CADA COSA POR SU NOMBRE

Debo reconocer –y que no valga de precedente- que estoy de acuerdo con una de las últimas decisiones de la alcaldesa de Madrid.  Dice doña Carmena de que al cliente de prostitutas hay que llamarle “putero” y no cliente. Luego, sigue su lista de nuevos términos y suaviza el vocablo de las susodichas con el término de “mujer en situación de prostitución”. 

A eso, y atendiendo al origen profesional de la primera autoridad, le añadiría el término de siempre recomendable otorgamiento de  “presunto” o “supuesto”.  Pero estos presuntos y supuestas  hace tiempo que están en el candelero.  Hubo incluso un tiempo en que los términos se suavizaron y se actualizaron de tal manera, que incluso las profesionales fueron denominadas como “trabajadoras sexuales”.  Así, con este término, Hacienda podría cobrar el IVA y la SS dar de alta a nuevas cotizantes. Eran tiempos en que aparecieron nuevos términos profesionales, tales como los ingenieros urbanos, ingenieros energéticos y sobre todo, los asesores políticos. Pero el asunto es más serio. Mucho más serio.

Se trata, valga la redundancia, de la trata de personas.  De blancas, como se diría en un principio. En la mayoría de las veces de un contrabando, de un secuestro, de una esclavitud.  ¡Esclavitud en pleno siglo XXI! Y nadie hace nada, por mucho que doña Carmena cambie el término con que referirnos. Cruzan fronteras y pese a tanto cacheo aeroportuario y amenaza yihadista, nadie detecta nada.

Somos capaces de prohibir las corridas de toros y no tardaremos en castigar a quienes se atrevan  aplastar a una cucaracha, y en el caso de estas señoritas en presunta situación de prostitución, no sabemos si afiliarlas a la Seguridad Social para que coticen a efectos de pensiones, IVA y el IRPF, o por el contrario, liberarlas de esta esclavitud.

También  es de suponer que, no todas deben estar esclavizadas.  Y que de las que presuntamente no están esclavizadas, en algunos casos, su sueldo debe superar el salario mínimo, que presuntamente tampoco se debe declarar.  Así puestas las cosas, habrá que liberar a las primeras, y legalizar a las segundas.  Porque liberar a las segundas me parece una tarea un tanto difícil, a no ser que doña Carmena –y sus homólogos- dediquen un presupuesto un tanto abultado para una reubicación profesional y sobre todo, de mutuo acuerdo.


De no producirse este último paso, la guía en cuestión debería de volver a actualizar sus términos. ¿Volverán a sus nombres primitivos o estos quedarán proscritos para siempre?


PUBLICADO EL 29 DE SEPTIEMBRE DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.

RELEGADOS

Relegados, y al mal tiempo añadiría.  Llega el fin de la temporada estival, de los negocios turísticos, de la explotación y masificación de playas y carreteras, y el invento que en su día alimentó el aplazamiento de cierre, sigue funcionando.

Los prolegómenos de los viajes del IMSERSO vuelven a ser portada. Chubasqueros y paraguas se dispondrán de nuevo para invadir calles y mirar mostradores. Es lo único que les dejamos.  Parece que lo nuestro –nuestros mayores- los relegamos a lo que nadie quiere. Frio, viento y agua.  Y además, no lo hacemos por ellos, sino porque la economía aguante un poco más.

Porque los viajes del IMSERSO sirven para eso, para alargar la temporada y así  reducir el coste del desempleo durante unos meses. Y las estadísticas, claro. Y como no, dar negocio a algún mayorista de viajes y a algunos empresarios hoteleros.

Y si con todo ello, se puede además contentar a jubilados y asimilados con algún viaje a bajo precio, mejor que mejor, aunque alguna presión arterial se vea alterada.

Y no tan solo son los jubilados quienes quedan relegados, sino también los menorquines en todos los aspectos. Con la excusa del turismo, de la masificación, de la oferta y la demanda, los precios suben.  Suben, y en contra de toda teoría física, no bajan.  Quienes huimos de los agobios, de las multitudes, también quedamos relegados a disfrutar de lo nuestro durante la temporada baja.  O al menos así lo intentamos.

