BROMA DE MENTIRIJILLA

Ya vamos por el capítulo enésimo quinto, por decir algo.  Y es que el tema no se acaba, ni se acabará  pasado el 21D, por seguro.  La última charlotada del proceso constituyente -como dirían los extremistas- ha sido el renuncio con que los miembros de la mesa del parlamento catalán han entonado para librarse de la cárcel.

Si nos fijamos bien, esta charlotada catalana está diferenciada en tres estamentos.  Los “Jordis”, los primeros en entrar en prisión y que pertenecen al estamento más bajo, al populacho;  el gobierno con su presidente, vicepresidente y sus consejeros, quienes  tuvieron la opción de huir o de entrar en prisión; y por último los miembros de la mesa del parlamento catalán que han eludido quedar  en prisión. 

De  menor a mayor,  o al revés. Desde el sofá, batín y anacardos al lado, la sensación es que cuanto más culpa tiene uno, menos te la exigen.  Y no es así. Y no  todo lo contrario.  Cuanto más inteligente y listo es uno, mejor parado  sale.  Negar la independencia fue lo más sensato, inteligente y astuto que se pudiera declarar en sede judicial.  Otra cosa es lo que hicieran, quisieran y dijeran en el hemiciclo.

Lo uno, lo juzga el pueblo.  Lo otro, unos jueces.  Y el pueblo  hoy juzga blanco y mañana negro.  Los jueces, depende.  Carlos Marx decía que la religión era el opio del pueblo.  Y no le faltaba razón.  Hoy en día, seguramente añadiría en su Capital, que también son opio el fútbol, la política, el fanatismo, los nacionalismos…

Hoy, otro Carlos, Puigdemont para más señas, vive en su Nuevo Mundo,  que nada tiene que ver con el de Dvorak.  El suyo, no aglutina sino que divide y separa.  Y peor aún, excluye.  Y es más, en su exilio en Bélgica sólo ha obtenido el respaldo del líder eurófobo y de la extrema derecha del UKIP, Nigel Farage.  Para que luego vayan los secesionistas catalanes llamando fachas a los españoles.  Si los fachas son quienes les apoyan a ellos.

Si fuera catalán y además, secesionista, dudaría con qué versión quedarme.  Si de verdad Forcadell y sus compañeros de mesa apoyaban la independencia, o simplemente era una broma, vamos.  Una  declaración de mentirijilla. Aunque quede la duda  en qué declaración puso la mentirijilla.


Y de Carlos de Bélgica ¿Un cobarde? ¿Un traidor a la causa?  ¿Un botifler, como dirán los catalanes secesionistas?  Pero ellos, los secesionistas, lo tienen claro.  Siguen respaldando a sus  líderes renegados.  Tal vez, porque saben que la mentirijilla, no fue en su parlamento, sino en otra sede. 


PUBLICADO EL 16 DE NOVIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.