Mis limitaciones intelectuales me han dificultado el encontrar un título con que resumir lo acaecido en el último pleno del Parlament catalán. Creo que lo más próximo a que llegué en los prolegómenos fue a un “parto hallowiano”, pero no dejaba de ser un título algo terrorífico, muy alejado de la ironía sana con que intento convivir habitualmente.
La paella se me apareció escuchando las noticias radiofónicas. La CUP decía que no participaría en las elecciones autonómicas de diciembre, y que aquel jueves estarían comiendo una paella. Pues muy bien, y por qué no una fabada, se pregunta uno.
La criatura, por aquello del “parto hallowiano”, nació sin madre. O al menos, la visión de aquella criatura pasada de mano en mano, como si de algo apestoso se tratara, lo hacía expósito. El padre, vigilante con el mando a distancia en mano, permanecía siempre en segundo plano.
Por un momento, no hubo stock de pañales de adultos en las farmacias de Cataluña. Tras el rechazo de Oriol Junqueras de aceptar la presidencia de la Generalitat que le ofrecía Puigdemont, éste tuvo que recurrir de nuevo a su arte de birlibirloque, que tanto le ha acompañado durante su etapa en la Generalitat. Y la suerte, esta vez recayó en la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Una suerte, también hallowiana.
Tonto el último, parecían gritar los diputados autonómicos mientras ejercían su derecho a introducir aquellas papeletas secretas, ahora sí, en una urna transparente. Sólo los podemitas enseñaban su voto negativo posiblemente para despejar cualquier duda judicial. Los demás, amparados en el voto secreto, intentaban burlar su gastroenteritis, con una sonrisa forzada. Y poco más.
Unos cuarenta y poco más, se alegraron por aquí. Unos diecisiete mil –según la Guardia Urbana- por allá. Los demás, ni en el velatorio estaban, ni se les esperaba. Como en el 23-F, en que aquellos tanques dieron el paseíllo y retornaron a sus cuarteles. En esta ocasión, la criatura de aquel embarazo antinatura, nació ya muerta.
Lo positivo de todo lo vivido es que la democracia está viva. Vivita y coleando. Que la Constitución, esta ley tan ambigua y tan moldeable, la hicieron unos políticos muy preparados jurídica e intelectualmente, con sentido de Estado, y que a pesar de los años transcurridos, es capaz de defenderse por sí sola.
Sóla, pero acompañada del sentido de Estado del PP, PSOE, Ciudadanos y otros. Ellos, junto con el Rey, han vuelto a salvar a España de este nuevo golpe de estado.
PUBLICADO EL 2 NOVIEMBRE DE 2017, EN EL DIARIO MENORCA.