Lo intentamos, pero que en muchas ocasiones no conseguimos.  Por desistimiento, claro.  Cosas de la economía doméstica, dirán. 

Los obreros, los trabajadores nativos, también se verán relegados.  Uno ya no sabe si es que los menorquines no estamos preparados o sencillamente es que somos unos gandules de tomo y lomo.  Durante toda la temporada se habla de pone límite a la sobreocupación en las carreteras, playas y territorio.  Y uno se pregunta por qué no se limita también la sobreocupación humana.  ¿Por qué si hay un número determinado de puestos de trabajo, no limitan el número de potenciales trabajadores a este mismo número? O limitar el número de visitantes a la cantidad de agua disponible, por ejemplo.

Derechos humanos, Constitución, y demás.  Y tendrán toda la razón.  ¿Acaso no tendrán derecho también a circular con coche y acceder a las playas? Lo paradójico es que vayas a un SPA y cuando te dirijas a un camarero, éste te conteste, que no entiende el español. Y luego se quejará alguno de que exijan un examen para la ciudadanía.

Apaga y vámonos.

PUBLICADO EL 22 DE SEPTIEMBRE DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.

MIRANDO ATRÁS

Justo antes de empezar el escrito, estaba convencido de que me gustaba la historia, a pesar de ser de ciencias.  Lo que ha provocado la duda interna ha sido la mirada atrás.  Y la reflexión. 

Me imagino una carrera y el corredor en cabeza gira la cabeza y se da cuenta que el segundo le pisa los talones.  Ello hace que reaccione y  que acelere al máximo para conseguir llegar el primero.  La mirada atrás, ha provocado una acción-reacción que marcará un antes y un después.  La cuestión no es quién haya subido al pódium, sino qué hubiera ocurrido de no haber girado la cabeza en su justo momento.

La mirada atrás motivó que la maquinaría se pusiera al máximo.  ¿Y por qué, por defecto,  no la ponemos al máximo sin necesidad de algún estímulo añadido?  La frase de que los pueblos que olvidan su historia están obligados a repetirla, viene a ser lo mismo.  Hay que mirar atrás, para avanzar.  Y lo curioso, es que damos por hecho que lo pasado es peor que el presente.  Y no siempre fue así. Y más ahora.

La frase de que la historia la escriben los vencedores, también sería bueno tenerla presente. Y que la reescriben los neo vencedores también.  En fin, que vivimos de historias, más que de la propia historia.  Discernir la verdadera ya entra en un juego peligroso.  Entra en juego el historiador, los intereses, y la formación.  Intereses y formación de la parte activa y como no, de la pasiva.  La nuestra, claro.

¿Y qué ganamos en aplicar el conocimiento de la historia para construir nuestro presente y proyectar el futuro? Sin duda, no caer en los mismos errores. Pero ¿qué errores? ¿Por qué no empezamos por construir voluntades? ¿Tan difícil es construir una mirada limpia y pura? ¿Debemos siempre trabajar con la mirada puesta en quién o cómo se nos clavará el puñal por la espalda?

Llevamos muchos siglos de historia y … o bien hemos suspendido asignatura año tras año, o no nos ha servido de nada su conocimiento. Y aquí sí que la historia nos da la razón, porque los avances más notables han sido mediante el uso y el estudio de la ciencia.  Ni doctrinas ni religiones, sino todo lo contrario.

Aunque eso sí, hemos aprendido a dar por bueno todo lo que está escrito y nos es favorable, y relegar a la papelera de reciclaje el resto, así como creernos las desgracias de nuestros adversarios y desmitificar sus virtudes.  Vamos, que estamos anclados en los pasados, mientras mantenemos el freno al futuro, intentando ya no avanzar, sino  desgastar al vecino. 


Muchas películas hemos visto.

PUBLICADO EL 15 DE SEPTIEMBRE DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA. 

