POST - NAVIDAD


Pues sí, un escrito pos-navidad, siempre y cuando a ello nos refiramos sólo al día de marras y no al periodo en sí. Si nos referimos al periodo, aún nos queda días para terminarla, para disfrutarla y como no, para saborearla. Sí, saborearla, porque la Navidad, a pesar de que cada vez hay más detractores a este vocablo, que intencionadamente se refieren al periodo vacacional intrínseco a una relación laboral e incluso a los periodos astronómicos, más que al propio significado que la cristiandad le ha otorgado, en el fondo, se aprecia un sentimiento generalizado muy distinto al de los “otros” periodos vacacionales.

Vacaciones y consumismo actual que nada tienen que ver con la que, mirando atrás, tuvimos en nuestra infancia –eso sí, quienes contamos con más de cuatro décadas de existencia- . Por suerte, por fortuna, aquel espíritu navideño de unión / reunión familiar perdura y sigue imponiéndose ante el resto de barbaries que intentan abrirse camino en cada celebración pagana.

El consumismo, este término relativamente reciente, que se ha ido apoderando de nuestra voluntad, se verá, gracias a la virtual crisis económica –intento desligarla a la supuesta mal llamada crisis energética-, transformada en el con-su-mismo del que durante generaciones disfrutamos y disfrutaron nuestros antepasados. Y señalo que “disfrutamos” porque cuando uno se “hace” a algo, se acostumbra y es feliz con lo que conoce. A veces, el desconocimiento de lo superfluo nos hace felices en la realidad cotidiana. Y la Navidad, durante muchos años, ha sido el límite de este conocimiento.

En Navidad se estrenaban traje, vestido y zapato y por supuesto se comía de extraordinario, y punto pelota. Cuando estos extraordinarios ya se hicieron aspectos cotidianos, se nos hizo necesario algún aspecto que denotara “algo extraordinario”. Así ampliamos las cenas fuera del domicilio, así adquirimos el Papá Noel, y como ambos venían con el apoyo incondicional del negocio bien orquestado, el consumismo, el despilfarro, entraron en aquella cadena cada vez más psicológica de representar el poderío económico de cada hogar, y como no, la necesidad enfermiza de aparentar en algunos casos, aquello que sólo visionaban en portadas virtuales de antaño.

El con-su-mismo futuro, o sea, el disfrutar con-su-mismo traje, con-su-mismo vehículo, con-su-mismo hogar, con-su-mismo sueldo, conllevará una carga psicológica, y como suele ocurrir siempre, aquellos quienes mejor capeen las frustraciones, más rápidamente se adaptarán a este incierto futuro que pasará una temporada entre nosotros. Los vivales, aquellos que con rostro han ido bordeando situaciones, bordearán ésta sin pena ni gloria. Los ricos y hacendados, igual de lo mismo. Los honrados, aquellos que intentarán jugar limpio, serán quienes tendrán que vencer y convencerse de tentaciones de no pasar al otro lado del juego; los marginados y automarginados, serán los que seguirán de lo mismo. Y así se escribe la historia. La nuestra, y la de los otros. Y la Navidad, por suerte de todos, seguirá existiendo. Volveremos tal vez, incluso, a ser más felices a la llegada de ésta. Nos volveremos a reunir en familia, volveremos a refugiarnos en los detalles más que en las cantidades, y como no, seguiremos haciendo un extraordinario.

Un extraordinario sencillo, pero especial. Un extraordinario saboreado, sentido, apreciado. También recordaremos a nuestros ausentes. Tomaremos un tiempo fuera del estrés diario, para que la nostalgia se apodere de nuestro pensamiento, para que el relajamiento de las neuronas, de las pocas neuronas que se resistan a utilizar las máquinas, puedan darnos un soplo de humanidad.

Y en este soplo de humanidad, dirigiremos nuestra mirada hacia los más desfavorecidos, como lo debía estar, dos mil y pico de años atrás, aquel Niño Dios nacido en Belén. Arropados por el único calor del que nada ni nadie puede corromper. Aquel calor del Amor de hogar, de aquella casa, de aquel hogar, que cada uno fabrica según sus obras, sus granitos de arena cotidiana.

