LA CRISIS DE LOS VALORES ( o la hipocresía elevada a la enésima potencia)

Primeramente debería lanzar un aviso a los navegantes, como suele decirse, navegantes por Internet, claro está, de que pueden apagar el dispositivo de búsqueda de la terminología, ya que esta crisis, no es la suya. Pero bueno, como cada uno es dueño de aprovechar su tiempo, y por supuesto, su aburrimiento, pues eso, que haga lo que dignamente, pueda uno.

Dejando atrás el preámbulo de des-presentación, porque presentación no haré ninguna, Dios me libre de tal osadía, pasaré al cuerpo del escrito, que no delito, ni mucho menos. Mi memoria, mi fatal y errónea memoria, de tanto en tanto, me manda algunos flashes motivado eso sí, por algunos recientes acontecimientos que hacen que alguna interconexión alcance la chispa necesaria para generar la energía suficiente, -perdón, no era mi intención darle excusa al docto escudado - que provoque que aquel flash vuelva a la retina de la mente.

Y vayamos de una vez por todas al grano. Mis recuerdos me trasladan a la época en que cursaba COU en el INEM –no confundan al entonces Instituto Nacional de Enseñanza Media, con la oficina actual de desempleados y similares-, y más concretamente a fechas inmediatamente anteriores a las que hubo el supuesto golpe del 23-F, y digo supuesto, porque soy del parecer de que nunca, la mayoría de nosotros, sabrá la verdad de aquel acontecer.
Hacía poco que se había cambiado la dirección del centro y por aquello de la casuística, hacía también poco que habían desaparecido de los encerados los crucifijos que presidían las aulas. Y mira por donde, una mañana de aquellas, el destino hizo que en una de las incursiones que solíamos hacer en el recreo en busca de los borradores que desaparecían de las aulas, topáramos con el escondite de un montón de crucifijos. Imagínense el espectáculo de encontrar una decena o más de crucifijos guardados debajo de la tarima del encerado en una de las clases del primer piso.

Y aquí no acabó la historia, no, como podrán imaginarse ustedes. Aquel destino hizo que no uno, ni dos, sino tres fueran los crucifijos que a partir de entonces presidieran la clase, aunque eso sí, duró poco el pulso al orden legalmente establecido –por imperativo legal, claro está-. Y duró poco, porque por aquellos días ocurrió lo del 23-F. Y no es que tuviéramos miedo al 23-F ni a los 24, 25, 26-F, siguientes, no. Un joven, un crío de entonces, de diecisiete años, no entendía de política ni de nada que se le pareciera. Éramos jóvenes felices, sin otra preocupación que estudiar, aprobar, llegar a casa y hacer los deberes y repasar la lección. ¡Cuánta diferencia veintisiete años vista!. Y por eso mismo, por ser jóvenes, y sin conocimientos políticos, pasó lo que pasó.

Una mañana al entrar en clase, nos encontramos que además de los tres crucifijos, las imágenes de los golpistas presidían la clase. Muy cauta la profesora, dijo que con aquellos “señores” presidiendo la clase, ella no daba la clase. Pero nadie hizo amago de retirarlos. En aquel impasse ,en aquel tiempo muerto de un silencio sepulcral, sonó un golpe sobre la mesa. Aquel golpe, aquella vibración, aquel destino, hizo que uno de aquellos crucifijos cayera sobre la tarima. Y allí terminó aquel pulso. Las fotografías de los golpistas fueron retiradas. Los crucifijos, también. Y la pregunta que me hago hoy en día es, si las fotografías de los golpistas no hubieran aparecido en el encerado, ¿cuánto tiempo habrían perdurado los crucifijos? ¿hubieran superado éstos, el primer fin de semana?.

Y la respuesta actual es satisfactoria. En Menorca dicen que no hay problema, porque sencillamente hace ya tiempo que los retiraron…. Pero ¿qué problema representan cuando nos “obligan” por decir algo, a seguir con las tradiciones cristianas?

Acabo de recibir el calendario laboral para el nuevo año y me encuentro con las siguientes fechas, que a todas tintas, por el mismo razonamiento, deberían de quitarlas de dicho calendario: 6 de enero, Reyes Magos; 9 abril, Jueves Santo; 10 abril, Viernes Santo; 13 de abril, Lunes de Pascua; 15 de agosto, Asunción de María; 12 de octubre, Fiesta Nacional, eso sí, porque es la festividad de la Virgen del Pilar, patrona de España; 8 de diciembre, Inmaculada Concepción de María, 25 de diciembre, Navidad, y por último 26 de diciembre, segunda fiesta de Navidad. Y no se quitan, están allí. Y también están allí, las fiestas de Navidad y Pascua, con sus vacaciones escolares.

O sea que en los mismos centros escolares donde se reniega de los crucifijos, no reniegan de las vacaciones por las festividades del Nacimiento de Jesús, y en las que se celebran la Muerte y Resurrección de Jesucristo. ¿A qué jugamos?. Puedo entender que por la libertad religiosa se quiten los crucifijos de los centros públicos. Lo entiendo porque no me gustaría que me impusieran ninguna imagen de otra religión, ni ninguna otra costumbre que no fuera en la que me eduqué y me formaron. Pero no es de recibo, negar una parte, y aprovecharnos de la otra parte. Si somos, vivimos, formamos un estado aconfesional, lo somos con todas las consecuencias, no sólo con las que den al populacho carnaza con las que alimentarse, y por supuesto, tiempo libre para escarnio del alimento.

Si nuestro poder legalmente instituido quiere ser consecuente con su ideario, bien empezaría con dejar aparcada la hipocresía, y sobre todo, dejar de ser populacho, y centrarse en otras cosas, que más urgen al personal.
PUBLICADO EL 9 DICIEMBRE 2009, EN EL DIARIO MENORCA.