PLAYAS SOSTENIBLES

Hablamos de futuro, claro. Como todo lo que suena a sostenibilidad. Un futuro de un pasado imperfecto, porque de lo contrario, si de un pasado-presente perfecto se tratara, no hablaríamos de la necesidad de este futuro.

Hace treinta años, cuarenta más bien, aún hubiéramos tenido tiempo de enderezar situaciones que a día de hoy estamos aún intentando reestructurar, reenderezar en cuanto a las ciudades se refiere.

Hoy en día, hablar de ciudades sostenibles es como hablar de utopías, de ilusiones, de proyecto. Hace cuarenta años era la realidad cotidiana de cada día, nuestra realidad, nuestra forma de ser.

Y cuarenta años no son nada. Y no hubo visión de futuro, o demasiada visión, vaya usted a saber. Creamos el seiscientos y con él casi todo lo demás. Invadimos las calles, aquellas estrechas vías con sus estrechas aceras, con toda una colección de artefactos que denotaban una nueva sociedad. Una sociedad más rica, más igualitaria, más moderna.

Ahora, a cuarenta años de aquel presente de antaño, nos encontramos con la utopía, con la ilusión de poder, de querer, de necesitar invertir aquel predominio del vehículo en beneficio del peatón. Pretendemos crear ambientes más pausados –pacificar el tráfico-, invertir la prioridad a favor del peatón, del escolar, de la persona mayor -prioridad invertida-, beneficiar a otros usuarios como son la bicicleta y potenciar el uso del transporte público.

Ahora, cuarenta años más tarde, nos hemos dado cuenta que el coche invadía nuestras vidas, nuestros espacios y que el peatón, el niño y el mayor, tenían limitados su libertad de movimiento, condicionado a un solo espacio lateral de la vía, a la que además debe compartir con bancos, alumbrado, papeleras, arbolado y demás mobiliario urbano.

Y cuesta vencer “ chips” adquiridos durante dos generaciones. Cuesta ahora prescindir de unos mecanismos que en su día se crearon para favorecer nuestras vidas, y con el paso de los años, se han convertido en apéndices mismos de nuestro cuerpo.

Y en esto estamos. Y somos algunos, o muchos, o pocos, quienes nos resistimos a que una máquina condicione nuestras vidas, la de nuestros hijos y la de nuestros mayores. Bien es cierto que no basta con quitar los coches. Es toda una filosofía de entender la vida, lo que habrá que cambiar. Los planes urbanísticos primero, la ubicación de los centros sanitarios, las oficinas de la administración, y demás centros públicos, la ubicación de éstos, condicionarán el desarrollo de esta sostenibilidad.

Pero hoy no toca alabar o criticar proyecto alguno sobre ciudad sostenible o en vías de serlo, no. Hoy toca retroceder estos cuarenta años vista en el futuro, y quedarnos en nuestro presente. Nuestro actual presente, pero no en la ciudad, sino en el playa. En cualquier playa de nuestro litoral.

Actualmente, y teniendo en cuenta que efectivamente se constata comparativamente hablando una menor presencia de usuarios en la playa, en referencia a estos años anteriores, y también una disminución en cuánto al número en la presencia de embarcaciones de las llamadas de “recreo”, que deambulan en ellas, podríamos llegar a afirmar que estamos a un fifty-fifty en cuanto al predominio de la misma.

Actualmente, hoy día, con crisis incluida, el bañista está a la par con el usuario y número de embarcaciones y lo vemos continuamente en los llamados fondeos provisionales, en los balizamientos, en cualquier trabajo de campo que realicemos.

La playa, el arenal, la zona tradicionalmente para uso y disfrute del litoral por quienes, como los peatones, a pie disfrutamos de este líquido elemento, nos encontramos limitados, cercados, en unos espacios de los que en teoría no podemos salir, so pena de vernos embestidos por embarcaciones o demás artilugios de alquiler o propiedad, cada cual más potente y con la presunción de que invadimos una zona privativa.

Pero la culpa tampoco la tienen los políticos de ahora, ni los concesionarios, ni los nuevos ricos ni los de antaño, aunque ellos, directa o indirectamente hayan entrado en el juego. Comparándolo con la ciudad, en la que se están creando bolsas de aparcamientos, creando vías de circunvalación, y demás ingeniería del tráfico tendente a evitar que se invada nuestro espacio natural como peatones, en la playa nos encontramos con el ejemplo contrario.

