“ El ajedrez es un juego útil y honesto, indispensable en la educación de la juventud. “
(Simón Bolívar)
Hace una semana, semana más semana menos, que al sintonizar una emisora de radio de cuyo nombre no puedo acordarme, escuché a unos tertulianos que hablaban del ajedrez y de su cada vez mayor introducción en el ámbito escolar. Uno de estos tertulianos, en un momento de su alocución mencionó el ejemplo de Menorca como uno de los pioneros lugares de España donde había tenido lugar la introducción de dicha práctica.
Por de pronto apareció ante mí algunos recuerdos de mis años escolares, en los que el ajedrez ya se practicaba como deporte, aunque eso sí, minoritario, pero deporte al fin y al cabo. Debía cursar por aquel entonces quinto o sexto de la antigua EGB cuando al preguntárseme sobre qué deporte practicaba, uno que nunca ha sido lince en deporte alguno, por aquello de salir del paso, mencioné que practicaba el ajedrez. Pues la salida aquella del paso, me proporcionó el tener que participar en un campeonato que saldamos contra el equipo del colegio de Sant Lluis, aunque eso sí, recurriremos al alzhéimer actual para obviar el resultado de tal competición.
Pero lo importante ahora, treinta y tantos años después, ya no es el resultado de aquella mini competición, que acabamos perdiendo, claro está, sino el que durante muchos años, incluso a mí me parecía exagerado llamarlo como deporte, al menos en comparación con los demás deportes escolares como podrían bien ser el fútbol, el baloncesto, el atletismo e incluso el tenis –recordando más viejos tiempos en el colegio Academus-. Pero poco a poco, el ajedrez ha ido ganando terreno -y en Menorca más aún, gracias a la figura del joven Vallejo- y lo que parecía ser el escaqueo a los deportes de riesgo –riesgo de golpes, moratones y algún que otra lesión- , ha pasado a ser un deporte intelectual. Y eso aunque suene raro, es así.
Si al principio era de los que pensaba que era difícil nombrarlo como deporte, ya que al mismo le faltaba una característica de la que creía venía intrínseca en la definición misma, que era la de conllevar un esfuerzo físico e incluso un riesgo en cuanto a lesiones, actualmente se trabaja con la definición de que el deporte –y en ésta si que quedaría integrada la definición del ajedrez- es una actividad formativa en el individuo que incide tanto en el aspecto físico como en el psíquico.
Habrá sin duda, quienes dudarán de la capacidad física del ajedrez, mientras que otros dudarán de la capacidad de formación psíquica en cualquier otro deporte de mayor riesgo físico, pero ello ya entrará dentro lo que podríamos englobarlo como “competitividad de ganar audiencia”. Al mismo tiempo, nadie podrá dudar que el ajedrez, como deporte, reúne unas cualidades en las que destacaríamos el ayudar formar un carácter y el de enfrentarse ante las frustraciones de perder, y como no, de las alegrías de vencer; además, de desarrollar una capacidad de pensar, concentrar, y decidir, capacidades que de cada día, se observan más decadentes entre nuestras jóvenes generaciones.
Es un deporte intelectual, no cabe duda. Dos personas, cara a cara, juegan por vencer una batalla legal, con unas reglas de juego conocidas de antemano, sin trampas y con el mismo número de combatientes. Nadie tiene ventaja sobre el otro, sino es en base a la inteligencia o la mala inteligencia del otro.
Rusia, Perú, y como no, España, son referencia internacional en este deporte. Y lo son más aún, si nos referimos al ámbito escolar. En España, Menorca, Canarias, Andalucía, y algún que otro más, fueron pioneros en la introducción del ajedrez en las escuelas. El acuerdo de 1995 en el Senado no tuvo demasiado éxito en el sistema educativo estatal, aunque la primera piedra ya estaba sobre el tejado de la educación. Faltaban eso sí, monitores quienes pudieran realizar esta tarea. Faltaba también, implicación de padres, docentes y como no, la sensibilidad política para llevarse a cabo.
Este mismo año ya estaba perfectamente arraigada la estructura extraescolar del ajedrez en Menorca. El curso escolar 96/97 fue la botadura de esta apasionante singladura. Diez horas por curso, y ya en horario lectivo, los alumnos de seis y diez años, entraban en contacto con este apasionante juego/deporte de la vida.
