Si en algo hemos de ser capaces de ponernos de acuerdo los humanos será en lo nefasto que ha sido este año. Y no valdrán medias tintas en los posicionamientos ante el mismo. Un año para el olvido, para borrarlo de la historia y que quede su vacío sin reescribir, no sea que dentro de unos tantos años, aparezcan otros que quieran quitarle hierro al asunto y reescribir el anuario a toque de dictado.
Nefasto en todos los sentidos. No es verdad que en las penurias aparezca el lado bueno del ser humano, no. En la penuria sólo vale el dicho de “quien no corre, vuela”. O aquello de “m...... el último”. Lo estamos viviendo en España desde principios de año. Nuestras libertades y nuestros derechos se han ido anulando a toque de decreto. Nuestros gobernantes se han encargado de dividirnos y convertirnos en auténticos delatores de nuestros vecinos; mientras ellos, luchaban por hacerse con el dominio de nuestros votos, de nuestras voluntades, de nuestra historia.
Nuestros políticos siguen luchando por dividir nuestras fuerzas, porque saben, eso sí, que juntos lo conseguiríamos. Y maltratan a nuestro pensamiento con retóricas de laboratorio y con miedos apocalípticos, cuando la realidad es otra muy distinta.
El edificio del Estado tenía sólidos cimientos y buena estructura, pero se empeñan en derribarlo y construirlo de nuevo. No quieren retocar los tabiques ni una nueva distribución. Quieren sólo derruir lo construido para, eso sí, con nuevo diseño, construir un nuevo edificio acorde a los nuevos tiempos. Nuevos tiempos, nuevo arquitecto, nuevo constructor, quien sabe si con nuevos inquilinos, y por qué no, nuevos estatutos.
Eso es lo que esta pandemia nos ha traído. A algunos nos da la sensación que esta pandemia ha propiciado que algunos gobernantes hayan decidido aplicar la eutanasia al espíritu del 78 y lanzarnos sin frenos hacia un precipicio desconocido. Pero el tiempo se acaba.
Nuestra esperanza está en el 2021. Aunque sea sólo simbólico, difícilmente será peor que el actual. Y el tiempo ayudará también a poner las cosas en su sitio. Y como no, ver las orejas al lobo. Al lobo, al perro del hortelano o a la hiena.
Vistámonos pues despacio, por mucha prisa que tengamos, como diría el estratega al que por seguro alguien imita delante del espejo del Falcon presidencial. Y esperemos que el 2021, al menos no empeore las cosas.
Y que los buenos arquitectos, que los hay, den un paso al frente y arreglen –entre todos- el desaguisado.
Bon Any a tothom.
PUBLICADO EL 31 DE DICIEMBRE DE 2020, EN EL DIARIO MENORCA.