Lo natural, lo lógico, lo correcto, piensa uno, sería trasladar todo este tráfico de embarcaciones a un embarcadero, a un muelle, a una zona de atraque y desatraque, varadero y demás, donde el usuario tuviera las mayores garantías y facilidades, de calado y servicio, pero no. Las mentes pensantes de hace años descubrieron la política del “no”. Descubrieron la política del no hacer muelles, no intervenir en la costa, de no hacer tal y cual. Pero hicieron una política a medias. No fueron capaces de decir no al turismo, al nuevo rico, y a demás necesidades que a su vez iban fomentando para nuestra isla.

Esta política del no al turismo, del no al avance, ni vino acompañada de una prohibición equitativa en cuanto a la fabricación, venta y uso de embarcaciones, por ejemplo. Así, esta negación unilateral al desarrollo urbanístico en según que zonas de Menorca, ha propiciado que aquella zona que era para los bañistas –peatones- ahora está compartida –por decisión de estos mismos rectores de la política insular- entre los bañistas –peatones- y las embarcaciones –coches-. Llegará el día, en que los segundos ganarán en número a los primeros. Así puestas las cosas, dentro de unos años, tendremos que reinventar la sostenibilidad en las playas. ¡Con lo fácil que hubiera sido actuar antaño, sin necesidad de que nos comieran las embarcaciones! ¡Con lo fácil que hubiera sido actuar ahora, sin necesidad de que nos comieran las embarcaciones!.

Y es que a algunos les falta visión de futuro. Y añadiría, visión de pasado y presente.
Podría añadir más, pero poco o nada avanzaríamos. Habrá que esperar tiempos peores, para que poco a poco, aquella crisis de Einstein nos devuelva a una playa utópica en el futuro. Real en el pasado y medianamente pasable en el presente.



P.D.

Otro tema sería el hablar de los negocios de las concesiones de embarcaciones, de sombrillas, tumbonas y demás, que condicionan también la libertad y el espacio disponible para la gente de a pié. ¡Con el negocio hemos topado!.
PUBLICADO EL 28 JULIO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.

LA LEY ¿QUÉ LEY?

Rajoy se cansará de pedir al Gobierno que de una vez por todas explique los números de estos estados que son autonomías –vaya con el juego de palabras- y muy por seguro que obtendrá la ambigüedad como respuesta. Y es que las cosas son como son. Y no es raro que algunos lancen la voz de independencia cuando ven tanta payasada suelta. Y a muchos, porque aún sienten aquello del “sentimiento patrio”, que si no, vaya si no pedían la independencia....

¿Dónde está la solidaridad con el resto de pueblos de España si además de apechugar paliando el déficit de los demás, debemos de soportar índices mayúsculos de precios en comparación con las otras “solidarias tierras españolas”? ¿Quién se solidariza con la ratonera aérea-marítima? ¿Quién se solidariza con la escasez y carestía de los estudios? ¿quién se solidariza con el traslado de enfermos a otros lugares de referencia? ¿ Y con el impuesto del IBI, del agua, del alcantarillado, de la comida, de la bebida.....?

Pero para hablar de solidaridad y de leyes que la hagan sostenible, para hablar de ambigüedades y de palabras trabalenguadas no es necesario recurrir a las siempre teatrales puestas en escena de los políticos de turno. La ley, la redacción de la misma, parece que se ha hecho adrede para incumplirse. Así, si el gobierno de turno, llámesele Zapatero ahora, Aznar o González antaño, salen por la tangente, o por el seno, vaya usted a saber, y largan o largaban letras unidas, palabras apagadas de todo significado, o con significado erróneo o engañoso, ¿con qué catadura moral podrán exigir que sus homólogos en el poder privado, cumplan la misma?

Una organización de éstas que nos defienden a nosotros, como últimos consumidores que somos, vamos.... como una ONG que defiende al sudafricano frente al blanco que los explota, alertaba recientemente sobre la ilegalidad de los cobros de la tasa por equipaje que algunas compañías aéreas están aplicando de una forma alegal. Y te recomienda, te sugiere que denuncies tal abuso y que incluso, gratuitamente –esto sí que es impactante- acudas al juzgado a denunciarlo. Es impactante porque si la justicia, con abogado y procurador de pago, tarda años y años en dar una interpretación de lo que cree en justicia, ¿cuánto tardará sin estos intercesores y por montantes inferiores -en según que casos- a diez euros?.