Navidad es tiempo en que el individuo cede paso a la colectividad. Amor, familia, hogar, todo hace referencia a la suma y no a la resta. Al darse a los otros, a la voluntad de agradar, de ser buenos, de empatizar, pero la Navidad, no sólo es una fecha ni tiene por qué ser un periodo. La Navidad de cada uno, se va fabricando con la actividad diaria, con la suma de actitudes, de aptitudes, y como no de acciones y omisiones que vamos realizando.

Pretender que, por unos días, se nos olvide y se nos perdonen nuestras ofensas, tiene un límite. Pretender que, por unas fechas, todos perdonemos a nuestros deudores, también es una utopía, máxime cuando el Hombre, es cada vez más autosuficiente. Por tanto, en esta suma, en esta fábrica de voluntades, es necesario que cada uno, a cada acción , a cada entrega, pongamos nuestro grano de amor, de amistad, de esmero en hacerlo bien, en agradar, en apreciar a los demás, y en cierto modo, de ganarnos la Navidad.

Pero para ello, para ganarnos esta Navidad diaria, deberemos romper con muchos defectos adquiridos. No podemos hablar de crisis cuando a un señor se le brindan dos millones de euros anuales para hacer un spot publicitario. No podemos hablar de crisis cuando hablan de un tercio de presupuesto de difícil cobro. No podemos hablar de crisis cuando hablan de subsidios y subvenciones a doquier. Mientras no seamos capaces de romper con todo este malsano vicio de vivir a expensas del vecino, difícilmente seremos capaces de vivir una armonía con nuestro entorno.

Ahora es cuando entiendo aquellas vidas contemplativas, aquellos refugios enclaustrados ajenos a toda la enfermedad societal. Y ahora es cuando entiendo aquella felicidad de sus rostros. Alejarnos del mal, sin duda, aumenta la Felicidad. Y el mal, está ahora en la sociedad misma. Y además, lo vamos fabricando nosotros mismos, con nuestros votos, con nuestros apoyos, con nuestros impuestos, con nuestras desidias, con nuestras decisiones e indecisiones. Y la Navidad, este nacimiento, este vuelta a empezar, siempre es un buen momento, para apear algunas decisiones, algunos considerandos, y emprender un nuevo camino, para que la sociedad sea mejor. Y con una sociedad mejor, nuestra felicidad será más colectiva, menos individual.

Y aquí está la razón de ello: el individualismo, y en todos los sentidos. ¿Cómo pretender unir, crear familia, si priorizamos el individualismo en vez de la colectividad?. El belén, el nacimiento o pesebre en cada hogar, es la forma más sencilla de exteriorizar la unión de una familia. Cada miembro deja su huella, cada miembro participa en su confección. Y por ello mismo, lo mima, lo cuida, lo esmera. Y una familia, una sociedad, una colectividad debe funcionar al unísono, compartiendo responsabilidades y funcionamientos. Sólo con un índice adecuado de participación podremos hacer una familia estable y duradera. O una sociedad, una colectividad… Sólo de nosotros depende. No busquemos enemigos afuera. Busquémoslo en nosotros mismos.

Bon Any 2009.
PUBLICADO EL 28 DICIEMBRE 2008, EN EL DIARIO MENORCA

EL CUPO DEL JUEVES

Pues sí, la historia empieza en un viaje en avión. Y es que Federico se ha vuelto un poco viajero. La semana pasada, tocó Valencia. La próxima quien sabe. Ahora se estila lo del viaje en comisión de servicios y Federico se ha apuntado a ello. Valencia, Torrent y Catarroja han sido los tres últimos destinos que ha visitado en este llamado “viaje en comisión de servicios….”. Pero lo que viene a cuento, la chorrada, como dirán algunos, no la encontró en estas tierras levantinas, sino en el mismísimo avión que lo trajo de regreso a su siempre apreciada roqueta.

En el avión, en los asientos ocupados delante del suyo, dos jóvenes con acento sudamericano estaban manteniendo una conversación que parecía la mar de interesante. Y no es que Federico sea cotilla, pero sí que algo curioso, eso sí que hay que reconocerlo, en honor a la verdad. Lo cierto también es que el ambiente estaba abierto, no estaba codificado en absoluto y era un lugar público de libre acceso, previo pago del correspondiente billete, claro está.

