Cuando oímos
hablar del término autónomo, y en los tiempos que corren, sin duda pensamos en
estos trabajadores por cuenta propia.
Eso, si no le cambiamos el rango.
Si en vez de trabajador lo elevamos a jefe, entonces la cosa cambia y
tenemos ante nosotros al empresario, al directivo, al administrador…
La diferencia
entre autónomo y empresario tampoco es tan sencilla como ha quedado redactado
en el párrafo anterior. Ambos seguirán
siendo autónomos cuando cobren su jubilación y cuando una casi improbable baja
por enfermedad aterrice sobre ellos. La
diferencia serán los dividendos, sustraendos, cocientes y demás que constarán
en alguna cuenta bancaria, o en algún lugar alejado de vistas.
Y como en la
mili, al autónomo la salud se le supone.
O al menos hasta el momento parece ser así. El autónomo tiene fama de cogerse poco la
baja médica. Poco o nada, dirán ellos. Y a veces no por ganas o por necesidad, sino
simplemente porque si no trabajan no cobran.
Y volvemos a jugar con los términos.
Lo de “cogerse” la baja médica parece una opción del trabajador, y en
cambio es el médico quien te la da. Uno
no la coge, a uno se la dan.
Otra cosa muy
distinta es que sean muchos los que la pidan.
Y añadiría la coletilla de que son
bastantes los que la obtienen, de asalariados, claro. Y como Menorca por suerte es pequeñita, cada
uno de nosotros tenemos bastantes –demasiados- a quien dirigir la mirada en
esto de las bajas. ¿Quién no conoce no a uno, sino a muchos más, que pasan más
tiempo de baja que haciendo ver que trabajan?
Y si las bajas
las dan los médicos, también hay algo que falla. ¿Acaso existe alguna enfermedad que se
manifiesta sólo en horario laboral
mientras que en la esfera privada desaparece?
Y es más ¿acaso hay alguna enfermedad o dolencia que se manifieste en el
ejercicio de la función pública y en cambio no se manifieste en el ejercicio de
la actividad privada?
¿Será por eso que
algunos durante su baja médica se dedican a ejercer de empresarios o
autónomos? Sin duda, alguno de estos
iluminados habrá hecho caso al dicho popular de que “el trabajo es salud”, y
por eso mismo uno se pone a trabajar de
empresario para ganar en salud, en vez de quedarse a calentar el sillón, la
cama o el sofá.
Y hablando de
salud, los hay que ocupan plaza de minusválidos y los ves bailando salsa, kétchup y hasta las patatas bravas, si
se tercia. Y todo gracias a la complicidad de quien, omitiendo
sus deberes de garante de una justicia igualitaria, lo permite.
PUBLICADO EL 8 DE NOVIEMBRE DE 2018, EN EL DIARIO MENORCA.