Llevo unos cuantos días sin Internet por aquello de un exilio voluntario, y la verdad, que como todas estas adicciones de nuestro siglo, se deja notar. El mono, se suple gracias a que la adicción tampoco era severa, que se sabe momentánea y que el envío semanal vía correo electrónico, será suplida por la impresión –más papel y más tinta-- y más trabajo para quien tenga que “picarlo” de nuevo al ordenador. Y en su vertiente positiva obtendremos el contacto personal en la entrega del escrito de marras.
Si he logrado superar momentáneamente la adicción a Internet, otra cosa distinta hubiera sido superar la de la televisión. O al menos eso creo al no haberme ocurrido. Es cierto que nací sin tener televisión en casa y que mi primer contacto con el aparato de marras, lo tuve en casa de mis abuelos, a dosis de visita, y con unos recuerdos –en cuánto se refiere a la televisión- que ya han sido apartados de la memoria, almacenados en lugar inaccesible, u ocultados por el conocido alemán; pero no por ello se haría más llevadero el trámite.
No obstante, tampoco hay nada imposible, o casi nada. Si bien es cierto de que todos –o al menos quienes hemos sido mimados por nuestro Govern- hemos pasado a la TDT para no quedarnos a “oscuras” -como reza la insistencia de toda la propaganda gubernamental-, también sería posible el permanecer ausente de la televisión, aunque a muchos les costara lo suyo.
Suplir la misma por la radio nos devolvería a aquellos tiempos en que las emisoras eran –y siguen siendo- el fiel acompañante de los trabajadores en talleres, fábricas, y de quienes se dedicaran a “ sus labores domésticas”, las largas noches sin dormir, los enfermos y acompañantes…., toda una legión de empadronados en la lista de oyentes anónimos y sin voto, pero presentes a todo comentario, de toda tertulia, a la que la radio tendrá siempre la primicia y el primer escalafón.
Podríamos incluso superar la ausencia de ambas. ¿Acaso la mayoría de quienes hemos viajado al extranjero, no hemos permanecido durante el tiempo del viaje desconectados de toda noticia social, económica y demás?. Superada la semana o dos, ¿lograríamos ampliar el tiempo de desconexión, lograríamos ampliar el tiempo de oscuridad o nos tendrían que ingresar en una clínica de desintoxicación?
Por supuesto que si nos lo propusiéramos, toda la carga de quienes están en nómina del “Ejecutivo” –como uno de los poderes, claro-, tanto autonómicos como estatal, incidirían en hacernos más difícil todavía la desintoxicación a estos adelantos técnicos. Y no tan sólo por el interés propio de estos gobiernos –que los tienen-, sino muy por seguro por las presiones de todos para quienes los medios audiovisuales de comunicación son una fuente incesante de beneficios y casi la única forma de comunicarse con el potencial consumidor.
Podríamos también añadir en la lista de adicciones al teléfono y principalmente el móvil. Aquí la necesidad ya ha sido creada y presenta una más difícil desintoxicación, máxime cuando al ocio –juegos, mensajes, acceso Internet y demás pijadas adjuntas- que se le unió con el paso del tiempo, persiste la primera causa que es la comunicación y ésta, difícilmente pueda ser suplida si no es por el mismo sistema. Eliminar la adicción a lo superfluo –ocio, 3G y demás pijaditas añadidas- no tendría porqué presentar gravedad alguna en el programa de desintoxicación, aunque el uso del requisito primero, la comunicación entre nosotros será “harina de otro costal”.
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Hora es de hacer repaso de lo andado. La terapia nos exige una mirada atrás y como no, una mirada hacia el futuro. Hasta ahora nos ha parecido posible el suprimir de un plumazo –o simplemente con un “delete”- todo el envío de información desde el sillón de nuestra casa –o el acceso a la información/desinformación existente en la red-, hemos propuesto en la lista de objetivos el suprimir el zapping, y todo el hastío que lo provoca, hemos propuesto, sin proponérnoslo, un mayor contacto con la sociedad, una mejora en la administración del tiempo libre, un mayor contacto con la familia, un mejor entendimiento con los hijos, un mayor….. incluso, contacto con las bibliotecas y los lazos y todo lo demás que siempre ha conllevado. Pero en este bagaje nos hemos visto obligados a dejar costumbres en el camino.