FESTA MAJOR

Avui és es dia gran, pels maonesos, clar.  És es dia de Gràcia, es dia de la Mare de Déu de Gràcia, es diumenge de sa festa, però que més dóna es nom que li donem si al final, sa festa és sa que és, i sobretot, sa que cadascú sent, viu i recorda.  Però no caiguem en provocacions innecessàries, tot, menys nomenar-la Festa Major de Gràcia, perquè açò cau en altres latituds. I si hi ha que ser independents, idó ho som tots.

I de noms, exemples tenim molts.  Sa “pomada” per exemple.  Per ventura la nomenada   “gin amb llimonada” sabrà diferent a sa “pomada”?.  Tot açò hem de circumscriure-ho a sa llarga llista de provocacions, que també, com no, se sumen a la tradició.  Què seria de dos pobles similars sense una sana rivalitat?

Aclarits es termes, posats es punts damunt ses íes, dir que avui m'atreveix amb ajuda des traductor instantani, escriure aquesta columna en menorquí.  Dic menorquí  sabent que el correcte seria dir català, o almenys, en sa modalitat balear d'aquest.  Però un també vol marcar diferències.  El menorquí és nostre. El català és d'uns altres. El lingüístic ho és segons la doctrina del moment, el tema legal és fàcilment canviable, i el propi, idó açò, sentiment.

I es sentiment festiu a cadascú li ataca per un flanc diferent, encara que convergent. Uns amb ressaca, altres abduits pel Pokémon-GO, uns altres sortint després d'en Tomeu i na Guida i els seus convidats.  I els cavalls. No ens oblidem d'aquells cavalls que van passar de ser mers mitjans de transport als protagonistes de ses festes.  Imaginin-se de aquí a un centenar d'anys quan els turismes volin i les motocicletes s'elevin com en Flyboard i que en festes, treguin en s’anada cap a s’ermita de Gràcia, per  s’ofrena floral alguns d'aquests turismes amb rodes i motocicletes amb sidecar. I no parlem si algun intenta fer-los ballar i aixecar-se.  El no va més del futur, anem!

I sens dubte, tot es transformarà amb el pas del temps. Les tradicions, també.  Un fet puntual seguit durant anys, es torna tradició.  Així tenim el “volem vi”, el pregó, els focs d'artifici i més coses que encara ser de moderna institucionalització, estan ja arrelades a sa festa, com si d'elles depenguessin ses mateixes.

I per a aquests nens que actualment segueixen a Miquelet “el salero”, quan ells pintin cabells blancs o pentinin calbes, poc els importarà si és un placebo o un genèric, l'important serà que aquella medicina, curi.  Com ara, com sa d'avui, l'important és la festa. La nostra festa.


Molt bones festes!


PUBLICADO EL 8 DE SEPTIEMBRE DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.


VERSIÓN CASTELLANA

FIESTA MAYOR


Hoy es el día grande, para los mahoneses, claro.  El día de Gràcia, el de la Virgen de Gràcia, el domingo de la fiesta, pero qué más da el nombre que le demos si al final, la fiesta es la que es, y sobre todo, la que cada cual siente, vive y recuerda.  Pero no caigamos en provocaciones innecesarias, todo, menos llamarla Festa Major de Gràcia, porque esto cae en otras latitudes. Y si hay que ser independientes, pues lo somos todos.

Y sobre nombres, ejemplos tenemos muchos.  La “pomada” por ejemplo.  ¿Acaso la denominada “gin con limonada” sabrá distinta a la de la pomada?.  Todo ello debemos circunscribirlo en la lista de provocaciones pueblerinas, que también, cómo no, se suman a la tradición.  ¿Qué sería de dos pueblos similares sin una sana rivalidad?

Aclarados los términos, puestos los puntos sobre las íes, decir que hoy me atrevo con ayuda del traductor instantáneo, escribir esta columna en menorquín.  Digo menorquín a sabiendas que lo correcto sería decir catalán, o al menos, en la modalidad balear de éste.  Pero uno también quiere marcar diferencias.  Lo menorquín es nuestro. Lo catalán es de otros. Lo lingüístico lo es según la doctrina, lo legal es fácilmente cambiable, y lo propio, pues eso, sentimiento.