La historia no se escribe en un día, ni en cien años. El Lazarillo de Tormes era usado en tiempos en que la escuela era otra, ni más buena ni más mala, simplemente otra, como entrante para explicar la picaresca de un tiempo de antaño. El Lazarillo de Tormes se amarillenta de los años que lleva guardado en un estante, pero el pícaro continúa haciendo de los suyas. La patente del pícaro, que no de la novela, sigue igual, mejorada, ampliada y plena de vida. No entiendo cómo la SGAE no ha tomado aún cartas en el asunto y ha reclamado un canon o participación en estos beneficios que, aquella imagen de los protagonistas de la novela, han convertido en carne plagiada a través del ADN literario.

No crean que las CCAA (compañías aéreas, claro está, que de las Comunidades ya se encarga nuestro siempre invicto ZP con su ahora ES) son las únicas que pueden estar en el punto de mira, no. No, que va. Hace pocas fechas, un “número privado” incordiaba tarde sí, tarde también. Y lo más incordiante, era que una vez descolgado el auricular, nada de nada. Dos o tres veces por día, día par día impar, aquel anónimo insistente no cesaba de incordiar la sobremesa. Harto de aquella sumisión a los poderes fácticos que le acompleja a uno, buscas la solución legal, aquella que en teoría protege al marginado y por ende, crees que también te protegerá ante el pícaro de turno.

Y aparece en escena la ley 32/2003 de 3 de noviembre, con nombre de pila de Ley General de Telecomunicaciones. Su articulo 38, 3-G, quiso el legislador en su día, auspiciado por el asesor de turno, que dijera que el usuario tiene derecho a “impedir, mediante un procedimiento sencillo y gratuito, la presentación de la identificación de la línea origen en las llamadas entrantes y a rechazar las llamadas entrantes en que dicha línea no aparezca identificada”. Vaya juego de palabras. Y uno, inocente uno, imbécil más bien, va y se lo cree.

Llama uno a su compañía telefónica y tras la consiguiente lectura del párrafo en cuestión solicita que se le active el rechazo de las llamadas entrantes en que no aparezca la línea identificada. La amabilidad por sistema, eso hay que decirlo, le acepta la solicitud, antes pero, le explica una señora-señorita teleoperadora que dicho “derecho-servicio” viene acompañado con una tasa de enganche de seis euros más un euro y pico por mes. Uno que no está de acuerdo, insiste y se resiste, y se le confirma lo dicho. De no estar de acuerdo eso sí, te remiten a la oficina del consumidor de tu municipio, para que te expliquen, reclames y des el pataleo. Y te preguntas, ¿porqué tengo que recurrir a una oficina que la pagamos todos, si quien incumple a sabiendas es la empresa? ¿si hubiera cambiado la ley, por qué no te explican en base a cuál te cargan la tasa, el enganche o la mensualidad?

Y el presunto –siempre conviene añadir este presunto, en portugués cerdo-, fraude de ley se las trae. La Cía telefónica de marras, también te cobra cincuenta céntimos de euros por identificar a tu llamante. Y si éste es anónimo ¿ te descuenta o te bonifica en algo?.

Pero las cías aéreas y las telefónicas, los bancos y demás centros y entidades del poder, no son los únicos que hacen y deshacen. A las nueve y media a.m y a las once treinta también a.m recibo una llamada telefónica diaria. El número es el mismo y se efectúa desde una compañía aseguradora. Con la excusa de que quieren explicarme una nueva ley de seguros -a las nueve y media- y la comprobación de los datos obrantes en su compañía – a las once y media- intentan visitarme en mi domicilio. Pretenden un cara a cara y en terreno propio, porque al parecer ya no es que desconfíen de la cía –telefónica, claro está- sino que desconfían incluso del aparato telefónico.... Y no, me resisto a que invadan mi domicilio, y me niego a ello, so pena de tener que soportar dos llamadas diarias. Iluso uno, cree que algún día el cansancio hará que deje de sonar .

