Escribo
la columna en plena jornada electoral.
Las urnas aún esperan los sobres mientras quien esto escribe celebra sus
primeros comicios sin estar de servicio en un colegio electoral. Echas la vista atrás y aunque añoras el plus
salarial por participar en el evento, sobre todo echas de menos aquellas
anécdotas vividas de primera mano o como simple observador, que te hacían más
llevadero aquellas tediosas jornadas.
Te
acuerdas de aquel ritual de los míos y los nuestros. En verdad, era un juego del despiste en que
alguna vez, quien quedó más despistado fue uno mismo. O ambos. O ninguno. Vaya usted a saber. Para el caso traeré a colación dos de ellas,
divertidas en su momento.
El
más antiguo se remonta cuando la jornada electoral se celebraba entre
semana. Fue en unas elecciones locales y
por aquel entonces uno de los colegios electorales estaba situado en los bajos
del ayuntamiento, cuyo espacio servía como sala de exposiciones del Patronato
de Cultura y en la que posteriormente se ubicó las oficinas de la OAC.
A
media tarde, cuando la votación aún estaba en marcha, una señora mayor pasea
por la acera de enfrente y pregunta si ya saben quien ha ganado. La respuesta no se hace esperar: ¡Han
ganado los nuestros, señora! Y
aquella mujer mayor, con cara de satisfacción, responde preguntando: ¿Ha
ganado Borja? Allí, uno ya pisa el
freno de pie y pone el de mano. “Señora,
no se si los nuestros son los suyos, ni si los suyos son los míos. Mejor lo consultamos mañana en Es Diari”. Y pues sí, Borja Carreras renovó la alcaldía.
La
segunda de las anécdotas ocurrió en el colegio electoral de la plaza Ibiza. Un domingo y en horario de sobremesa. Un interventor de un partido político y a la
vez concejal, sale a fumar y se acopla a mi espacio. La incomodidad es mala compañera y uno tiene
que improvisar un diálogo forzado. Y más
con los humos del cigarrillo. “Me han
dicho que han oído por la radio que van ganando los nuestros”, le comento
todo serio. Una sonrisa se dibuja en su
semblante. Y se interesa por la noticia.
Una respuesta evasiva, matando por si acaso al inventado mensajero,
salva el entuerto. Uno se quedó dudando
si era ignorancia o inocencia.
Con
los años, he pensado que tal vez el susodicho también debió verse forzado a un
diálogo forzado. Y pues sí, las ganó ZP.
Al
final, con los años, y a pesar de que siempre suelen ganar los míos, he
aprendido que a veces, los míos no coinciden con los nuestros. Para muestra, dos ejemplos. Y bien claros.
PUBLICADO EL 1 DE JUNIO DE 2023, EN EL DIARIO MENORCA.