Tras la
última aparición de Puigdemont anunciando que se alejaba del marido de la
Begoña y del ofrecimiento de sus emisarios terrenales para una moción de
censura “instrumental”, el rechazo público de Feijóo a los catalanes hizo que
algunas voces —o conciencias— empezaran a preguntarse si Feijóo no estaría ya
amortizado.
La
respuesta es complicada. Primero, porque Feijóo es gallego y, por tanto,
experto en ese arte de no decir ni sí ni no, sino todo lo contrario. Y no es
que quiera compararlo con Rajoy —Mariano es pura comedia involuntaria—, pero
parece que el tiempo no es un problema para alguien que se ha planteado a
España como una carrera de fondo. Feijóo da la sensación de preferir que su
adversario muera políticamente por causas naturales antes que arriesgarse a
darle un balón de oxígeno en forma de urnas.
Porque a
estas alturas, uno ya no sabe cuál es el adversario real de Feijóo. ¿Sánchez?
¿Abascal? ¿Ayuso? ¿O ambos tres? Y lo peor es que Feijóo ya está en ese punto
en el que persona y personaje se confunden. Cuando hablamos de “Feijóo”, ¿nos
referimos a Alberto Núñez o a Génova 13? ¿Su estrategia es la del personaje o
el de la formación política que representa?
Mientras
tanto, se le acusa —a él y al PP— de no tener proyecto político. O de tenerlo,
pero escondido. O de seguir el de VOX. Pero ¿qué más da? ¿Por qué tener
programa si luego no lo cumplen? El Partido Sanchista tampoco ha cumplido sus
promesas electorales. ¿Desde cuándo hay obligación de cumplir un contrato
electoral? ¿Acaso los ciudadanos no tenemos derecho a votar según nuestras
manías, enfados o porque nos guste la corbata de uno?
Feijóo, en
el fondo, es más listo de lo que aparenta. Prefiere el desgaste lento al
degüello rápido. Muy Mariano todo. De hecho, Sánchez le está regalando, sin
querer, la resolución del “problema catalán”. O, mejor dicho, del “problema
Puigdemont”. Y ya lo dijo Rajoy en su día: “Cuanto peor, mejor para todos; y
cuanto peor para todos, mejor; mejor para mí el suyo beneficio político”.
Ese trabalenguas que aún hoy provoca carcajadas viene a resumir a la perfección
no ya la estrategia del PP, sino la de Alberto Núñez. Su único obstáculo: la
juventud.
Porque la
juventud es impaciente e idealista por naturaleza. Son velocistas: quieren
ganar un sprint, no una media maratón. En cualquier caso, PP y VOX están
condenados a entenderse, o al menos a no odiarse. Y con Junts y el PNV también.
Pero aún queda carrera por recorrer.
Y el marido
de la Begoña tampoco tiene prisa. O sí. Todo dependerá de los jueces que miran
a su entorno. Tanto en el político como
en el familiar.
PUBLICADO EL 20 DE NOVIEMBRE DE 2025, EN EL DIARIO MENORCA.