¿OBRA INACABADA O MENSAJE SUBLIMINAL?

Nuestros días nos han llevado a cambiar los buenos hábitos de pasear por el campo por un paseo a marchas forzadas, por un campo embaldosado, al lado de otro camino asfaltado y eso sí, rozando con “tanques” coloreadas del típico color verde prado.

En el llevant menorquín tenemos algunos de estos recorridos bien frecuentados. Si el inicio de estas rutas fue la popularmente conocida vía del colesterol, para poco después incorporarse a la lista la carretera de Maó-Es Castell. Ahora, y tras la reciente remodelación de la carretera de Maó-Sant Lluis parece que el tráfico humano se haya derivado a esta última. No en vano, la coexistencia-convivencia del carril bici con la zona destinada para los peatones, hace de ella un lugar ideal para ejercitar de familia.

Y ejercitar de familia es algo que de momento, aún no cuesta dinero. Aunque todo se andará. Y de andar, viene el título de hoy. No de andar, sino andando. Andando por dicha carretera, a mitad de trayecto, uno llega a la altura de un edificio de nueva construcción, un edificio gris –al menos, por fuera- . Es el Centro Penitenciario de Menorca.


Supongo que no lo llamaron de Mahón, por no repetir aquello de las connotaciones turísticas que acarreó el famoso penal de La Mola. Pero también hay soluciones para ello. Ya me imagino celdas para VIPs y con visitas guiadas. Me imagino dentro de diez o doce años, una guía turística conduciendo un grupo de turistas del Imserso,o incluso alemanes, italianos e ingleses, diciendo aquello de “a la derecha la celda en que estuvo recluido el presidente tal..” “ a la izquierda, la celda en que pasó dos noches, el diputado cual..” “saliendo y la primera a la derecha, la del ministro…”. ¡Seria un chollo!. Incluso se podrían diseñar unas camisetas a rayas con números impresos y fotografiarse con ellas, venderse como souvenirs y quien sabe cuanto negocio habría latente.

Pero el tema de hoy sigue estando fuera de la prisión. Fuera, pero en su entorno. Al ladito mismo, como dirán algunos. Cuando el paseante-ciclista llega a la altura de este edificio gris, al lado del camino embaldosado encuentra una barrera, sola, perdida, como si quisiera dar un mensaje sin alcanzar gesticular palabra.

Tiene que se el peatón-ciclista quien ponga de su imaginación e intente averiguar qué significa aquel gesto perdido en medio del campo embaldosado y del verde prado colindante. ¿Será una obra inacabada a falta de presupuesto público o a causa de un cambio de gobierno? ¿Será algún mensaje subliminal que nos advierte que la vida nos va poniendo barreras y que nosotros somos los únicos que elegimos un camino u otro?


Es una barrera sin candado, sin paredes ni obstáculos para evitarla. Un obstáculo con camino paralelo y que puede re-continuar tras la misma. También tras ella el camino no lleva a ninguna parte. Paralela al normal desarrollo que la gente da a la continuidad de la vía. Es también el camino más cercano a la fachada de aquel edificio gris que alberga los fallos de la sociedad moderna.

Da la sensación de un margen de maniobra, de la línea que muchos van bordeando durante su vida. Una línea de fino trazo, de la que es fácil torcerse.

Monumento, despilfarro o falta de presupuesto. Mientras, una línea de árboles empieza a hacerse notar al margen mismo de la acera. Dentro de unos años, cuando los turistas estén en disposición de visitar las celdas VIPs, aquellos árboles infantes habrán formado otro muro que separarán más si cabe, aquel camino embaldosado de aquel edificio gris. Entonces, aquella barrera puede que disponga ya de candado y el enigma quede resuelto.


De momento, sigue siendo un caso sin resolver.


PUBLICADO EL 27 MARZO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.

REBAJAS, STOCKS, OFERTAS…..