Así que puestas en órbita los pabellones auditivos, captaron parte de la conversación que se exponía en aquella confidencia a dos, conferencia a tres. El argumento era simple. Los exámenes y los cupos. Pero no eran los numerus clausulus que todos entendemos para el acceso a una determinada facultad, no. Se referían sencillamente a los exámenes para conseguir la “patente de carro” o lo que es lo mismo, a la licencia o permiso para conducir, tal como se estila en nuestras tierras.
Resulta que quien parecía más joven de las dos interlocutoras, relataba la anécdota de alguien quien iba ya por la tercera vez que acudía al examen práctico para la obtención del mentado permiso o licencia, la patente, como dirían y repetirían las mismas. Y la “patente” se le resistía. Pero no, no era la patente, insistían ambas a la vez.

Quien se resistía en aprobarlas, según la lengua acusadora de ambas, era el examinador en cuestión. A esto, Federico ya se alarmó. El tema podía alcanzar cierta seriedad si lo que oía era verdad. Más adelante pero, las dudas empezaron a abrirse camino en la composición de aquel diálogo, que Federico iba formando frase a frase. No acababa de tener claro dónde ocurría lo de la “patente”. ¿En Valencia, en Mahón, o en su nación de origen?. Seguía la duda, mientras la conversación seguía su ritmo.

Resulta que por desafortunado destino, quienes se examinaban en jueves, en aquel lugar aún desconocido, tenían estadísticamente más posibilidades de tener que volver a examinarse que quienes se examinaban en día miércoles o viernes. ¿Sería por aquello de ser centro de la semana?. Y los rumores ya se extendían. Incluso ponían en boca del examinador de marras, frases como “tenía que haberte aprobado, pero en la próxima, te aprobaré”, “nos equivocamos la semana pasada, pero esta vez te hemos aprobado”, y así otras de similares contenidos.

El asunto parecía serio. Incluso había quienes habían ideado un vehículo escolta con cámara de vídeo acoplada, grabando todos los movimientos del vehículo de aprendizaje. Así, querían poder detallar, como si de una moviola futbolística se tratara, los movimientos y reacciones del vehículo examinante. Pero no había tampoco ocasión para la revisión de examen. Era, por lo que parecía, una práctica segura, sin opción a la revisión, y con la amenaza siempre presente de la próxima ocasión, aunque eso sí, con la tasa bien satisfecha.

Y así que estaba con la mosca virtual detrás de aquellos ya agudizados pabellones auditivos cuando empieza a deducir que ni en Valencia ni en Mahón puede que ocurra ello. Sería delictivo que ocurriera tal semejante atrocidad. Delictivo y descarado. ¿A quién se le ocurriría en un país tan avanzado, tan democrático, tan controlado por los medios, como es el nuestro, que alguien tuviera tanto poder omnipersonal como para decidir quién entra y quien queda fuera del cupo de aquel jueves, pongamos por caso? Federico, por momentos estaba convenciéndose de que aquello ocurría en otros lares, en otros lares donde la misma costumbre llevaba intrínseco la normalidad de la norma practicada.

Pero el abejorro continuaba tras la oreja. ¿Y si ocurría en otros lares, a qué venía el comentario dentro del avión?. Siguió agudizando el oído, incluso incorporándose del asiento para facilitar tal acción. Así, con aquella posición más descarada, pudo oír como definían al examinador como “nativo” del lugar. La duda, seguía abierta. Y por fin…. , por fin, obtuvo el motivo. El motivo era sencillo, escueto y como no, creíble. El examinador, el presunto examinador de marras, había sido amonestado por ser “demasiado flojo” en otras ocasiones y mantenido bajo observación por parte de sus superiores. Y aquí estaba el modus operandi. Se obligaba a sí mismo, por un instinto mal adquirido de supervivencia, a imponer un cupo, una ley de máximos, y la cumplía a rajatabla. No valían cábalas ni otros artilugios. De cada cuatro, el orden de aprobado y suspensos no era aleatorio ni por sexos, ni por edades. Tampoco influía el número de convocatorias ni nada por el estilo. Era un estilo propio, personal, sin presunción de ocurrencia, ni por supuesto, de inocencia.

Federico, su orgullo de la lealtad y sobre todo, de la legalidad, pudo más que su, de cada vez menos declarada discreción. Así, los pabellones auditivos volvieron a sus posiciones iniciales y su lugar fue sustituido por una voz entrecortada…: ¿quién, dónde, cuando….? , les preguntó a aquellas jóvenes pretendientas de la susodicha patente. Y la respuesta, tras recuperarse del susto mayúsculo de haber sido “pinchadas” durante toda su conversación, fue evasiva: “Esté vos tranquilo. Ha sido trasladado de villa”. ¿pero dónde estaba, dónde está ahora?. Tranquilo, repetían aquellas jovencitas…. Ya no hay cupo….en jueves.

