RELEGADOS

Relegados, y al mal tiempo añadiría.  Llega el fin de la temporada estival, de los negocios turísticos, de la explotación y masificación de playas y carreteras, y el invento que en su día alimentó el aplazamiento de cierre, sigue funcionando.

Los prolegómenos de los viajes del IMSERSO vuelven a ser portada. Chubasqueros y paraguas se dispondrán de nuevo para invadir calles y mirar mostradores. Es lo único que les dejamos.  Parece que lo nuestro –nuestros mayores- los relegamos a lo que nadie quiere. Frio, viento y agua.  Y además, no lo hacemos por ellos, sino porque la economía aguante un poco más.

Porque los viajes del IMSERSO sirven para eso, para alargar la temporada y así  reducir el coste del desempleo durante unos meses. Y las estadísticas, claro. Y como no, dar negocio a algún mayorista de viajes y a algunos empresarios hoteleros.

Y si con todo ello, se puede además contentar a jubilados y asimilados con algún viaje a bajo precio, mejor que mejor, aunque alguna presión arterial se vea alterada.

Y no tan solo son los jubilados quienes quedan relegados, sino también los menorquines en todos los aspectos. Con la excusa del turismo, de la masificación, de la oferta y la demanda, los precios suben.  Suben, y en contra de toda teoría física, no bajan.  Quienes huimos de los agobios, de las multitudes, también quedamos relegados a disfrutar de lo nuestro durante la temporada baja.  O al menos así lo intentamos.

Lo intentamos, pero que en muchas ocasiones no conseguimos.  Por desistimiento, claro.  Cosas de la economía doméstica, dirán. 

Los obreros, los trabajadores nativos, también se verán relegados.  Uno ya no sabe si es que los menorquines no estamos preparados o sencillamente es que somos unos gandules de tomo y lomo.  Durante toda la temporada se habla de pone límite a la sobreocupación en las carreteras, playas y territorio.  Y uno se pregunta por qué no se limita también la sobreocupación humana.  ¿Por qué si hay un número determinado de puestos de trabajo, no limitan el número de potenciales trabajadores a este mismo número? O limitar el número de visitantes a la cantidad de agua disponible, por ejemplo.

Derechos humanos, Constitución, y demás.  Y tendrán toda la razón.  ¿Acaso no tendrán derecho también a circular con coche y acceder a las playas? Lo paradójico es que vayas a un SPA y cuando te dirijas a un camarero, éste te conteste, que no entiende el español. Y luego se quejará alguno de que exijan un examen para la ciudadanía.

Apaga y vámonos.

PUBLICADO EL 22 DE SEPTIEMBRE DE 2016, EN EL DIARIO MENORCA.