Hace ya algunas fechas, cuando la fiebre de las rebajas, los stocks, las ofertas, los saldos y las gangas estaban al orden del día, pequé. Pequé poquito. Lo justo, vamos. Lo justo para poder llamarlo compulsivo aunque porcentualmente perteneciera a las minorías. Como siempre, vamos.

Fue llegar y besar el santo, como vulgarmente suele decirse. Tampoco iba con idea preconcebida ni necesidad aparente. Pero estaban rebajadas. Muy rebajadas. Su precio marcaba cincuenta y tantos euros y las vendían por sólo quince. Y no tan sólo habían rebajado el precio, sino que también habían rebajado el número que uno calza. Era como volver al tiempo en que España era soberana y la peseta servía de pago y cobro.

Y muy por seguro que de perder, no perdieron. También es verdad que de ganar, ganaron menos. Y aquí es cuando mi indignación me posiciona. El mercadeo, la ley de la oferta y la demanda, no es de justicia. El coste de la producción no corresponde con el de la venta. Ni de lejos. Ni añadiendo comisiones, beneficios, intermediarios, combustibles, céntimos sanitarios, transportes y más transportes. El negocio ronda ya la percepción de usura. Y de la forma más despectiva posible.

Y el empleo, hundido. Y se hunde por si mismo. Por mucha mala gestión. Por una gestión demasiado egoísta, cómoda, insolidaria.

Quien esto suscribe no se gasta cincuenta y tantos euros por un par de zapatos. Por el contrario, si el precio rondara los treinta y tantos euros el par, soy capaz de comprarme dos pares. Y dos pares significan dos ventas para el comercio y dos producciones para la manufactura.

Y como yo, muchos más. Ello significaría que varias personas podrán seguir asalariadas sin necesidad de formar cola en el INEM. Y la calidad de vida del cliente, mejor. Y la parte proporcional de empleados, comercios y manufacturas. Y la de los impuestos. Y quien dice zapatos, dice libros, ropa, comida, vivienda, muebles, electrodomésticos y demás.

Hay quien no piensa igual. Da la sensación que algunos prefieren vender caro y poco, que barato y mucho. Da la sensación que el libro de texto les dejó claro aquello de la ley del mínimo esfuerzo y lo de la oferta y la demanda. Y de la usura también.

¿Por qué en vez de regular el trabajo no se regula el negocio? Un negocio sin trabas, sí, pero sin subvenciones y sobre todo sin usuras.

Estado de necesidad, suelen rezar los atenuantes y eximentes. Y en esta estamos, necesitados. E incluso algunos, al revés. Y no es de ahora, no. Y como ejemplo, el de cuando hace un par de años, que subieron los índices de nitratos y a su vez, subió el precio de la botella del agua. De menos de veinte céntimos la de litro y medio se pasó primeramente a veintitantos. De veintitantos al doble. Aunque eso sí, de tanto en tanto, la segunda unidad a mitad de precio. O ambas. Depende del stock, de la demanda, de quien sabe…

Y huelga decir que en parte, es culpa del consumidor. O sea, nuestra. Nuestra, mía, suya y sobre todo la del vecino del cuarto segunda. Y la del quinto. Con sólo no consumir, los precios bajarían. Con sólo retirar los ahorros –si es que aún existen- los intereses subirían. Pero no siempre funciona.

Si no viajamos no abaratarán los vuelos, simplemente volarán a otro lugar. Si no votamos, saldrán igualmente elegidos por sus propios votos. La duda es en cambio otra. Si no consumimos, ¿moriremos de hambruna o abaratarán los precios?

Hace falta competencia y no incompetentes.


PUBLICADO EL 20 MARZO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.

CUESTIÓN DE CONFIANZA

Y eso es lo que dicen que falta. Y con motivo. Pero ¿confianza en qué, en quién, en los mercados, en los bancos, en el Gobierno, en Europa, en nosotros mismos…? O mejor aún, desconfianza. Y mucha.