Y con las ganas, con las ganas de deshojar la margarita, se quedó aquel “curioso” Federico. Y la duda se le quedó en la mente, si en los exámenes de catalán se grababa la parte oral y se puede pedir revisión de examen, ¿por qué no grabar los movimientos de las prácticas para la obtención del carnet de conducir, o de la patente, y favorecer la revisión del examen, aunque sólo fuera para dar mayor credibilidad a los aprobados, y como no, a los suspensos…..?.

P.D. Al ir a recoger los equipajes, aquellas dos jóvenes, se le acercaron a Federico y le comentaron que estuviera tranquilo, que por suerte, en España no ocurrían aquellas cosas. A Federico aquello lo relajó, aunque la duda seguía patente. Por si acaso, obviaría examinarse en jueves.
PUBLICADO EL 19 DICIEMBRE 2008, EN EL DIARIO MENORCA

PISTOLETAZO DE SALIDA

Todo está apunto. Llegan las fiestas navideñas y todas las instituciones se preparan para la entrada al nuevo año. Los presupuestos, esta pesadilla de todo político en el poder al llegar estas fechas, están ya horneados y a punto de tomar mesa. Sólo falta que los invitados al evento tomen asiento y sobre todo, que aquel horno haya cumplido con su misión; que ni el gas ni la electricidad haya tenido algún sobresalto y que aquel presente haya sido engordado al máximo.

Y aquí está el problema, el engorde. El engorde y también, como no, el número de comensales. Un buen engorde y un mínimo número de comensales, presupondrán que llegaremos a la sobremesa con postre, café y chupito. Lo contrario, irá reduciendo calorías y tiempo de sobremesa. Y alguno, porqué no, incluso practicará el ayuno voluntario-forzoso. Y en estas presuposiciones estamos.

Madrid, por no llamarlo de otra forma, dice estar generoso y desoye toda advertencia internacional. Parece como si hubiera puesto en funcionamiento toda la maquinaria de la fábrica de moneda y el dinero ahora sale a raudales. Sus destinatarios, sin distinción de color político por el momento, se frotan las manos. Mientras, las amenazas de cierre se acrecientan y muchos ya se huelen unas vacaciones más largas que de costumbre.

Los mecanismos internacionales intentan reconducir la situación, pero se topan con las empresas bancarias que no transmiten las consignas dadas. Al final, lo mismo. Zapatero tenía razón. Crisis no había, lo que había era una total falta de confianza. Han pasado los meses y empiezas a creer que tenía razón. Y los culpables, los bancos. Principalmente, los americanos. ¡Por fin!, he coincidido con nuestro invito Rodríguez, Zapatero para más señas. Y el negocio es el negocio, pensaron y seguirán pensando los banqueros.

Y si los banqueros yanquis erraron con los ninja (1), y los bancos europeos al prestárselo a éstos, por muchas normas de Basilea (2) que existieran, sólo sirvió para que aquella bola de nieve se hiciera mayor, y fuera incluso capaz de atravesar océanos. Y aquí está aquella bola de nieve, de hielo más bien, que se va implantando en nuestra sociedad.

Y aquí está nuestra invicta sociedad, que en vez de procurar políticas adecuadas y desmontar esta crisis virtual, se aprovecha de ella. Las bolsas de plástico se racionan, se suprimen o se costea por parte del cliente, por la excusa de la crisis económica. Ni siquiera han tenido la sensatez de hablar de sostenibilidad, de ecologismo, de productos naturales, no. Simple y llanamente del ahorro monetario.

Empresas con miles de millones de ganancias, cierran sus puertas. El Estado, vacía sus ya pobres arcas, en un intento de asegurar el voto con el tan consabido dicho de “pan para hoy, hambre para mañana” . Ya no es rumor, ya no es chantaje ni amenaza: de seguir así, las pensiones se terminaron. Y el mecanismo vuelve a surgir. Los planes de pensiones vuelven a recibir incentivos. Y poco a poco, estos temores cantados, infundirán dinero a la banca. Y el dicho de siempre: la banca siempre gana. ¡Hagan juego, señores!.