Juan José Arreola define al ajedrez, como “el duelo de un hombre contra otro, donde lo que es la personalidad del hombre queda comprometida. Cada jugador lucha contra su enemigo interior que es su torpeza o sus hallazgos”.
Pero es más. Según la Comisión de Ajedrez en la Educación de la FIDE , el ajedrez enseñado de una forma metodológica es un sistema de incentivo suficiente para acelerar el incremento del coeficiente intelectual en niños de ambos sexos de escuela primaria en cualquier nivel socio-económico.
Otros especialistas en la materia describen que el ajedrez inculca en los jugadores jóvenes un sentido de auto confianza y su autoestima mejora; incrementa la capacidad del niño a pensar racionalmente, mejora las habilidades cognoscitivas; fomenta la facultad de poder reconocer configuraciones, lo cual por ende da como resultados mejores notas, especialmente en las materias de inglés y matemáticas; hace que el niño aprenda el valor de trabajar arduamente, concentrarse y empeñarse, se de cuenta que es responsable de sus propios actos y que debe aceptar las consecuencias, y un largo etcétera.
Un largo etcétera que nos fabrica una juventud de otros años. Parece como si erráramos en la definición. Y es que las video-consolas, Internet y otros artilugios comerciales han ido fabricando niños consumistas, niños abducidos por las multinacionales en detrimento del contacto interhumano.
Estamos a tiempo aún. Tanto que se habla de crisis, tanto que se habla de desaceleración económica, ¿ por qué no escribir a los Reyes Magos para que en vez de video-consolas, traigan sacos y sacos repletos de tableros y figuras del ajedrez? Pero claro, también faltarán monitores en casa, padres y abuelos deseosos de jugar alguna partida con el hij@ y el niet@,
Y éste también es un problema, mucho más serio, que el propio que pueda tener el menor. La disponibilidad de que el progenitor/a tenga, pueda y quiera dedicar un tiempo a educar, conocer y como no, compartir con su hij@. El ajedrez en el ámbito escolar es bueno y necesario. En el hogar, también.
En la vida, como en ajedrez, las piezas mayores pueden volverse sobre sus pasos, pero los peones sólo tienen un sentido de avance. (Juan Benet)
(Simón Bolívar)
Hace una semana, semana más semana menos, que al sintonizar una emisora de radio de cuyo nombre no puedo acordarme, escuché a unos tertulianos que hablaban del ajedrez y de su cada vez mayor introducción en el ámbito escolar. Uno de estos tertulianos, en un momento de su alocución mencionó el ejemplo de Menorca como uno de los pioneros lugares de España donde había tenido lugar la introducción de dicha práctica.
Por de pronto apareció ante mí algunos recuerdos de mis años escolares, en los que el ajedrez ya se practicaba como deporte, aunque eso sí, minoritario, pero deporte al fin y al cabo. Debía cursar por aquel entonces quinto o sexto de la antigua EGB cuando al preguntárseme sobre qué deporte practicaba, uno que nunca ha sido lince en deporte alguno, por aquello de salir del paso, mencioné que practicaba el ajedrez. Pues la salida aquella del paso, me proporcionó el tener que participar en un campeonato que saldamos contra el equipo del colegio de Sant Lluis, aunque eso sí, recurriremos al alzhéimer actual para obviar el resultado de tal competición.
Pero lo importante ahora, treinta y tantos años después, ya no es el resultado de aquella mini competición, que acabamos perdiendo, claro está, sino el que durante muchos años, incluso a mí me parecía exagerado llamarlo como deporte, al menos en comparación con los demás deportes escolares como podrían bien ser el fútbol, el baloncesto, el atletismo e incluso el tenis –recordando más viejos tiempos en el colegio Academus-. Pero poco a poco, el ajedrez ha ido ganando terreno -y en Menorca más aún, gracias a la figura del joven Vallejo- y lo que parecía ser el escaqueo a los deportes de riesgo –riesgo de golpes, moratones y algún que otra lesión- , ha pasado a ser un deporte intelectual. Y eso aunque suene raro, es así.
Si al principio era de los que pensaba que era difícil nombrarlo como deporte, ya que al mismo le faltaba una característica de la que creía venía intrínseca en la definición misma, que era la de conllevar un esfuerzo físico e incluso un riesgo en cuanto a lesiones, actualmente se trabaja con la definición de que el deporte –y en ésta si que quedaría integrada la definición del ajedrez- es una actividad formativa en el individuo que incide tanto en el aspecto físico como en el psíquico.
