Rajoy se cansará de pedir al Gobierno que de una vez por todas explique los números de estos estados que son autonomías –vaya con el juego de palabras- y muy por seguro que obtendrá la ambigüedad como respuesta. Y es que las cosas son como son. Y no es raro que algunos lancen la voz de independencia cuando ven tanta payasada suelta. Y a muchos, porque aún sienten aquello del “sentimiento patrio”, que si no, vaya si no pedían la independencia....
¿Dónde está la solidaridad con el resto de pueblos de España si además de apechugar paliando el déficit de los demás, debemos de soportar índices mayúsculos de precios en comparación con las otras “solidarias tierras españolas”? ¿Quién se solidariza con la ratonera aérea-marítima? ¿Quién se solidariza con la escasez y carestía de los estudios? ¿quién se solidariza con el traslado de enfermos a otros lugares de referencia? ¿ Y con el impuesto del IBI, del agua, del alcantarillado, de la comida, de la bebida.....?
Pero para hablar de solidaridad y de leyes que la hagan sostenible, para hablar de ambigüedades y de palabras trabalenguadas no es necesario recurrir a las siempre teatrales puestas en escena de los políticos de turno. La ley, la redacción de la misma, parece que se ha hecho adrede para incumplirse. Así, si el gobierno de turno, llámesele Zapatero ahora, Aznar o González antaño, salen por la tangente, o por el seno, vaya usted a saber, y largan o largaban letras unidas, palabras apagadas de todo significado, o con significado erróneo o engañoso, ¿con qué catadura moral podrán exigir que sus homólogos en el poder privado, cumplan la misma?
Una organización de éstas que nos defienden a nosotros, como últimos consumidores que somos, vamos.... como una ONG que defiende al sudafricano frente al blanco que los explota, alertaba recientemente sobre la ilegalidad de los cobros de la tasa por equipaje que algunas compañías aéreas están aplicando de una forma alegal. Y te recomienda, te sugiere que denuncies tal abuso y que incluso, gratuitamente –esto sí que es impactante- acudas al juzgado a denunciarlo. Es impactante porque si la justicia, con abogado y procurador de pago, tarda años y años en dar una interpretación de lo que cree en justicia, ¿cuánto tardará sin estos intercesores y por montantes inferiores -en según que casos- a diez euros?.
La historia no se escribe en un día, ni en cien años. El Lazarillo de Tormes era usado en tiempos en que la escuela era otra, ni más buena ni más mala, simplemente otra, como entrante para explicar la picaresca de un tiempo de antaño. El Lazarillo de Tormes se amarillenta de los años que lleva guardado en un estante, pero el pícaro continúa haciendo de los suyas. La patente del pícaro, que no de la novela, sigue igual, mejorada, ampliada y plena de vida. No entiendo cómo la SGAE no ha tomado aún cartas en el asunto y ha reclamado un canon o participación en estos beneficios que, aquella imagen de los protagonistas de la novela, han convertido en carne plagiada a través del ADN literario.
No crean que las CCAA (compañías aéreas, claro está, que de las Comunidades ya se encarga nuestro siempre invicto ZP con su ahora ES) son las únicas que pueden estar en el punto de mira, no. No, que va. Hace pocas fechas, un “número privado” incordiaba tarde sí, tarde también. Y lo más incordiante, era que una vez descolgado el auricular, nada de nada. Dos o tres veces por día, día par día impar, aquel anónimo insistente no cesaba de incordiar la sobremesa. Harto de aquella sumisión a los poderes fácticos que le acompleja a uno, buscas la solución legal, aquella que en teoría protege al marginado y por ende, crees que también te protegerá ante el pícaro de turno.
Y aparece en escena la ley 32/2003 de 3 de noviembre, con nombre de pila de Ley General de Telecomunicaciones. Su articulo 38, 3-G, quiso el legislador en su día, auspiciado por el asesor de turno, que dijera que el usuario tiene derecho a “impedir, mediante un procedimiento sencillo y gratuito, la presentación de la identificación de la línea origen en las llamadas entrantes y a rechazar las llamadas entrantes en que dicha línea no aparezca identificada”. Vaya juego de palabras. Y uno, inocente uno, imbécil más bien, va y se lo cree.