De momento, iluso también, crees que la puerta, es la barrera entre la intimidad y el público acceso de tanto intrusismo en las vidas de los demás. Iluso porque te invaden por ruidos, te invaden vía telefónica, te invaden por tu ordenador, te invaden sin la señal de antena.....

Iluso por cuando te allanan tu domicilio y condenan al intruso a treinta euros.... y tú debes satisfacer veinte veces más a tu abogado que ejerció la acusación. Triste, pero cierto.
PUBLICADO EL 21 JULIO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.

LOS TRAJES DE LA VICE

Bueno, uno se alegra cuando, de vez en cuando, entre tanta noticia de corrupción y sus asimilados, salta la primicia de que “la vice compra ella misma sus trajes” y es de agradecer que se haga pública dicha noticia, si es que es noticia, que esto es otra cosa. Lo que no dice la noticia es si a la vice, se le hace descuento, y en caso de hacérsele, en mérito a qué. Pero tampoco deberíamos preocuparnos mucho. El uso y el abuso de aviones militares para que nuestro invicto presidente Rodríguez, Zapatero para más señas, pudiera acudir a los mítines electorales de su partido, en las elecciones que al final perdió, poco o nada sacaron en limpio.

No hace mucho, cuando en el tema de los raons del CIM, en una de las facturas aparecía el concepto de descuento por CIM. Es de entender que esta rebaja no era ni mucho menos un tanto porcentual negativo aplicado según decreto del CIM, ni por supuesto esta media nacional a la que alcanzó el acuerdo entre la Salgado y el Antich, sino simplemente un descuento por ser en aquella ocasión, el CIM el cliente. Y esta deferencia hacia el cliente suele venir acompañada de la cualidad de ser un cliente asiduo, un cliente preferencial o quien sabe qué más cualidades potenciales pueda ver el restaurador con dicho cliente.

Así, si la vice de marras acude a su suministrador habitual de vestidos o trajes y demás complementos de percha, y en la factura se le aplica algún descuento, puede deberse a que, como buena cliente que se le supone que debe ser –el pase de los modelitos así lo confirmaría- , el comerciante anima al cliente –en este caso “ a la cliente”- a su continuidad. Faltará eso sí, valorar si el número de modelitos comprados en un periodo de tiempo –mensual, semestral, por ejemplo- ha variado en cuantía entre los periodos antes de, y después de, la puesta en escena en la vicepresidencia del Gobierno. Y como no, conocer si antes de y después de, existía descuento alguno y el porcentaje del mismo.

Lo que sí podemos asegurar casi a ciencia cierta, es que los modelitos los elige la mismísima vice, su gusto, su firma o personalidad, por decirlo de alguna forma, queda impreso en cada elección. No la imaginamos vestida ya de otra guisa. Es, por decirlo, un seguro contra plagio, o simplemente en la era de las clonaciones, y demás situaciones bioéticas, un seguro anti-suplantación de personalidad. Si en alguna aparición pública apareciera una representante del Gobierno vestida en ropa vaquera y dijera ser la vicepresidenta, muy por seguro que las alarmas saltarían en el CNI y expertos en sistemas clónicos acudirían raudos a detectar la más mínima variante que pudiera detectar el cambiazo.

Pero dejemos la ciencia ficción, por mucho que se cumpla el cuarenta aniversario del paseo lunar de Neil Alden Armstrong, y volvamos a poner los pies en la piel de toro. Volvamos a la realidad por mucho que algunos les ilusione mantenernos en las nubes y volvamos a los posibles descuentos, dádivas y prebendas. Y volvamos al tema de la vice. Si fuéramos capaces de conocer estos datos de los que comentábamos antes, pasaríamos a la labor del estudio. Así, si el número de los trajes y demás prendas de percha ha aumentado porcentualmente, significará que los trajes –o parte de ellos- han pasado la barrera de lo privado a la de lo público. También tendríamos que analizar si antes y después de, el tanto porcentual de descuento –de realizarse- ha variado o no. Y sería después, tras el análisis oportuno, cuando podríamos afirmar o desmentir la noticia de que “los trajes me los pago yo”.

