Por descontado que he empezado el escrito cuando la pequeña crisis se ha ido normalizando. Y es que si no, la cosa estaba cruda. Y muy cruda, la verdad. Y no me refiero a la crisis de la que todos tenemos en la cabeza y más aún en los bolsillos, no. Me refiero a la crisis que hemos padecido el jueves pasado, durante alrededor de dos horas. A esa que sí se le podría llamar crisis energética….
La solución hubiera sido desempolvar mi –ya antigua- Olivetti Lettera 32, de unos treinta y cuatro años de edad, suponer –es un decir- que la cinta no se hubiera secado desde la última vez que la repuse, y de ello hace…..la tira de años y, bueno, empezar a escribir y diccionario en mano y mil ojos vigilantes de no errar la tecla. Pero bueno, como no se llegó a tanto, incluso pudo uno comer caliente. Sí caliente, aunque parezca que ello no tenga nada que ver con la crisis, pues tiene mucho que ver. Poco a poco se han ido sustituyendo las cocinas a gas por las de vitrocerámica y hornos eléctricos, microondas, y demás artilugios eléctricos que hacen que nuestra vida sea más cómoda y por supuesto, más limpia. Y ¿qué ocurre cuando la electricidad no aparece? ¿Y aquel preparado que tenía uno en el congelador? . Pues nada, a hacer régimen. Una buena ensalada con su aceite y sus aceitunas, y fruta, mucha fruta.
Y hay más, mucho más. La telefonía móvil en según que casos quedaría sin repetidores; los inalámbricos, las centralitas, los televisores y las emisoras de radio, y los motores que nos bombean el agua hasta nuestros depósitos, y los calentadores de agua caliente, y la calefacción, y los semáforos, y esto si sólo ocurre en horario en que el astro Sol nos protege. Imaginémonos que ocurre sobre las seis de la tarde…….. Pero hay más.
Sí, hay más. No pretenda relajarse y abandonar sus tareas para aprovechar el tiempo yendo de compras, que la cosa es más seria de lo que parece en un primer momento. Que si bien dos más dos son cuatro, y de cinco euros le devuelvo uno, los grandes establecimientos lo tienen más crudo. Si al lector del código de barras , por aquello de la crisis energética le fallan las dioptrías, no pretenda usted llevarse la compra, que de allí no se va nadie. Y es que las máquinas han invadido tanto nuestros momentos que uno ya no sabe desenvolverse sin ellas.
Y por si algún espabilado comerciante supliera la máquina y quisiera solventar el entuerto, vaya usted con el dinero contante y sonante, que de Visa y demás tarjetas, nada de nada. Y no pretenda ir a su banco a sacar del cajero, que otro que tanto. Saque el ahorro de debajo la baldosa, y atrévase a cruzar el umbral. De todos modos, el cambio si se haya dentro de según que caja registradora, ésta, tal vez se oponga a devolvérselo hasta que no se haya picado el importe.
Y nos encontramos con el país, el patrio país, inmovilizado por una cuestión de la que hace treinta años nos hubiéramos reído nosotros mismos si se nos hubiera planteado. Y mientras te acostumbras a la penumbra, mientras te paraliza tu complejidad y tu atadura moderna, piensas en lo limitado que nos hemos ido fabricando nuestro futuro, y en el poco desarrollo alternativo al que nos hemos ido acoplando.
Levantas la vista y observas aquellos cuatro enormes aerogeneradores, y te preguntas ¿para qué?. ¿Para qué si en un caso como el del pasado jueves no es capaz de suministrar la energía para devolvernos nuestra libertad? Miras más hacia abajo, y te encuentras la central eléctrica con su renovada instalación, y vuelves a preguntarte ¿para qué si no es capaz de independizarse de Mallorca y darnos su propia luz?
Pero eres optimista y pretendes sacar provecho de la experiencia. Te imaginas un día incomunicado, sin televisión, sin radio, sin noticias de tal o cual imputado diputado o viceversa; te imaginas un día que te levantas al alba y te retiras a la primera que anochece, y te planteas el calor del hogar como terapia grupal. Aunque eso sí, sin calefacción, sin lumbre y con el único entretenimiento del recuento de las experiencias del día. Y día tras día, semana tras semana. Tal vez, algún día, cuando volviera a visitarnos aquella luz que en su día nos dejara por unas horas, la crisis, esta de la que tanto se habla y escribe, por no usársela, por no habérsele gastado su nombre, se hubiera esfumado, y quien sabe, si todos seríamos más ricos, más felices, un poco menos pobres.
Y un deseo, y un presagio. Un deseo que a ser posible, estas desaceleraciones energéticas, no se produzcan a finales de mes, no sea que más de uno, se quede sin que le hayan ingresado la nómina, por aquello de que la luz no llegó a alumbrar. Y el presagio, el mal presagio….. la compañía eléctrica anuncia que el recibo pasará a ser mensual en vez de bimensual.... , aunque eso sí, sin que suponga un aumento en el coste…… Me asusta. Parece como si se preparara un aumento de precio, aquel tan temido que en su día nuestro invicto gobierno desautorizó públicamente, mientras que internamente había otras versiones. Me preocupa que en este caso, con calculadora o sin ella, dos más dos, no sean cuatro. Y de los cinco, no nos devuelvan ninguno.