Y el escenario ha cambiado. Y mucho. Ya no esperamos brotes verdes ni negamos la crisis. Asumimos la realidad - la cada vez más cruda realidad- que no hace mucho aún nos resistíamos a aceptar. Y la realidad es simple y llanamente que estamos mal, muy mal. Que aún podemos estar peor. Y uno sigue con las mismas preguntas de siempre, ¿qué hubiera pasado si hubiera ganado el camarada Alfredo? ¿Habríamos ya salido de la crisis, empezarían a salir brotes verdes en medio del hormigón de la plaza, o estaríamos haciendo agujeros en el cinturón o emigrando al Camerún?

Estamos pagando por lo que no hicimos –no hicieron- antes. Y hay que recuperar el tiempo perdido. A marchas forzadas, vamos. Y ahora se atreven a hablar de huelga. ¿Por qué ahora?, se preguntarán muchos. ¿Por qué no las hicieron años atrás, cuando el Gobierno de turno hacía oídos sordos a las advertencias de Europa y de quienes, por no encontrar no encontraban ni la verde rama del perejil?

Pero los sindicatos tienen que hacerlo. Es cuestión de confianza. De recuperarla, claro. La perdieron hace ya tiempo, cuando cambiaron servicio por poder. Cuando cambiaron la cuota por la subvención. Y así nos fue.

Ahora es el turno de unir esfuerzos y sacrificios. Y vuelven a estar alejados de la realidad. Hay otros frentes abiertos que no cuestionan los sindicatos. Al menos no hacen bandera de ellos. La sanidad y la educación son temas irrenunciables. Deberían serlo. Mucho más que cuestionar días o años de cotización. La sanidad es vida. La educación es vida futura. Escatimar, recortar en ellas, es recortar en vida, en futuro.

Tampoco han levantado bandera contra la corrupción. Baleares, Valencia, Andalucía, España toda, serían suficientes caldos de cultivo para promover tantas huelgas como se les antojara contra el enriquecimiento fraudulento de los bolsillos de políticos, familiares, testaferros y similares. Y la monarquía. Y famosos casos judiciales. Y políticos y más políticos. Y sindicalistas…. Y nadie lo apreció suficiente en su día. Nadie sigue considerándolo suficiente.

Y es cuestión de confianza. No del Gobierno, que ya se le invistió de ella en las urnas, sino de los defensores teóricos de la masa proletaria. Y unos sesenta de estos teóricos defensores cobran un montante total de unos tres millones de euros al año por sentarse en consejos de administración de entidades bancarias. Y algunos más, muchos más, tienen sus hijos estudiando en la enseñanza privada mientras en la calle levantan el grito por la pública.

Y el veintinueve de marzo serán pocos los que paren el tren de la producción. Los de dentro la administración pública están hartos de que se les tome como el conejillo de indias y que además nadie les defienda su honor profesional. Los cinco y tantos de millones de parados tampoco secundarán la misma. No pueden. Los cada día más empobrecidos trabajadores, tampoco dejarán escapar una parte de su aún salario, por indicación de compañeros liberados.

Y en esa estamos. Uniéndonos a Portugal, Italia y Grecia en un futuro común. Como el euro, vamos. Como la inflación del sesenta y tanto por ciento que nos regalaron unas campanadas de fin de año. Con una subida de impuestos a cada toque de telediario.

Y mientras, el camarada Alfredo sigue sin desvelar cual es su receta para crear empleo. En noviembre lo tenía en boca cada vez que oraba. En marzo, ha enmudecido –es un decir-. Mientras, el proletariado, espera. Domado, sabedor de su impotencia. En el Congreso, escaños vacíos sin reducción en nómina.

Nadie se manifiesta por estos abusos. Nadie para el tren para apearse de él. Y luego esperan que perdamos una jornada a dictados de EREs y demás. Lo tienen claro. Muy claro.