Lo que sí parece de cada día más cierto –eso sí, siempre a la espera de una sentencia judicial que nos haga saber la verdad jurídica, que no tiene porqué tener nada que ver con la verdad real- es la siempre presunta relación del presidente valenciano con los trajes. O al menos, así se desprende de los últimos movimientos labiales de su gente al intentar comparar actitudes diversas, y no digamos si ampliamos el círculo al planteamiento de una posible reforma del código penal en cuanto a las dádivas y prebendas de los funcionarios y asimilados, en este caso, sus señorías y demás excelencias.

Y ahora ya tenemos en juego el traje valenciano, las anchoas del norte, y por cierto, ¿alguien ha reparado en la propaganda gratuita que se les ha brindado a las anchoas que se dicen del norte? ¿Ha pensado el CIM o algún dirigente local-insular la posibilidad de regalar piezas del queso-Mahón, con denominación de origen a altos cargos de la administración? ¿Por qué no regalárselos también a los políticos británicos, tan de moda últimamente? ¿Y al presidente Chaves? Sin duda el montante económico del coste de esta propaganda –eso sí, con la consabida llamada a los medios de comunicación o a la oposición del momento- sería mucho más económico que el montante que se le pueda pagar a un tenista, por ejemplo, para llevar el nombre de Baleares -más Mallorca que el resto- por el mundo mundial.

Y para los trajes, una sugerencia. Un traje básico – uniforme, vamos- para cada ministerio. Así, la presidencia podría ir con un traje con los colores rojo y gualda, o rojo y amarillo para los más modernos, por aquello de lo patrio y demás. Los de la defensa, con la ministra Chacón al frente, con un traje verde NATO o el antiguo caqui, el de las comunidades autónomas pues con un popurrí de las banderas de las comunidades a quienes intentará contentar; el de industria, pues un mono de trabajo industrial; el de exteriores con uno con barras y estrellas, y así sucesivamente. Incluso para ello, podrán hacerse anualmente concursos de ideas para elegir el tejido, formato, color y aspecto de cada uno de sus trajes, con sus especialidades propias de “faena, gala y paseo”.

Quien no se contenta, es porque no quiere.
Ah!, y los funcionarios de todos estos ministerios, pues también podrían ir con el mismo traje de faena, que el de sus excelentísimos jefazos. Se entiende que los de “paseo” y “gala” ya los llevarán los titulares de las carteras…., que para eso pagan… digo, cobran.
PUBLICADO EL 16 JULIO 2009, EN EL DIARIO MENORCA

APETECER

Cualquier sitio es bueno para informarse uno. Aunque claro está, la información es mucha, variada, y depende de cada uno el darle un sentido u otro. Y no me voy a referir claro está al CNI, servicio éste que desde que las cosas quieren hacerse más públicas es cuando se desestabilizan más. La entrada de civiles al mando de este Centro de Inteligencia ¿porqué le llamarán “inteligencia” si al fin y al cabo, es de “información”? quiso dar la sensación de que estaba bajo el control del Gobierno y en cierta manera pusieron en tela de juicio el estamento militar. Alguien falló en las interpretaciones, y así, se le supusieron valores a los civiles que a la vez desautorizaban a los militares.

Han tenido que pasar varias generaciones de espías, varios cambios de nombre por la antigua Casa de la carretera de A Coruña, unos informes periodísticos, una fotografía manipulada, para que este invicto gobierno tenga que volver a confiar con el siempre prestigio de los militares. Podrán ser militares más o menos afines a las ideas del gobierno de turno, es verdad, podrán ser más o menos complacientes con sus superiores civiles, sí, serán más o menos del mismo molde que el anterior, sí, pero por sus venas, correrá aquella sangre española, aquel espíritu, aquel carácter, aquel sacrificio al que desde hace ya tiempo, estos padres de la patria han hecho posible que sólo en la milicia perdure.

O lo que es lo mismo, han hecho imposible que perdure en otros estamentos. Pero lo de hoy no va a ser un escrito de apoyo o ataque a las decisiones de un gobierno sobre su política de espías, no. Hoy van a ser las prácticas que cada uno de nosotros podemos hacer como espías. Me explico. Hay una serie de informaciones que la gente de a pié, nunca llegaremos a su dominio. Son las que necesitarán de artilugios y medios sofisticados como por ejemplo el pinchazo de telecomunicaciones, la entrada en las redes informáticas, la ampliación de los sonidos para la escucha y como no, la de los satélites para observar lo que se encuentra a disposición de vistas y por qué no, escondidas a las mismas. Si cualquiera puede conseguir mediante el Google la fotografía aérea de su casa o la del vecino, ¿que no podrán hacer los espías con más medios a su disposición?

