a las tierras del
África más pobre. Con los saqueos, con
las mafias que se lo reparten, con la hambruna que continúa mientras los
señores de la guerra hacen su agosto.
La intervención nos
enseñaría a cultivar la tierra, a
recoger y preparar la simiente para la próxima cosecha. Pero para ello, la intervención debería ser
desinteresada e intervencionista. Una
colonización, vamos.
Como cuando los
ingleses nos conquistaron y permanecimos leales a su graciosa majestad. ¡Cuantas veces podríamos reescribir la
historia!.
Y un rescate con
censura. ¿Quién se atreverá a hablar del
Menorca Básquet? ¿O del Mallorca?. Y eso
también son dineros…., muchos dineros.
Ya lo dijo
Platón. Tenía que decir algo.
PUBLICADO EL 14 JUNIO 2012, EN EL DIARIO MENORCA