¿Qué será de los asiduos a las teclas del comando edición/copiar, edición/pegar? ¿Y de quienes son asiduos a las páginas de características similares a la del rincón del vago? ¿Y de quienes, anónimamente o bajo seudónimo o nick o como se llamen, insultan en foros y demás sitios de encuentro? ¿Y de quienes necesitan de la alabanza virtual para elevar su ego?
Y habrá más. Cuando llegue el fin de semana ya en periodos de competición, ¿volverán a llenarse los bares para presenciar los partidos de fútbol? ¿Nos devolverán –o al menos retirarán el impuesto- el dinero recaudado en las penalizaciones en la adquisición de CDs y DVDs?
¿Qué será de tanta insistencia por parte de las empresas telefónicas en regalarte tantas y tantas horas, llamadas y demás entre tal periodo, entre tanta permanencia, entre tanto disgustado?
Podríamos seguir llenando la lista primera, podríamos añadir el tema del tabaco, del alcohol, y demás y graves adicciones, pero no. Aún recordamos todo el entramado que se montó tras la entrada en vigor de la ley llamada “anti-tabaco”, podríamos seguir con la mala costumbre de los brindis con alcohol, vía vino o cava, en las recepciones oficiales, podríamos referirnos a las cada vez más toleradas por la sociedad, consumo de las mal llamadas blandas…., y nos enfrentaremos una y otra vez con un muro inespugnable. Podríamos incluso dedicarnos a ir en bicicleta, a usar el transporte público, o simplemente ir a pie, podríamos muchas cosas, pero toparíamos con la excusa ahora de la crisis, mañana y pasado también, y la ayuda del plan “dosmilE”, con acento italiano pero con dinero español…..
De momento, seguiré predicando en el desierto de uno, lleno de arena, con un sol radiante, unas almas inquietas, otras bronceadas, las más, despistadas, y uno, simplemente, aplicando archivo/imprimir/aceptar.
Si he logrado superar momentáneamente la adicción a Internet, otra cosa distinta hubiera sido superar la de la televisión. O al menos eso creo al no haberme ocurrido. Es cierto que nací sin tener televisión en casa y que mi primer contacto con el aparato de marras, lo tuve en casa de mis abuelos, a dosis de visita, y con unos recuerdos –en cuánto se refiere a la televisión- que ya han sido apartados de la memoria, almacenados en lugar inaccesible, u ocultados por el conocido alemán; pero no por ello se haría más llevadero el trámite.
No obstante, tampoco hay nada imposible, o casi nada. Si bien es cierto de que todos –o al menos quienes hemos sido mimados por nuestro Govern- hemos pasado a la TDT para no quedarnos a “oscuras” -como reza la insistencia de toda la propaganda gubernamental-, también sería posible el permanecer ausente de la televisión, aunque a muchos les costara lo suyo.
Suplir la misma por la radio nos devolvería a aquellos tiempos en que las emisoras eran –y siguen siendo- el fiel acompañante de los trabajadores en talleres, fábricas, y de quienes se dedicaran a “ sus labores domésticas”, las largas noches sin dormir, los enfermos y acompañantes…., toda una legión de empadronados en la lista de oyentes anónimos y sin voto, pero presentes a todo comentario, de toda tertulia, a la que la radio tendrá siempre la primicia y el primer escalafón.
Podríamos incluso superar la ausencia de ambas. ¿Acaso la mayoría de quienes hemos viajado al extranjero, no hemos permanecido durante el tiempo del viaje desconectados de toda noticia social, económica y demás?. Superada la semana o dos, ¿lograríamos ampliar el tiempo de desconexión, lograríamos ampliar el tiempo de oscuridad o nos tendrían que ingresar en una clínica de desintoxicación?