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Y aquí ya entra en escena el siempre dispuesto Federico. Desde que comulgara con los raons del CIM, y presenciara en la playa una conversación de un conseller intentando explicar que aquellas “palomas” no eran sino “gavines” - gaviotas, vamos-, le vino la idea de hacer su propia oficina de información. Información no turística, claro está, pero sí itinerante.

La idea le vino en la playa, sentado en inclinación de unos cien y pocos grados. Federico es de los que no puede llevarse libro, revista ni periódico alguno cuando va a la playa, sencillamente porque quedaría dormido. Y en esto que cuando está sentado y la vista en standby, son las parabólicas las que reemplazan el quehacer del momento. El día de marras, estaba Federico en posición ciento y poco, parabólicas en órbita cuando dos parejas con sus respectivos descendientes aparcan sus bártulos en los alrededores de uno, aunque eso sí, en dos grupos bien diferenciados, como marcando territorio o simplemente mantener la independencia o autonomía de cada familia.

Juntos, pero no revueltos, piensa. Al cabo de poco, el cabeza de familia de una de esta agrupación familiar decide que su familia no tomará alimento alguno hasta la hora del almuerzo, y allí es cuando salta la polémica. La hija quiere tomar una pieza de fruta. Su padre se la niega, y por mucha súplica que se insista, nada de nada. En primera instancia de nada sirve la súplica “es que me apetece” que en tres o cuatro ocasiones, intenta influenciar ante el designio del patriarca.

El cabeza de la otra familia aposentada en las cercanías, o al menos co-cabeza familiar, intenta mediar en el conflicto. El marcaje ha sido rápido. ¡Aquí mando yo!, esputa el primero. Silencia absoluto. Las parabólicas dirigen los pabellones auriculares en según la dirección del momento. Aquello se pone interesante.

Le sorprende el primero. Y le sorprende por muchas cosas. Primeramente porque su acento denota cierta tendencia a hablar el catalán, aunque en familia mantiene el castellano. ¿Estará condicionado por la familia política o por el antiguo estatus de post-guerra?. Pero su edad lo mantiene en la generación de los sesenta, la post-guerra nada de nada. Entonces será la intervención familiar o las frustraciones de una infancia, las que provocarán que aquel castellano prevalezca.

El problema no es que prevalezca en aquella familia, no. El problema es que para contrarrestar a aquella familia, otras se vean obligadas a todo lo contrario. Pero no habrá que desvirtuar la cuestión. Federico está en la playa, con el sol radiante y el apetecer de tomar unas frutas. Y con la apetencia empezó el escrito. Por un instante, aquel desnudo de azotea, como Federico mismo, aunque más joven el primero, vierte la versión de enciclopedia. “Apetece, apetece….. y suelta definición, más definición, como si se tratara de un ordenador portátil armado de la Encarta, Vikipendia , tratado de psicología y demás.

Y tras el sermón de marras, cambio de posición. Por un momento había demostrado a los presentes –o intentaba convencerse a si mismo- que él era quien mandaba. Por un momento había enseñado a los presentes que sus conocimientos eran muy superiores al de los demás. Por un momento parecía que las tripas se le habían abierto y que también él tenía hambre. Cambia de posición y exige que se vaya a comprar fruta. Ahora es el policía bueno. Antes era el policía malo. Y añade que cambia de posición porque él es quien manda, y por eso mismo, puede cambiar. ¿ os apetece?

La polémica más que acabar, continúa. Ahora nadie quiere ir a por fruta, por mucho que les apetezca. Y es claro que aquel cabeza de familia, tampoco abandonará la playa por el capricho de uno de sus miembros. Mientras se espera a un voluntarioso sumiso, el talante también cambia. Aparece la figura del sicólogo, del padre sicólogo. Qué te ocurre…., cuéntame tus problemas…., confía en mi…. Y la hija, quinceañera, nada de nada. No suelta prenda. ¿acaso no confía? ¿acaso tiene que manifestar sus temores en un ambiente tan público?