Y este dinero llega con condiciones. Deberán ejecutarse por empresas que contraten a personal sin empleo. Y aquí empezará la picaresca. Me imagino a empresas que despedirán trabajadores a fin de contratar a otros sin empleo. ¡Y todo culpa la crisis! ¡Y todo culpa las subvenciones! Y aquí estamos.

Pero qué bueno es el papá Estado, que nos felicita de tal modo las navidades. ¡Qué bueno que es!. Sí, bueno, pero atento al dato, como diría otro. El Observatori de Polítiques Locals, dependiente del Departament de Cooperació Local del Consell Insular de Mallorca ha editado un estudio titulado : Finançament municipal : análisis de la despesa no obligatòria dels ajuntaments de Mallorca. En dicho trabajo se estudia el porcentaje que satisface cada municipio en cuanto a competencias que le son propias y por tanto de obligado cumplimiento, y las que no lo son, pero que por aquello del dicho “uno por el otro … la casa sin barrer”, tiene que arrimar el hombro, y satisfacer las demandas vecinas ante el escaqueamiento de la administración competente. Y así resulta que en Mallorca, los pueblos con menos de cinco mil habitantes, de su presupuesto, el 46% va destinado a sufragar gastos de los que no tiene competencias. La cifra va disminuyendo a medida que aumenta el número de habitantes, y así, con una población similar a la de Maó o Ciutadella, “sólo” representaría un 23 %. Y aquí está el regalo de las navidades: un aguinaldo, que no es paga extra, ni paga doble, por supuesto.

Y ahora viene lo bueno. Necesitamos psicólogos, similares y afines. La crisis, la llamada a la crisis, está entrando en nuestras vidas, y por supuesto en nuestras mentes. Dícese que un mecanismo de defensa es la negación. Y allí estamos. Negamos de la crisis, por activo y por pasivo. Por un lado, nos invitan al derroche, no en vano, es la única forma de levantar lo hundido –continuarán diciendo-. Por otro, intentamos darnos un último capricho. ¡Hagámoslo hoy, que tal vez mañana ya no podamos!. Y así estamos. A oscuras y alumbrando.

Mi calle, al contrario de otros años, ha aparecido sin luz que denote la Navidad. Dos bocacalles más abajo, un tramo continúa bien iluminado. Faltan días aún para las fechas propicias, pero allí está el resultado de la crisis. Unos tienen, otros no. ¿Cómo le explico a mis hijos, que su, nuestra calle, no está iluminada y la de otros, sí? ¿Cómo pueden entender que la crisis sea la culpable de ello, si a doscientos metros sigue alumbrada?

La excusa, de momento ha sido el reparto. El año que viene, de seguir así, ya no convencerá. Tal vez, entonces, la crisis dejará de ser el motivo, y será sólo la excusa.

En cambio, nuestros ministros y su presidente, ya no son excusa, son sólo el disfraz de un mal rumbo, o la falta del mismo. A la deriva. Y el pistoletazo ya ha sonado. Algunos países ya se toman en serio sus economías. Aquí, en esta piel de toro, algunos se han cegado con el fogonazo. Seguimos dando golpes de ciego. Y sin maña, además.





(1) ninja : no income, no job, no assets; o sea personas sin ingresos fijos, sin empleo fijo, sin propiedades.
(2) Normas de Basilea: por ellas, se exige a los bancos de todo el mundo que tengan un capital mínimo en relación con sus activos.


PUBLICADO EL 14 DICIEMBRE 2008, EN EL DIARIO MENORCA.

LA CRISIS DE LOS VALORES ( o la hipocresía elevada a la enésima potencia)

Primeramente debería lanzar un aviso a los navegantes, como suele decirse, navegantes por Internet, claro está, de que pueden apagar el dispositivo de búsqueda de la terminología, ya que esta crisis, no es la suya. Pero bueno, como cada uno es dueño de aprovechar su tiempo, y por supuesto, su aburrimiento, pues eso, que haga lo que dignamente, pueda uno.

Dejando atrás el preámbulo de des-presentación, porque presentación no haré ninguna, Dios me libre de tal osadía, pasaré al cuerpo del escrito, que no delito, ni mucho menos. Mi memoria, mi fatal y errónea memoria, de tanto en tanto, me manda algunos flashes motivado eso sí, por algunos recientes acontecimientos que hacen que alguna interconexión alcance la chispa necesaria para generar la energía suficiente, -perdón, no era mi intención darle excusa al docto escudado - que provoque que aquel flash vuelva a la retina de la mente.