Sigan confiando.






PUBLICADO EL 15 MARZO 2012, EN EL DIARIO MENORCA

LA DUDA, ANTÍDOTO VIRTUAL.

Hace de ello algunas semanas, revisando las noticias que vienen apareciendo por Internet en una de esas páginas de servidores de correos electrónicos y demás dominios de telefonía, aparecía una noticia sorprendente, incrédula en cierta manera, aunque visto lo visto, entraba entre las posibles excepciones que confirman la regla.

Y si para mí era incrédula, para otros fue todo lo contrario, a tenor de algunos de los comentarios que se vertían en ella. La noticia, por llamarla de alguna forma, era de que en un pueblo perdido por la sierra, vaya usted a recordar el nombre - seguro que llevaba el de algunas torres, villas y arribas o abajo-, su alcalde, del que sus autores tuvieron la decencia de no alistarlo en partido alguno, había mandado cerrar al tráfico una de las pocas calles del pueblo durante unos días –hasta el cumpleaños de su hijo mayor-, para que un turismo que había comprado para éste no tuviera ningún percance mientras estaba estacionado en la zona habilitada para los autorizados del ayuntamiento.

Y a partir de allí, empezaban los comentarios. Menos guapo, de todo. Incluso había quien identificaba a dicho supuesto alcalde con una u otra formación política y se explayaban a gusto. Contra él y contra su formación. Y la noticia, no era tal.

No era noticia. Era simplemente un gancho. Un gancho publicitario de un nuevo modelo de turismo que hacía su aparición en el mercado. Sin duda, por los comentarios, surtió efecto. Al menos, para quienes lo leímos.
Y en este caso la cosa no fue a mayores porque hubo quien dejó su comentario explicando la no veracidad de la noticia y de la poca ética del gancho publicitario. Pero la pregunta quedó en el aire. ¿Qué ocurre cuando una noticia, una afirmación, un comentario, se cuelga en Internet y no se rectifica?

¿Están preparadas las nuevas generaciones para discernir entre la verdad y la mentira vertidas por Internet? ¿Está nuestra generación también preparada para ello? ¿Cuántas mentiras las hemos hecho verdades con nuestra cadena de transmisión?

¿Debería haber unos límites éticos en el uso de la red? La pregunta es fácil. La respuesta es difícil, dado que algunos países –y algunos gobiernos- la utilizarían como censura. Se impone pues un sello, un mensaje de advertencia –como en las cajetillas de cigarrillos-. Internet no mata, pero puede engañar.

Y el engaño se puede transmitir de unos a otros, como una pandemia sin vacuna que lo controle. Y cruzar fronteras, dañar inteligencias y peor aún, negar voluntades. Una droga virtual que anula pensamientos, a la vez que crea dependencia.
Y el antídoto está en el mismo mecanismo. En la confrontación de ideas, pensamientos y en la búsqueda de razones que hagan posible que aparezca la duda. El antídoto, la vacuna contra esta droga virtual, se llama duda. Duda, que hará posible una necesidad de búsqueda de más razones, más argumentos…. De una búsqueda de la verdad. De una verdad, de una parte de ella, de …



PUBLICADO EL 13 MARZO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.

SALVADOS POR LA CAMPANA

Y no es que apareciera Valentín Tornos tocando bocinas y demás, que va. Lo cierto es que uno, de momento, ha quedado tal como estaba. O peor, aún. Tantos meses en que los juicios mediáticos, paralelos y demás, nos han mantenido informados sobre el caso Urdangarín, y ahora, cuando de verdad podrían informarnos, son contados los que nos cuentan algo creíble.

La experiencia nos dice que deberemos esperar años aún para conocer la verdad. La verdad y toda la verdad, como suele decirse en las películas. Pero cuando se publique, poco importará ya. Y es que, son muchos quienes están tocados. Y no por culpa de terceros, sino por ellos mismos.

