Las estadísticas no
fallan, hay más de siete millones de cerdos catalanes. Es más, más de la mitad de ellos, viven en la
provincia de Lérida. Y lo peor, el cerdo
catalán es quien pone precio al resto
del país. Al resto de España,
vamos. Que de esto los cerdos no
entienden, de momento.
Y no es invento mío, sino
que está en las estadísticas. Incluso en
los libros de texto, que tanto recortan menos en el precio.
Y sigamos, en Cataluña hay
más cerdos que españoles y extranjeros juntos.
El susto fue mayúsculo. Estos
datos los oí por la radio en un programa matinal. Luego, cuando me percaté de lo que
realmente se referían, me relajé.
Primeramente, había que
puntualizar algunos de los ítems usados en la estadística, no sea que alguien
lo mal interprete y haga bandera del bando contrario. Vamos, más cerdos que
habitantes, incluso contando al millón de extranjeros. Como extranjeros aún sólo cuentan los nacidos fuera
de España. Y como españoles, a todo quisque nacido en la piel de toro. E islas
adyacentes.
Acostumbrado a las
tragicomedias de Iglesias, Sánchez y Puigdemont, por un momento pensé que
el bando constitucionalista se había puesto las pilas y levantaba las
manos al más típico estilo de “basta ya”. Pero no, el periodista y los
contertulios sólo se referían a datos estadísticos contrastados sobre la
población porcina catalana, y por ende, a la del resto de España.
Pequé, lo confieso. Por un
momento, mi subconsciente se alegró de que la mente se liberara y dejara de ser
políticamente correcta. O al menos de
intentarlo. Tras el asombro, mis
cálculos iban dirigidos hacia cuántos
radioyentes se habrían encontrado en mi misma situación. Sólo faltaba que apareciera aquel policía fronterizo
y tirara una New Jersey para completar
el cuadro.
Pero ni lo uno ni lo otro.
Simplemente los chorizos, las paletas y
los jamones eran los protagonistas de aquel espacio radiofónico. Y no todos los chorizos entraban en aquellas
ondas. Ni todos los tantos por cientos,
tampoco, y eso los catalanes, lo saben bien.
Al menos quienes han manejado los hilos en la Generalitat. Sólo salían
de aquellas ondas, los portadores de ellos.
Las cabezas, vamos.
Habrá que esperar a que
otro día, en otro espacio radiofónico –o en el mismo, por qué no-, los
contertulios hablen de otros cerdos, de otros cabecillas, vestidos éstos como
usted y como yo, con corbata o sin ella, y que precisamente no salían en aquellas
estadísticas.
Aunque para ello, mejor que
esperemos sentados. Y cenados.
PUBLICADO EL 3 DE AGOSTO DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.