Y vayamos de una vez por todas al grano. Mis recuerdos me trasladan a la época en que cursaba COU en el INEM –no confundan al entonces Instituto Nacional de Enseñanza Media, con la oficina actual de desempleados y similares-, y más concretamente a fechas inmediatamente anteriores a las que hubo el supuesto golpe del 23-F, y digo supuesto, porque soy del parecer de que nunca, la mayoría de nosotros, sabrá la verdad de aquel acontecer.
Hacía poco que se había cambiado la dirección del centro y por aquello de la casuística, hacía también poco que habían desaparecido de los encerados los crucifijos que presidían las aulas. Y mira por donde, una mañana de aquellas, el destino hizo que en una de las incursiones que solíamos hacer en el recreo en busca de los borradores que desaparecían de las aulas, topáramos con el escondite de un montón de crucifijos. Imagínense el espectáculo de encontrar una decena o más de crucifijos guardados debajo de la tarima del encerado en una de las clases del primer piso.

Y aquí no acabó la historia, no, como podrán imaginarse ustedes. Aquel destino hizo que no uno, ni dos, sino tres fueran los crucifijos que a partir de entonces presidieran la clase, aunque eso sí, duró poco el pulso al orden legalmente establecido –por imperativo legal, claro está-. Y duró poco, porque por aquellos días ocurrió lo del 23-F. Y no es que tuviéramos miedo al 23-F ni a los 24, 25, 26-F, siguientes, no. Un joven, un crío de entonces, de diecisiete años, no entendía de política ni de nada que se le pareciera. Éramos jóvenes felices, sin otra preocupación que estudiar, aprobar, llegar a casa y hacer los deberes y repasar la lección. ¡Cuánta diferencia veintisiete años vista!. Y por eso mismo, por ser jóvenes, y sin conocimientos políticos, pasó lo que pasó.

Una mañana al entrar en clase, nos encontramos que además de los tres crucifijos, las imágenes de los golpistas presidían la clase. Muy cauta la profesora, dijo que con aquellos “señores” presidiendo la clase, ella no daba la clase. Pero nadie hizo amago de retirarlos. En aquel impasse ,en aquel tiempo muerto de un silencio sepulcral, sonó un golpe sobre la mesa. Aquel golpe, aquella vibración, aquel destino, hizo que uno de aquellos crucifijos cayera sobre la tarima. Y allí terminó aquel pulso. Las fotografías de los golpistas fueron retiradas. Los crucifijos, también. Y la pregunta que me hago hoy en día es, si las fotografías de los golpistas no hubieran aparecido en el encerado, ¿cuánto tiempo habrían perdurado los crucifijos? ¿hubieran superado éstos, el primer fin de semana?.

Y la respuesta actual es satisfactoria. En Menorca dicen que no hay problema, porque sencillamente hace ya tiempo que los retiraron…. Pero ¿qué problema representan cuando nos “obligan” por decir algo, a seguir con las tradiciones cristianas?

Acabo de recibir el calendario laboral para el nuevo año y me encuentro con las siguientes fechas, que a todas tintas, por el mismo razonamiento, deberían de quitarlas de dicho calendario: 6 de enero, Reyes Magos; 9 abril, Jueves Santo; 10 abril, Viernes Santo; 13 de abril, Lunes de Pascua; 15 de agosto, Asunción de María; 12 de octubre, Fiesta Nacional, eso sí, porque es la festividad de la Virgen del Pilar, patrona de España; 8 de diciembre, Inmaculada Concepción de María, 25 de diciembre, Navidad, y por último 26 de diciembre, segunda fiesta de Navidad. Y no se quitan, están allí. Y también están allí, las fiestas de Navidad y Pascua, con sus vacaciones escolares.

O sea que en los mismos centros escolares donde se reniega de los crucifijos, no reniegan de las vacaciones por las festividades del Nacimiento de Jesús, y en las que se celebran la Muerte y Resurrección de Jesucristo. ¿A qué jugamos?. Puedo entender que por la libertad religiosa se quiten los crucifijos de los centros públicos. Lo entiendo porque no me gustaría que me impusieran ninguna imagen de otra religión, ni ninguna otra costumbre que no fuera en la que me eduqué y me formaron. Pero no es de recibo, negar una parte, y aprovecharnos de la otra parte. Si somos, vivimos, formamos un estado aconfesional, lo somos con todas las consecuencias, no sólo con las que den al populacho carnaza con las que alimentarse, y por supuesto, tiempo libre para escarnio del alimento.