Llama uno a su compañía telefónica y tras la consiguiente lectura del párrafo en cuestión solicita que se le active el rechazo de las llamadas entrantes en que no aparezca la línea identificada. La amabilidad por sistema, eso hay que decirlo, le acepta la solicitud, antes pero, le explica una señora-señorita teleoperadora que dicho “derecho-servicio” viene acompañado con una tasa de enganche de seis euros más un euro y pico por mes. Uno que no está de acuerdo, insiste y se resiste, y se le confirma lo dicho. De no estar de acuerdo eso sí, te remiten a la oficina del consumidor de tu municipio, para que te expliquen, reclames y des el pataleo. Y te preguntas, ¿porqué tengo que recurrir a una oficina que la pagamos todos, si quien incumple a sabiendas es la empresa? ¿si hubiera cambiado la ley, por qué no te explican en base a cuál te cargan la tasa, el enganche o la mensualidad?
Y el presunto –siempre conviene añadir este presunto, en portugués cerdo-, fraude de ley se las trae. La Cía telefónica de marras, también te cobra cincuenta céntimos de euros por identificar a tu llamante. Y si éste es anónimo ¿ te descuenta o te bonifica en algo?.
Pero las cías aéreas y las telefónicas, los bancos y demás centros y entidades del poder, no son los únicos que hacen y deshacen. A las nueve y media a.m y a las once treinta también a.m recibo una llamada telefónica diaria. El número es el mismo y se efectúa desde una compañía aseguradora. Con la excusa de que quieren explicarme una nueva ley de seguros -a las nueve y media- y la comprobación de los datos obrantes en su compañía – a las once y media- intentan visitarme en mi domicilio. Pretenden un cara a cara y en terreno propio, porque al parecer ya no es que desconfíen de la cía –telefónica, claro está- sino que desconfían incluso del aparato telefónico.... Y no, me resisto a que invadan mi domicilio, y me niego a ello, so pena de tener que soportar dos llamadas diarias. Iluso uno, cree que algún día el cansancio hará que deje de sonar .
De momento, iluso también, crees que la puerta, es la barrera entre la intimidad y el público acceso de tanto intrusismo en las vidas de los demás. Iluso porque te invaden por ruidos, te invaden vía telefónica, te invaden por tu ordenador, te invaden sin la señal de antena.....
Iluso por cuando te allanan tu domicilio y condenan al intruso a treinta euros.... y tú debes satisfacer veinte veces más a tu abogado que ejerció la acusación. Triste, pero cierto.
¿Dónde está la solidaridad con el resto de pueblos de España si además de apechugar paliando el déficit de los demás, debemos de soportar índices mayúsculos de precios en comparación con las otras “solidarias tierras españolas”? ¿Quién se solidariza con la ratonera aérea-marítima? ¿Quién se solidariza con la escasez y carestía de los estudios? ¿quién se solidariza con el traslado de enfermos a otros lugares de referencia? ¿ Y con el impuesto del IBI, del agua, del alcantarillado, de la comida, de la bebida.....?
Pero para hablar de solidaridad y de leyes que la hagan sostenible, para hablar de ambigüedades y de palabras trabalenguadas no es necesario recurrir a las siempre teatrales puestas en escena de los políticos de turno. La ley, la redacción de la misma, parece que se ha hecho adrede para incumplirse. Así, si el gobierno de turno, llámesele Zapatero ahora, Aznar o González antaño, salen por la tangente, o por el seno, vaya usted a saber, y largan o largaban letras unidas, palabras apagadas de todo significado, o con significado erróneo o engañoso, ¿con qué catadura moral podrán exigir que sus homólogos en el poder privado, cumplan la misma?
Una organización de éstas que nos defienden a nosotros, como últimos consumidores que somos, vamos.... como una ONG que defiende al sudafricano frente al blanco que los explota, alertaba recientemente sobre la ilegalidad de los cobros de la tasa por equipaje que algunas compañías aéreas están aplicando de una forma alegal. Y te recomienda, te sugiere que denuncies tal abuso y que incluso, gratuitamente –esto sí que es impactante- acudas al juzgado a denunciarlo. Es impactante porque si la justicia, con abogado y procurador de pago, tarda años y años en dar una interpretación de lo que cree en justicia, ¿cuánto tardará sin estos intercesores y por montantes inferiores -en según que casos- a diez euros?.
