ALEJADA Y DISMINUIDA


Agosto ha llegado y la normalidad estival se apodera de las calles, y más si el tiempo –mal tiempo- nos da una ayudita extra. La normalidad de este recién estrenado agosto difiere mucho de su antecesor julio, y pese a que algunas cifras intenten salvarlo, lo cierto es que los marcadores de a pie de calle marcarán diferencias.

Intentaremos como no, buscar excusas, culpables y poca cosa más. La crisis, y como no, las erradas y nefastas políticas de nuestros dirigentes locales –los nacionales ya están superados-, han provocado que el poco potencial disponible busque otros destinos cercanos. Estos días empiezan a publicarse datos que auguran pérdidas en cuanto al número de turistas que nos visitan y comparados los datos con demás destinos del archipiélago, es clara la diferencia entre una u otra isla. ¡Y eso que tenemos enchufe en cuanto a Turismo!... ¡Y en Trabajo!.

Pero no, de enchufe nada de nada. Y es que Menorca está en otra dimensión. Alejada y disminuida. Alejada desde décadas de la realidad turística y disminuida en cuanto a sus facultades para optar a tomar decisiones por si misma. El proteccionismo se nos ha vendido como eximente de la realidad de Mallorca y de Ibiza, y nos ha condicionado nuestro propio desarrollo. Y mientras que saldábamos los fallos hermanos, les seguíamos el juego a su antojo.

Y es que Menorca ha sido tratada por el resto de las Baleares como un ente menor al que poder dirigir y con ello contrarestar cualquier intento de vender un producto diferente e interesante cara al turismo. Lo ha sido siempre, desde tiempos preautonómicos a los actuales con la cota de poder. Al mismo tiempo, un sector minoritario de nuestra misma geografía, ha utilizado este proteccionismo dirigido, para mantenernos en una segunda posición ante el poder jerárquico de sus formaciones y por ende, favorecer los intereses propios de cada uno.

Y esta quinta columna presente en la sociedad menorquina no tiene ni un posicionamiento político único ni una misma concepción del ideal que pretenden. Esta quinta columna presente en la sociedad menorquina trabajará en diversos sectores de la población, en la política, en la economía…. Y son muchos, pequeños, revueltos y ….

Lo ocurrido, lo habido y por haber en el dique del puerto de Ciutadella, la pérdida de los cruceros del puerto de Mahón, la cultura cerrada en cuanto a las grandes superficies, la imposibilidad de abrir mercado hacia otro tipo de turismo, llámesele éste de golf, rural, náutico o demás; y las desviaciones hacia otro tipo que ni satisface ni deja ni crea recursos al comercio insular, son prueba evidente que el destino de nuestra isla, en cuanto al turismo, está en manos erróneas. Y la ratonera, la doble o la triple. La dependencia a un transporte que no es capaz de alcanzar chantaje alguno en Madrid, las voces acalladas tras el cambio de color político; las excusas con las subidas de tasas

Seguimos funcionando a toque de golpe y retroceso. Apostamos por el sol y playa y somos incapaces de dar unos servicios adecuados. Nos inventamos normas y prohibiciones, nos inventamos tramas y tributos, masificamos y no somos capaces de dar servicios de los llamados colaterales.

En la fotografía, una playa que décadas atrás, cuando el turismo le era aún ajena, triplicaba la superficie real en cuanto a arenal disponible. Ahora, con la excusa de este mismo proteccionismo, el arenal ha sido “protegido” de la invasión humana. Y con ello, la vegetación se ha comido la arena. Y por ende, disminuido el espacio de disfrute humano. Dentro de una década, el espacio seguirá disminuyendo y culparemos de ello al cambio climático. Es lo que vende. Y la presión humana. Y el turismo. Y el negocio.

Y no será el cambio climático, ni el turismo, ni la presión humana quien habrá degradado una playa, un entorno para el esparcimiento, un proyecto de futuro, sino más bien los culpables habrán podido ser unas siglas, un informe dirigido, una oficina creada, o quien sabe cuantas posibilidades existirán en el diccionario político menorquín, para erradicar una playa de la geografía insular.

Al mismo tiempo, mientras esta misma playa se degrada, se impide que el humano acceda con vehículo al no facilitar el aparcamiento. Las embarcaciones son penalizadas con tributos para su atraque, con la excusa del siempre deterioro marítimo. La pesca deportiva también es penalizada salvo compra de bula o autorización administrativa. Y no es el cambio climático, no.

Y es que la precariedad de fondeos, el déficit de aparcamiento, la mínima presencia de oferta complementaria, favorece el negocio de unos, y espanta a la larga al turismo de masas. Pero ¿acaso tenemos o queremos un turismo de calidad? ¿Qué pasos hemos dado o nos han dejado dar, para tener calidad?

Seguimos alejados de una realidad. Y de la realidad.
Alejados y minimizados.


Agosto 2010