Y la respuesta fue otra, anónima, silenciosa, apagada. ¿Acaso un padre tan inteligente, tan preparado sicológicamente es incapaz de conocer a su hija y tiene que jugar al policía bueno-policía malo, para captar la confianza de su hija?. En cierta manera, aquella hija quinceañera le estaba diciendo a su padre “ahora no me apetece”. Y podría añadir más adelante, “y después…. tampoco.”

La paz, el silencio llegaba de manos de la fruta prometida. En aquel momento, la quinceañera consiguió un respiro en su intimidad. El padre-sicólogo desconectó y borró toda aquella memoria residente. El reset de la comida, dejaba las cosas en el mismo estado de inicio. Un cabeza de familia prepotente, una familia a su aire, y una observación anotada.

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¿Quiénes eran esta gente? ¿en qué trabajaban, estudiaban o paraban? ¿qué influencias podrían ejercer en sus entornos?. Tal vez, fueran anónimos como Federico, tal vez fueran como el conseller que disertaba de palomas y gavines, incluso podrían ser algo más, en potencia, o sin ella. De todos modos, aquello era información, no inteligencia.

Por un momento, Federico se convirtió en captador de información. Luego faltaría el procesamiento de la misma, la criba por si es interesante o no, el archivo hasta que fuera necesaria o la destrucción por ineficaz. Por un momento Federico se remonta a sus tiempos de mili en el pelotón de observación. Se acuerda de las maniobras realizadas y en la información suministrada, y sobre todo en el trabajo de sus superiores en analizar hasta la más mínima información suministrada.


Y allí, en el análisis de tanta información, se encuentra la verdadera inteligencia. Lo otro, sólo cuestión de suerte, pura coincidencia.

Federico no tiene a quien revelar la información, no sabe siquiera si es información, tampoco conoce al sujeto, pero Federico se siente espía. Por un momento ha visto lo fácil que es meterse en la vida de los demás, en sus “casi” secretos de alcoba. Ahora, se le presenta una disyuntiva: espiará para el Gobierno o para el Mundo?

Sin duda, con el último, sus hazañas serán más conocidas. Y en cierta manera, ayudará a que los abusos, las malas prácticas, sean controladas, o al menos, en situación de serlo.
julio 2009

ADICCIONES

Llevo unos cuantos días sin Internet por aquello de un exilio voluntario, y la verdad, que como todas estas adicciones de nuestro siglo, se deja notar. El mono, se suple gracias a que la adicción tampoco era severa, que se sabe momentánea y que el envío semanal vía correo electrónico, será suplida por la impresión –más papel y más tinta-- y más trabajo para quien tenga que “picarlo” de nuevo al ordenador. Y en su vertiente positiva obtendremos el contacto personal en la entrega del escrito de marras.

Si he logrado superar momentáneamente la adicción a Internet, otra cosa distinta hubiera sido superar la de la televisión. O al menos eso creo al no haberme ocurrido. Es cierto que nací sin tener televisión en casa y que mi primer contacto con el aparato de marras, lo tuve en casa de mis abuelos, a dosis de visita, y con unos recuerdos –en cuánto se refiere a la televisión- que ya han sido apartados de la memoria, almacenados en lugar inaccesible, u ocultados por el conocido alemán; pero no por ello se haría más llevadero el trámite.

No obstante, tampoco hay nada imposible, o casi nada. Si bien es cierto de que todos –o al menos quienes hemos sido mimados por nuestro Govern- hemos pasado a la TDT para no quedarnos a “oscuras” -como reza la insistencia de toda la propaganda gubernamental-, también sería posible el permanecer ausente de la televisión, aunque a muchos les costara lo suyo.

Suplir la misma por la radio nos devolvería a aquellos tiempos en que las emisoras eran –y siguen siendo- el fiel acompañante de los trabajadores en talleres, fábricas, y de quienes se dedicaran a “ sus labores domésticas”, las largas noches sin dormir, los enfermos y acompañantes…., toda una legión de empadronados en la lista de oyentes anónimos y sin voto, pero presentes a todo comentario, de toda tertulia, a la que la radio tendrá siempre la primicia y el primer escalafón.