Y la fecha ha coincidido con otro famoso caso judicial. Me refiero al juicio a Baltasar Garzón por las presuntas –siempre es recomendable utilizar este calificativo- investigaciones al franquismo. Y este último caso, también se las trae. El populacho parece estar contento de dicha sentencia. Y lo aplaude. Pero el populacho algunas veces no lee, y también algunas veces, ni escucha.

A la postre, la sentencia del Supremo confirma que Baltasar Garzón hizo mal su trabajo. Otra cosa es que diga que no lo hizo a propósito o que fue un fallo administrativo y no penal. Y la gente se alegra. ¿Dónde está el sentido del ridículo? ¿Acaso es bueno que un juez se equivoque tanto?. Otro tanto ocurrió con la sentencia de las conferencias dadas en EEUU, en que la causa prescribió por veintitantos días. Quien sabe qué hubiera sentenciado el tribunal si estos veintitantos días no hubieran existido….. Y todos contentos.

Y Urdangarín está tocado. Y con él, toda la familia real española. Pero no por culpa del yerno, no. Tampoco hay que darle a él tanto protagonismo. La monarquía española está tocada desde sus inicios. También es verdad, que de saber llevarlo, saben. Y mucho. Hemos tardado treinta y tantos años en empezar a posicionarnos en lados opuestos. Y eso sin necesidad de ser republicanos.

Juan Carlistas, monárquicos, republicanos…, hoy día, tanto da. La monarquía actualmente se sustenta por la mala imagen creada por los políticos denominados demócratas españoles. ¿Quién apostaría por una república presidida por Zapatero, Rubalcaba o quien sabe quién? En cambio, la monarquía era un sucedáneo de equilibrio, garantía de una continuidad. Un seguro de por vida, vamos.

En los tiempos que corren pero, no hay seguridad ninguna. Ni en la propia casa de uno, por muy real que sea. Hace tiempo ya, un libro virtual de estos que viajan por Internet con título que se las trae, daba toques de aviso. “Un rey, golpe a golpe” intentaba ser una especie de biografía no autorizada, en que se desvelaban muchos secretos, algunos a voces, y otros totalmente desconocidos por el lector de a pié. Ahora, también de forma virtual aparece otro libro, “Juan Carlos I, el último Borbón” –que también juega con las palabras-, escrito por el Coronel Amadeo Martínez Inglés. Ambos libros dejarán al menos un contrapunto para los historiadores futuros. Al menos, el pensamiento único tendrá una opción donde mirar. Mirar y en que pensar.

Tampoco deberemos ir demasiado lejos, para crearse uno más dudas sobre la monarquía. Sólo con leerse algunas páginas del libro de Pilar Eyre “La soledad de la reina”, quien no se tenga como machista tomará posiciones hacia un estado sin el manto de la monarquía. O al menos, la monarquía que conocemos.

Y es que treinta y tantos años viviendo a cuerpo de rey, son muchos. Demasiados. Toda una vida profesional, vamos. Y eso debe quemar, dirán algunos. Pero no. El oficio de rey, no quema. No quema, si uno no quiere o no juega con fuego. Como los jueces, vamos.

Y jugar con fuego es lo que parece que han estado haciendo muchos durante estos años de benevolencia económica. Presuntamente, claro. Ahora entiendo el porqué nadie piensa en abdicar, aunque sea en la persona de su propio hijo. Los privilegios –presuntos siempre- están en juego. Ahora entiendo porqué muchos juristas no les gustan algunas sentencias dictadas por sus homónimos. Ahora entiendo el porqué del eslogan “Spain is diferent”. ¡Y eso que nos han quitado los toros!. Ahora sólo nos quedan la pandereta, la ensaimada y la pomada.

Presuntamente, claro, porque si un juez no lo dice, nada de nada. O más aún. Según la doctrina Botín, sin un fiscal, tampoco.


PUBLICADO EL 4 MARZO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.