REFLEXIONES EN VOZ ALTA

Una vez  finalizadas las fiestas patronales de los pueblos de Menorca, es un buen momento para relajar el cuerpo y dejar que la mente fluya por sí sola.  Se ha hablado mucho de los efectos de las aglomeraciones, de los abusos y como no, del alcohol. Y de las responsabilidades.
Vivimos en una sociedad en la que el ciudadano está a la que salta.  Da la sensación de que antes que eludir el siniestro, estemos buscando un responsable de ello. 
Voy a pasar de puntillas sobre las responsabilidades, y me voy a centrar en el alcohol.  En el alcohol de las fiestas, claro.  Parece como si la gente no sepa hacer fiesta si no bebe.  Más aún, si no se emborracha.  Gente joven, y no tan joven. 
Si hace años hablaba de la trilogía de unas fiestas por aquello de la triple C (caballos, coca  y chocolate –todo ello en el buen sentido de la palabra-), este año la titularía la triple B, por aquello de barras, bebidas y borrachos.
Algunos me rectificarán negándome los borrachos y sustituyéndomelos por alegres participantes, pero lo cierto es que a día de hoy, parece no concebirse una fiesta patronal sin una barra que de cobijo a una  multitud deseosa de gastarse parte de un sueldo o subsidio, del que nos quejaremos a mitad de mes.
La proliferación de barras en las fiestas patronales va aparejada al aumento de plazas en los transportes públicos a fin de facilitar la ida, y más aún, la vuelta, de estos expedicionarios.  Y de los decibelios que nos bombardean los oídos.
En cambio, este desenfreno que se percibe en los momentos álgidos de los actos festivos, no existen  en las fiestas de  las urbanizaciones costeras, y como no, en las recuperadas cenas y comidas de vecinos.  En éstas, el ambiente  más familiar y con nula presencia externa, hace que se desarrollen más en sintonía con el sentir propio de lo menorquín.
¿Será  la falta de aglomeración el causante de que no se produzcan incidencias en estas últimas? ¿O la más fácil identificación y la vergüenza recaída sobre el causante? ¿O simplemente porque el negocio de las bebidas recae sobre la organización y no sobre un negocio de bebidas?
Nadie de momento es capaz de hablar de otro culpable indirecto, por llamarlo de algún modo.  Nadie es capaz de culpar subsidiariamente de algunos excesos al negocio de las barras, que como apéndice de los bares, no hacen más que ampliar negocio con el mínimo coste.
Tal vez, algún lobby está detrás de todo, incluso idolatrando al borracho.
Y luego dirán que estamos en crisis.  

De valores, tal vez.

PUBLICADO EL 11 SEPTIEMBRE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.