Podríamos incluso superar la ausencia de ambas. ¿Acaso la mayoría de quienes hemos viajado al extranjero, no hemos permanecido durante el tiempo del viaje desconectados de toda noticia social, económica y demás?. Superada la semana o dos, ¿lograríamos ampliar el tiempo de desconexión, lograríamos ampliar el tiempo de oscuridad o nos tendrían que ingresar en una clínica de desintoxicación?

Por supuesto que si nos lo propusiéramos, toda la carga de quienes están en nómina del “Ejecutivo” –como uno de los poderes, claro-, tanto autonómicos como estatal, incidirían en hacernos más difícil todavía la desintoxicación a estos adelantos técnicos. Y no tan sólo por el interés propio de estos gobiernos –que los tienen-, sino muy por seguro por las presiones de todos para quienes los medios audiovisuales de comunicación son una fuente incesante de beneficios y casi la única forma de comunicarse con el potencial consumidor.

Podríamos también añadir en la lista de adicciones al teléfono y principalmente el móvil. Aquí la necesidad ya ha sido creada y presenta una más difícil desintoxicación, máxime cuando al ocio –juegos, mensajes, acceso Internet y demás pijadas adjuntas- que se le unió con el paso del tiempo, persiste la primera causa que es la comunicación y ésta, difícilmente pueda ser suplida si no es por el mismo sistema. Eliminar la adicción a lo superfluo –ocio, 3G y demás pijaditas añadidas- no tendría porqué presentar gravedad alguna en el programa de desintoxicación, aunque el uso del requisito primero, la comunicación entre nosotros será “harina de otro costal”.

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Hora es de hacer repaso de lo andado. La terapia nos exige una mirada atrás y como no, una mirada hacia el futuro. Hasta ahora nos ha parecido posible el suprimir de un plumazo –o simplemente con un “delete”- todo el envío de información desde el sillón de nuestra casa –o el acceso a la información/desinformación existente en la red-, hemos propuesto en la lista de objetivos el suprimir el zapping, y todo el hastío que lo provoca, hemos propuesto, sin proponérnoslo, un mayor contacto con la sociedad, una mejora en la administración del tiempo libre, un mayor contacto con la familia, un mejor entendimiento con los hijos, un mayor….. incluso, contacto con las bibliotecas y los lazos y todo lo demás que siempre ha conllevado. Pero en este bagaje nos hemos visto obligados a dejar costumbres en el camino.

¿Qué será de los asiduos a las teclas del comando edición/copiar, edición/pegar? ¿Y de quienes son asiduos a las páginas de características similares a la del rincón del vago? ¿Y de quienes, anónimamente o bajo seudónimo o nick o como se llamen, insultan en foros y demás sitios de encuentro? ¿Y de quienes necesitan de la alabanza virtual para elevar su ego?

Y habrá más. Cuando llegue el fin de semana ya en periodos de competición, ¿volverán a llenarse los bares para presenciar los partidos de fútbol? ¿Nos devolverán –o al menos retirarán el impuesto- el dinero recaudado en las penalizaciones en la adquisición de CDs y DVDs?

¿Qué será de tanta insistencia por parte de las empresas telefónicas en regalarte tantas y tantas horas, llamadas y demás entre tal periodo, entre tanta permanencia, entre tanto disgustado?

Podríamos seguir llenando la lista primera, podríamos añadir el tema del tabaco, del alcohol, y demás y graves adicciones, pero no. Aún recordamos todo el entramado que se montó tras la entrada en vigor de la ley llamada “anti-tabaco”, podríamos seguir con la mala costumbre de los brindis con alcohol, vía vino o cava, en las recepciones oficiales, podríamos referirnos a las cada vez más toleradas por la sociedad, consumo de las mal llamadas blandas…., y nos enfrentaremos una y otra vez con un muro inespugnable. Podríamos incluso dedicarnos a ir en bicicleta, a usar el transporte público, o simplemente ir a pie, podríamos muchas cosas, pero toparíamos con la excusa ahora de la crisis, mañana y pasado también, y la ayuda del plan “dosmilE”, con acento italiano pero con dinero español…..

De momento, seguiré predicando en el desierto de uno, lleno de arena, con un sol radiante, unas almas inquietas, otras bronceadas, las más, despistadas, y uno, simplemente, aplicando archivo/imprimir/aceptar.
PUBLICADO EL 9 JULIO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.