Si nuestro poder legalmente instituido quiere ser consecuente con su ideario, bien empezaría con dejar aparcada la hipocresía, y sobre todo, dejar de ser populacho, y centrarse en otras cosas, que más urgen al personal.
PUBLICADO EL 9 DICIEMBRE 2009, EN EL DIARIO MENORCA.

EL ESPECULADOR

Hace unos meses, participé en unas jornadas que se realizaron sobre Agenda Local 21, y en el marco de éstas, en la última jornada de las mismas, los participantes en ella, hicimos una práctica de taller de AL21. En esta práctica, se nos propuso a cada uno de nosotros que representáramos a un sector de la sociedad para representarlo en una “reunión ficticia” de dicha agenda.

Se nos propuso una práctica sobre un hecho real, del que desconocíamos a priori el lugar concreto donde tuvo lugar, aunque eso sí, se nos aportó todos los datos necesarios para debatirlo. Así, conocimos que se trataba de una ciudad, con un casco antiguo con bastante vida, comercialmente hablando, con sus comercios, negocios y zonas de esparcimiento característicos de aquellos lugares, además de un polígono industrial, colindante con el perímetro de la ciudad, en uno de sus extremos, más concretamente hacia el noreste.

Y la práctica trataba sobre los pros y los contras del traslado de todo aquel polígono industrial a la afueras del perímetro visible, bastante alejado de la ciudad actual y ocupar aquellos espacios que antiguamente ocuparan el polígono industrial al noreste de la ciudad, para construir viviendas. Y no acababa aquí el tema, no. Todo el terreno al sur de la actual ciudad, con sus ruinas romanas, parques, riachuelo y demás, también sería urbanizable, formando una gran urbanización con chalets y casas unifamiliares, rodeados de jardines y con una altura de Pb + 1, que se unirían con el otro sector anteriormente descrito.

Puestos mano a la obra, y no precisamente en la del cemento y demás, pasamos a distribuirnos los roles que desempeñaría cada uno de nosotros. Así, aparecieron las figuras del presidente de la asociación de vecinos, del especulador que se encargaría de mover todo el entramado del negocio, del político quien poco a poco fue derivado como alcalde, del ecologista, del representante del pequeño comercio, de la gestora de minusválidos, de los sindicatos,…..

La coordinadora del taller, de la práctica más bien, fue brindando roles, y por aquello de no ser políticamente correcto, la figura del especulador, iba quedando desierta. Pero bueno, al final, ya pueden imaginarse ustedes quien ocupó tal “desagradable” rol .

Efectivamente, dado que no había voluntarios para ello, pues uno que en la intimidad, como diría Aznar, no le importa que se le acuse de “políticamente incorrecto”, se decantó por el perfil de “especulador”. Y allí empezamos las andanadas. No se porqué, pero el buen rollo con la figura de quien representaría primeramente al político y que acabó representando al alcalde de aquella localidad, fue inminente. Incluso a veces, los demás presentes confundían los papeles de cada uno. También es verdad que la confusión era provocada por la actitud manipuladora del especulador, valga la aclaración. Por unos momentos, me sentía Juan Guerra en aquel supuesto despacho de la delegación del gobierno. Y no era para menos.

Y sostenible, lo hicimos sostenible. Con anterioridad, es de suponer que el especulador había comprado los terrenos a un precio de saldo, y ahora faltaba que el pleno de la corporación recalificara los terrenos. Tanto aquellos en los que se ubicaría aquella nueva ciudad, como toda la zona exterior dedicada al polígono industrial. Prometiendo y volviendo a prometer, logramos hacer desaparecer el rechazo frontal a toda intervención urbanística. Además, con la crisis asomando la oreja, el desarrollo industrial y todo el entramado de la construcción era una baza que los sindicatos apoyarían sin ninguna duda. Prometiendo y volviendo a prometer, y sobre todo, haciendo uso y presupuesto de las ayudas oficiales que tan meritoriamente se ocuparía nuestro alcalde ficticio, favorecerían todo tipo de movilidad sostenible en la nueva versión de ciudad modelo. Así, el transporte público sería el encargado de los itinereres de los trabajadores. El transporte escolar otro que tal, con sus servicios de guarda y como no, la instauración de guarderías en las zonas de trabajo.