Habrá sin duda, quienes dudarán de la capacidad física del ajedrez, mientras que otros dudarán de la capacidad de formación psíquica en cualquier otro deporte de mayor riesgo físico, pero ello ya entrará dentro lo que podríamos englobarlo como “competitividad de ganar audiencia”. Al mismo tiempo, nadie podrá dudar que el ajedrez, como deporte, reúne unas cualidades en las que destacaríamos el ayudar formar un carácter y el de enfrentarse ante las frustraciones de perder, y como no, de las alegrías de vencer; además, de desarrollar una capacidad de pensar, concentrar, y decidir, capacidades que de cada día, se observan más decadentes entre nuestras jóvenes generaciones.
Es un deporte intelectual, no cabe duda. Dos personas, cara a cara, juegan por vencer una batalla legal, con unas reglas de juego conocidas de antemano, sin trampas y con el mismo número de combatientes. Nadie tiene ventaja sobre el otro, sino es en base a la inteligencia o la mala inteligencia del otro.
Rusia, Perú, y como no, España, son referencia internacional en este deporte. Y lo son más aún, si nos referimos al ámbito escolar. En España, Menorca, Canarias, Andalucía, y algún que otro más, fueron pioneros en la introducción del ajedrez en las escuelas. El acuerdo de 1995 en el Senado no tuvo demasiado éxito en el sistema educativo estatal, aunque la primera piedra ya estaba sobre el tejado de la educación. Faltaban eso sí, monitores quienes pudieran realizar esta tarea. Faltaba también, implicación de padres, docentes y como no, la sensibilidad política para llevarse a cabo.
Este mismo año ya estaba perfectamente arraigada la estructura extraescolar del ajedrez en Menorca. El curso escolar 96/97 fue la botadura de esta apasionante singladura. Diez horas por curso, y ya en horario lectivo, los alumnos de seis y diez años, entraban en contacto con este apasionante juego/deporte de la vida.
Juan José Arreola define al ajedrez, como “el duelo de un hombre contra otro, donde lo que es la personalidad del hombre queda comprometida. Cada jugador lucha contra su enemigo interior que es su torpeza o sus hallazgos”.
Pero es más. Según la Comisión de Ajedrez en la Educación de la FIDE , el ajedrez enseñado de una forma metodológica es un sistema de incentivo suficiente para acelerar el incremento del coeficiente intelectual en niños de ambos sexos de escuela primaria en cualquier nivel socio-económico.
Otros especialistas en la materia describen que el ajedrez inculca en los jugadores jóvenes un sentido de auto confianza y su autoestima mejora; incrementa la capacidad del niño a pensar racionalmente, mejora las habilidades cognoscitivas; fomenta la facultad de poder reconocer configuraciones, lo cual por ende da como resultados mejores notas, especialmente en las materias de inglés y matemáticas; hace que el niño aprenda el valor de trabajar arduamente, concentrarse y empeñarse, se de cuenta que es responsable de sus propios actos y que debe aceptar las consecuencias, y un largo etcétera.
Un largo etcétera que nos fabrica una juventud de otros años. Parece como si erráramos en la definición. Y es que las video-consolas, Internet y otros artilugios comerciales han ido fabricando niños consumistas, niños abducidos por las multinacionales en detrimento del contacto interhumano.
Estamos a tiempo aún. Tanto que se habla de crisis, tanto que se habla de desaceleración económica, ¿ por qué no escribir a los Reyes Magos para que en vez de video-consolas, traigan sacos y sacos repletos de tableros y figuras del ajedrez? Pero claro, también faltarán monitores en casa, padres y abuelos deseosos de jugar alguna partida con el hij@ y el niet@,
Y éste también es un problema, mucho más serio, que el propio que pueda tener el menor. La disponibilidad de que el progenitor/a tenga, pueda y quiera dedicar un tiempo a educar, conocer y como no, compartir con su hij@. El ajedrez en el ámbito escolar es bueno y necesario. En el hogar, también.
En la vida, como en ajedrez, las piezas mayores pueden volverse sobre sus pasos, pero los peones sólo tienen un sentido de avance. (Juan Benet)
PUBLICADO EL 27 NOVIEMBRE 2008, EN EL DIARIO MENORCA.