La historia no se escribe en un día, ni en cien años. El Lazarillo de Tormes era usado en tiempos en que la escuela era otra, ni más buena ni más mala, simplemente otra, como entrante para explicar la picaresca de un tiempo de antaño. El Lazarillo de Tormes se amarillenta de los años que lleva guardado en un estante, pero el pícaro continúa haciendo de los suyas. La patente del pícaro, que no de la novela, sigue igual, mejorada, ampliada y plena de vida. No entiendo cómo la SGAE no ha tomado aún cartas en el asunto y ha reclamado un canon o participación en estos beneficios que, aquella imagen de los protagonistas de la novela, han convertido en carne plagiada a través del ADN literario.
No crean que las CCAA (compañías aéreas, claro está, que de las Comunidades ya se encarga nuestro siempre invicto ZP con su ahora ES) son las únicas que pueden estar en el punto de mira, no. No, que va. Hace pocas fechas, un “número privado” incordiaba tarde sí, tarde también. Y lo más incordiante, era que una vez descolgado el auricular, nada de nada. Dos o tres veces por día, día par día impar, aquel anónimo insistente no cesaba de incordiar la sobremesa. Harto de aquella sumisión a los poderes fácticos que le acompleja a uno, buscas la solución legal, aquella que en teoría protege al marginado y por ende, crees que también te protegerá ante el pícaro de turno.
Y aparece en escena la ley 32/2003 de 3 de noviembre, con nombre de pila de Ley General de Telecomunicaciones. Su articulo 38, 3-G, quiso el legislador en su día, auspiciado por el asesor de turno, que dijera que el usuario tiene derecho a “impedir, mediante un procedimiento sencillo y gratuito, la presentación de la identificación de la línea origen en las llamadas entrantes y a rechazar las llamadas entrantes en que dicha línea no aparezca identificada”. Vaya juego de palabras. Y uno, inocente uno, imbécil más bien, va y se lo cree.
Llama uno a su compañía telefónica y tras la consiguiente lectura del párrafo en cuestión solicita que se le active el rechazo de las llamadas entrantes en que no aparezca la línea identificada. La amabilidad por sistema, eso hay que decirlo, le acepta la solicitud, antes pero, le explica una señora-señorita teleoperadora que dicho “derecho-servicio” viene acompañado con una tasa de enganche de seis euros más un euro y pico por mes. Uno que no está de acuerdo, insiste y se resiste, y se le confirma lo dicho. De no estar de acuerdo eso sí, te remiten a la oficina del consumidor de tu municipio, para que te expliquen, reclames y des el pataleo. Y te preguntas, ¿porqué tengo que recurrir a una oficina que la pagamos todos, si quien incumple a sabiendas es la empresa? ¿si hubiera cambiado la ley, por qué no te explican en base a cuál te cargan la tasa, el enganche o la mensualidad?
Y el presunto –siempre conviene añadir este presunto, en portugués cerdo-, fraude de ley se las trae. La Cía telefónica de marras, también te cobra cincuenta céntimos de euros por identificar a tu llamante. Y si éste es anónimo ¿ te descuenta o te bonifica en algo?.
Pero las cías aéreas y las telefónicas, los bancos y demás centros y entidades del poder, no son los únicos que hacen y deshacen. A las nueve y media a.m y a las once treinta también a.m recibo una llamada telefónica diaria. El número es el mismo y se efectúa desde una compañía aseguradora. Con la excusa de que quieren explicarme una nueva ley de seguros -a las nueve y media- y la comprobación de los datos obrantes en su compañía – a las once y media- intentan visitarme en mi domicilio. Pretenden un cara a cara y en terreno propio, porque al parecer ya no es que desconfíen de la cía –telefónica, claro está- sino que desconfían incluso del aparato telefónico.... Y no, me resisto a que invadan mi domicilio, y me niego a ello, so pena de tener que soportar dos llamadas diarias. Iluso uno, cree que algún día el cansancio hará que deje de sonar .
De momento, iluso también, crees que la puerta, es la barrera entre la intimidad y el público acceso de tanto intrusismo en las vidas de los demás. Iluso porque te invaden por ruidos, te invaden vía telefónica, te invaden por tu ordenador, te invaden sin la señal de antena.....
Iluso por cuando te allanan tu domicilio y condenan al intruso a treinta euros.... y tú debes satisfacer veinte veces más a tu abogado que ejerció la acusación. Triste, pero cierto.
PUBLICADO EL 21 JULIO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.