Por supuesto que si nos lo propusiéramos, toda la carga de quienes están en nómina del “Ejecutivo” –como uno de los poderes, claro-, tanto autonómicos como estatal, incidirían en hacernos más difícil todavía la desintoxicación a estos adelantos técnicos. Y no tan sólo por el interés propio de estos gobiernos –que los tienen-, sino muy por seguro por las presiones de todos para quienes los medios audiovisuales de comunicación son una fuente incesante de beneficios y casi la única forma de comunicarse con el potencial consumidor.
Podríamos también añadir en la lista de adicciones al teléfono y principalmente el móvil. Aquí la necesidad ya ha sido creada y presenta una más difícil desintoxicación, máxime cuando al ocio –juegos, mensajes, acceso Internet y demás pijadas adjuntas- que se le unió con el paso del tiempo, persiste la primera causa que es la comunicación y ésta, difícilmente pueda ser suplida si no es por el mismo sistema. Eliminar la adicción a lo superfluo –ocio, 3G y demás pijaditas añadidas- no tendría porqué presentar gravedad alguna en el programa de desintoxicación, aunque el uso del requisito primero, la comunicación entre nosotros será “harina de otro costal”.
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Hora es de hacer repaso de lo andado. La terapia nos exige una mirada atrás y como no, una mirada hacia el futuro. Hasta ahora nos ha parecido posible el suprimir de un plumazo –o simplemente con un “delete”- todo el envío de información desde el sillón de nuestra casa –o el acceso a la información/desinformación existente en la red-, hemos propuesto en la lista de objetivos el suprimir el zapping, y todo el hastío que lo provoca, hemos propuesto, sin proponérnoslo, un mayor contacto con la sociedad, una mejora en la administración del tiempo libre, un mayor contacto con la familia, un mejor entendimiento con los hijos, un mayor….. incluso, contacto con las bibliotecas y los lazos y todo lo demás que siempre ha conllevado. Pero en este bagaje nos hemos visto obligados a dejar costumbres en el camino.
¿Qué será de los asiduos a las teclas del comando edición/copiar, edición/pegar? ¿Y de quienes son asiduos a las páginas de características similares a la del rincón del vago? ¿Y de quienes, anónimamente o bajo seudónimo o nick o como se llamen, insultan en foros y demás sitios de encuentro? ¿Y de quienes necesitan de la alabanza virtual para elevar su ego?
Y habrá más. Cuando llegue el fin de semana ya en periodos de competición, ¿volverán a llenarse los bares para presenciar los partidos de fútbol? ¿Nos devolverán –o al menos retirarán el impuesto- el dinero recaudado en las penalizaciones en la adquisición de CDs y DVDs?
¿Qué será de tanta insistencia por parte de las empresas telefónicas en regalarte tantas y tantas horas, llamadas y demás entre tal periodo, entre tanta permanencia, entre tanto disgustado?
Podríamos seguir llenando la lista primera, podríamos añadir el tema del tabaco, del alcohol, y demás y graves adicciones, pero no. Aún recordamos todo el entramado que se montó tras la entrada en vigor de la ley llamada “anti-tabaco”, podríamos seguir con la mala costumbre de los brindis con alcohol, vía vino o cava, en las recepciones oficiales, podríamos referirnos a las cada vez más toleradas por la sociedad, consumo de las mal llamadas blandas…., y nos enfrentaremos una y otra vez con un muro inespugnable. Podríamos incluso dedicarnos a ir en bicicleta, a usar el transporte público, o simplemente ir a pie, podríamos muchas cosas, pero toparíamos con la excusa ahora de la crisis, mañana y pasado también, y la ayuda del plan “dosmilE”, con acento italiano pero con dinero español…..
De momento, seguiré predicando en el desierto de uno, lleno de arena, con un sol radiante, unas almas inquietas, otras bronceadas, las más, despistadas, y uno, simplemente, aplicando archivo/imprimir/aceptar.
PUBLICADO EL 9 JULIO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.