Las aceras protegidas, anchuras acordes con las necesidades, zonas peatonales y de prioridad inversa, centros comerciales, todo apuntaba hacia conseguir el beneplácito de la representante del colectivo de minusvalías, del representante de los colectivos vecinales e incluso de los ecologistas, con un gran pulmón que englobaría toda la zona de las ruinas romanas así como el riachuelo que cruzaba la ciudad.

Un gran despliegue de innovaciones sostenibles, reconducción de las aguas pluviales, aprovechamiento de las energías renovables, y un largo etcétera de proyectos pilotos, harían el resto.

Sólo la oposición del pequeño comerciante , hizo peligrar en su momento el mega-proyecto de aquella ciudad prototipo. El pequeño comerciante se resistía a abandonar el centro histórico de la ciudad, y dado que la población salía de aquel centro histórico, presumía que sus ingresos sufrirían un gran desfase con respecto a anualidades anteriores. Convencer al pequeño comerciante fue tarea ardua, y al final no se consiguió del todo. Los intereses particulares daban al traste con aquel desarrollo en el que casi todos, por no decir todos, estaban convencidos de que salían ganando. Desde las padres y madres trabajadoras con la creación de guarderías en las cercanías de su lugar de trabajo, con horario flexible en consonancia con la jornada laboral de los trabajadores; los trabajadores con el transporte público itinerere y escolar; los adolescentes con los nuevos terrenos y espacios deportivos, las nuevas infraestructuras escolares y mejor dotados; incluso para los más mayores con mejor acondicionamiento de sus movilidades y paseos. Todos, excepto claro está, el pequeño comerciante.

El especulador, la figura del especulador, ayudado por la coordinadora del taller, de la práctica mejor, incluso ofreció crear un centro comercial abierto, con franquicias y demás garantías de fáciles enriquecimientos. A pesar de ello, las reticencias del pequeño comercio, se hacía palpables. No obstante ello, los demás sectores de aquella ficticia población, acabarían dando apoyo a aquel macro-proyecto de crecimiento de una ciudad, que al final conocimos como Ávila.

Pues bien, han pasado como he dicho, varios meses de ello, y ahora, con la grandeza de la lejanía, te das cuenta que lo que empezó como un juego y con unas ideas predeterminadas acerca de cada sector de la sociedad, con el contacto, con el diálogo y con la negociación, el tira y afloja democrático, te fabrica una nueva visión de la sociedad. Está claro que los oponentes deben existir. Gracias a ellos, el equilibrio encuentra su lugar, y sobre todo, las minorías, pueden ser escuchas y tenidas en cuenta. A veces, la rutina, la normalidad aparente, hace que por desconocimiento mismo, marginemos a otros sectores, a los que escuchándolos, podemos integrar en el proyecto, en vez de dividirlos y oponerlos.

El especulador, o simplemente el empresario emprendedor, también es necesario en nuestra sociedad, como lo es el pequeño comerciante, el empleado y el jubilado. Negar uno u otro, es ya selectivo, discriminante,…. Otra cosa es que alguno, algunos artilugios políticos, hayan presentado a quienes el perfil no corresponde al empresario emprendedor y democrático, fabricándolo a su antojo y necesidad.

En la práctica del taller, si bien el especulador y el político, ganaban económicamente hablando en el trasvase de tanta construcción, la población como tal, tanto sectorial como particularmente, se beneficiaban de todo aquel entre maneje.

Lo negativo es cuando en la realidad, el especulador y el político, siguen ganando económicamente, no sólo a expensas, sino a espaldas de la población. Aquí está el verdadero problema, el verdadero peligro, de la sociedad actual. Y la medicina, el antídoto, es fácil: la participación. La participación de la población en las AL21, se hace necesaria, y cuanta más participación haya, mayor será el abanico de intereses que entrarán en juego, y por consiguiente mayor el número de sectores que se verán representados y por ende, favorecidos. Otra cosa, será cuando aquellos talleres, aquellas decisiones, no sean bien dirigidas –o demasiados dirigidas- , y /o no sean debidamente tenidas en cuenta por quienes deberían velar por la filosofía de una auténtica participación ciudadana.
PUBLICADO EL 2 DICIEMBRE 2008, EN EL DIARIO MENORCA.