PUBLICADO EL 17 NOVIEMBRE 2008, EN EL DIARIO MENORCA.
La solución hubiera sido desempolvar mi –ya antigua- Olivetti Lettera 32, de unos treinta y cuatro años de edad, suponer –es un decir- que la cinta no se hubiera secado desde la última vez que la repuse, y de ello hace…..la tira de años y, bueno, empezar a escribir y diccionario en mano y mil ojos vigilantes de no errar la tecla. Pero bueno, como no se llegó a tanto, incluso pudo uno comer caliente. Sí caliente, aunque parezca que ello no tenga nada que ver con la crisis, pues tiene mucho que ver. Poco a poco se han ido sustituyendo las cocinas a gas por las de vitrocerámica y hornos eléctricos, microondas, y demás artilugios eléctricos que hacen que nuestra vida sea más cómoda y por supuesto, más limpia. Y ¿qué ocurre cuando la electricidad no aparece? ¿Y aquel preparado que tenía uno en el congelador? . Pues nada, a hacer régimen. Una buena ensalada con su aceite y sus aceitunas, y fruta, mucha fruta.
Y hay más, mucho más. La telefonía móvil en según que casos quedaría sin repetidores; los inalámbricos, las centralitas, los televisores y las emisoras de radio, y los motores que nos bombean el agua hasta nuestros depósitos, y los calentadores de agua caliente, y la calefacción, y los semáforos, y esto si sólo ocurre en horario en que el astro Sol nos protege. Imaginémonos que ocurre sobre las seis de la tarde…….. Pero hay más.
Sí, hay más. No pretenda relajarse y abandonar sus tareas para aprovechar el tiempo yendo de compras, que la cosa es más seria de lo que parece en un primer momento. Que si bien dos más dos son cuatro, y de cinco euros le devuelvo uno, los grandes establecimientos lo tienen más crudo. Si al lector del código de barras , por aquello de la crisis energética le fallan las dioptrías, no pretenda usted llevarse la compra, que de allí no se va nadie. Y es que las máquinas han invadido tanto nuestros momentos que uno ya no sabe desenvolverse sin ellas.
Y por si algún espabilado comerciante supliera la máquina y quisiera solventar el entuerto, vaya usted con el dinero contante y sonante, que de Visa y demás tarjetas, nada de nada. Y no pretenda ir a su banco a sacar del cajero, que otro que tanto. Saque el ahorro de debajo la baldosa, y atrévase a cruzar el umbral. De todos modos, el cambio si se haya dentro de según que caja registradora, ésta, tal vez se oponga a devolvérselo hasta que no se haya picado el importe.
Y nos encontramos con el país, el patrio país, inmovilizado por una cuestión de la que hace treinta años nos hubiéramos reído nosotros mismos si se nos hubiera planteado. Y mientras te acostumbras a la penumbra, mientras te paraliza tu complejidad y tu atadura moderna, piensas en lo limitado que nos hemos ido fabricando nuestro futuro, y en el poco desarrollo alternativo al que nos hemos ido acoplando.
Levantas la vista y observas aquellos cuatro enormes aerogeneradores, y te preguntas ¿para qué?. ¿Para qué si en un caso como el del pasado jueves no es capaz de suministrar la energía para devolvernos nuestra libertad? Miras más hacia abajo, y te encuentras la central eléctrica con su renovada instalación, y vuelves a preguntarte ¿para qué si no es capaz de independizarse de Mallorca y darnos su propia luz?
Pero eres optimista y pretendes sacar provecho de la experiencia. Te imaginas un día incomunicado, sin televisión, sin radio, sin noticias de tal o cual imputado diputado o viceversa; te imaginas un día que te levantas al alba y te retiras a la primera que anochece, y te planteas el calor del hogar como terapia grupal. Aunque eso sí, sin calefacción, sin lumbre y con el único entretenimiento del recuento de las experiencias del día. Y día tras día, semana tras semana. Tal vez, algún día, cuando volviera a visitarnos aquella luz que en su día nos dejara por unas horas, la crisis, esta de la que tanto se habla y escribe, por no usársela, por no habérsele gastado su nombre, se hubiera esfumado, y quien sabe, si todos seríamos más ricos, más felices, un poco menos pobres.
Y un deseo, y un presagio. Un deseo que a ser posible, estas desaceleraciones energéticas, no se produzcan a finales de mes, no sea que más de uno, se quede sin que le hayan ingresado la nómina, por aquello de que la luz no llegó a alumbrar. Y el presagio, el mal presagio….. la compañía eléctrica anuncia que el recibo pasará a ser mensual en vez de bimensual.... , aunque eso sí, sin que suponga un aumento en el coste…… Me asusta. Parece como si se preparara un aumento de precio, aquel tan temido que en su día nuestro invicto gobierno desautorizó públicamente, mientras que internamente había otras versiones. Me preocupa que en este caso, con calculadora o sin ella, dos más dos, no sean cuatro. Y de los cinco, no nos devuelvan ninguno.
PUBLICADO EL 17 NOVIEMBRE 2008, EN EL DIARIO MENORCA.