Y el sentimiento festivo a cada cual le ataca por un flanco distinto, aunque convergente. Unos con resaca, otros abducidos por el Pokémon-GO, otros saliendo tras en Tomeu y na Guida y sus invitados.  Y los caballos. No nos olvidemos de aquellos caballos que pasaron de ser meros medios de transporte a los protagonistas de las fiestas.  Imagínense dentro de un centenar de años cuando los turismos vuelen y las motocicletas se eleven como en Flyboard y que en fiestas, saquen en romería algunos de estos turismos con ruedas y motocicletas con sidecar. Y no hablemos si alguno intenta hacerlos bailar y levantarse.  El no va más del futuro, vamos.

Y sin duda, todo se transformará con el paso del tiempo. Las tradiciones, también.  Un hecho puntual seguido durante años, se vuelve tradición.  Así tenemos el “volem vi”, el pregón, los fuegos de artificio y más cosas que aún ser de moderna institucionalización, están allí, arraigada en la fiesta, como si de ellos dependieran las mismas.

Y para estos niños que actualmente siguen a Miquelet “el salero”, cuando ellos pinten canas o peinen calvas, poco les importará si es un placebo o un genérico, lo importante será que cure.  Como ahora, como la de hoy, lo importante es la fiesta. Nuestra fiesta. 

Felices fiestas.

LA DROGA MATA

Supongo que lo que van a leer a continuación, de políticamente correcto, nada de nada. Poco me importa. No creo que nadie se atreva a negar la evidencia de que la droga mata. Máxime tras el triste acontecimiento de Son Blanc. Además, si hemos asumido la frase en las cajetillas de tabaco y en las campañas de la DGT, lo demás sobra.

La droga mata a uno mismo, y al prójimo.  Como el tabaco, que lo hace tanto al fumador activo como  al pasivo.  Como el borracho a los mandos de un vehículo.  Y alguien me dirá que tanto el tabaco como el alcohol se venden en las tiendas y pagan impuestos.  Y tendrá toda la razón.

Pero hay otra diferencia que pocos pondrán sobre el tapete.  O sea, lo políticamente incorrecto.  Al conductor que conduciendo un vehículo a motor se viera involucrado en un accidente de tráfico y  además su conducción estuviera influenciada por la ingesta de alcohol, su condena se vería agravada por eso mismo, por ir borracho.  Y toda la sociedad estará de acuerdo en que así sea.

Pero cuando un delincuente cometa otro acto delictivo –a excepción de conducir vehículos a motor- bajo la influencia de drogas –incluso borracho-, en vez de agravar la pena, la atenuará.  ¿Acaso el borracho puede discernir si está o no en condiciones de conducir y el ladrón no lo está de conocer lo lícito de lo ilícito?

El drogadicto, me dirán, es un enfermo.  ¿Y el borracho? En este punto seguro que alguien querrá abrir un vial intermedio.  Diferenciará al alcohólico como enfermo, del borracho ocasional.  Y a ese borracho ocasional, lo identificará  como al infractor al que no se le tiene que tener piedad cuando esté a los mandos de un vehículo. 

Y aceptaremos pulpo como animal de compañía, pero sin negar la mayor.  La droga mata.  Sea en manos de un enfermo o de un consumidor ocasional.  

Pero nuestra legislación es muy benévola.  Nuestros padres de la patria, en su día, legalizaron el consumo de la droga, que no el tráfico.  ¿Acaso creyeron, ingenuos ellos, que si el tráfico no estaba permitido, el consumo no existiría?

Y es más, las irrisorias penas que se imponen a los traficantes de drogas, tras las rebajas carcelarias, los acuerdos judiciales y las dilaciones en  la celebración de los juicios, poco ayudan a que este consumo, esta lacra social, se reduzca.  O lo que es lo mismo, que las muertes, tanto activas como pasivas, disminuyan.


Y eso parece fuerte. Muy fuerte. Y desgraciadamente, cierto. Pero claro, sus señorías, tienen otros quehaceres más importantes en qué ocuparse.


PUBLICADO EL 1 SEPTIEMBRE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.