AÑO 2100. España, siempre a la vanguardia, se convirtió hace años en una república hereditaria. Sí, una contradicción con corona reciclada incluida. La forma más avanzada de gobierno posible, según el Ministerio de la Verdad Verdadera. Al frente del país, Begoño I —nieto del legendario Pedro I "el Guaperas"— preside el homenaje anual al glorioso fundador de su dinastía.
La emoción está a flor de piel. Los restos mortales de Pedro
I, hasta ahora descansando en El Escorial, serán trasladados, bajo palio, con
toda la pompa y el circo al Valle de Cuelgamuros, finalmente reacondicionado y
desinfectado de falsas interpretaciones históricas. Todo a la espera de que Francisco III lo
eleve a los altares.
El país, ya no es lo que era. Ni falta que hace, dirán
algunos. Los viejos, aquellos que aún recuerdan vagamente qué era tener libre
albedrío, observan los acontecimientos con una mezcla de perplejidad, fatiga y
resignación. Ya no confían en su memoria. Demasiado dopaje neuronal, demasiada
IA desde la infancia. La nostalgia es una disfunción cognitiva, les dicen.
La existencia es predecible y apaciblemente monótona. Un
algoritmo asigna el destino -que también es hereditario- a cada recién nacido.
Desde el Big Bang de la bomba lapa, salida de la fábrica del fango de la
Moncloa, todo quedó regulado: unos a mandar, otros a aplaudir.
La banda sonora de la vida es tan estimulante como
obligatoria. “Canta y sé feliz” de Peret suena entre los discursos
motivacionales del régimen, mientras “Esa Diva” de Melody ha sido elevada a
himno sentimental de la clase media programada. Por si fuera poco, “La
Internacional” marca cada jornada escolar con entusiasmo robótico. La felicidad
es contagiosa.
Canarias... bueno. Algunos creen recordar que fue española,
pero eso suena a leyenda urbana. Hoy es territorio marroquí gracias a un
generoso acuerdo diplomático a cambio de resolver el molesto tema migratorio. Se
regalaron también Ceuta y Melilla. A los
residentes se les dio la alternativa de mudarse a la España Vaciada o abrazar
la marroquinidad. Y punto.
Las Baleares evitaron el canje gracias a las ONGs ERC y
Junts. Ahora son un estado asociado a la República Catalana, a su vez federada
a la República Federal Española. Pagando tributo sus nativos, eso sí, a
Puigdemont III y a Begoño I.
Y Europa sigue existiendo en los libros de historia
autorizados, pero ya no es lo que era, si es que alguna vez llegó a ser. En la
práctica, es una colección de estados-preservativo: se usa cuando conviene
-como siempre lo fue-.
Lo importante es que el régimen siga cantando. Y los demás
aplaudiendo.
PUBLICADO EL 12 DE JUNIO DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.