Hace de ello algunas semanas, revisando las noticias que vienen apareciendo por Internet en una de esas páginas de servidores de correos electrónicos y demás dominios de telefonía, aparecía una noticia sorprendente, incrédula en cierta manera, aunque visto lo visto, entraba entre las posibles excepciones que confirman la regla.
Y si para mí era incrédula, para otros fue todo lo contrario, a tenor de algunos de los comentarios que se vertían en ella. La noticia, por llamarla de alguna forma, era de que en un pueblo perdido por la sierra, vaya usted a recordar el nombre - seguro que llevaba el de algunas torres, villas y arribas o abajo-, su alcalde, del que sus autores tuvieron la decencia de no alistarlo en partido alguno, había mandado cerrar al tráfico una de las pocas calles del pueblo durante unos días –hasta el cumpleaños de su hijo mayor-, para que un turismo que había comprado para éste no tuviera ningún percance mientras estaba estacionado en la zona habilitada para los autorizados del ayuntamiento.
Y a partir de allí, empezaban los comentarios. Menos guapo, de todo. Incluso había quien identificaba a dicho supuesto alcalde con una u otra formación política y se explayaban a gusto. Contra él y contra su formación. Y la noticia, no era tal.
No era noticia. Era simplemente un gancho. Un gancho publicitario de un nuevo modelo de turismo que hacía su aparición en el mercado. Sin duda, por los comentarios, surtió efecto. Al menos, para quienes lo leímos.
Y en este caso la cosa no fue a mayores porque hubo quien dejó su comentario explicando la no veracidad de la noticia y de la poca ética del gancho publicitario. Pero la pregunta quedó en el aire. ¿Qué ocurre cuando una noticia, una afirmación, un comentario, se cuelga en Internet y no se rectifica?
¿Están preparadas las nuevas generaciones para discernir entre la verdad y la mentira vertidas por Internet? ¿Está nuestra generación también preparada para ello? ¿Cuántas mentiras las hemos hecho verdades con nuestra cadena de transmisión?
¿Debería haber unos límites éticos en el uso de la red? La pregunta es fácil. La respuesta es difícil, dado que algunos países –y algunos gobiernos- la utilizarían como censura. Se impone pues un sello, un mensaje de advertencia –como en las cajetillas de cigarrillos-. Internet no mata, pero puede engañar.
Y el engaño se puede transmitir de unos a otros, como una pandemia sin vacuna que lo controle. Y cruzar fronteras, dañar inteligencias y peor aún, negar voluntades. Una droga virtual que anula pensamientos, a la vez que crea dependencia.
Y el antídoto está en el mismo mecanismo. En la confrontación de ideas, pensamientos y en la búsqueda de razones que hagan posible que aparezca la duda. El antídoto, la vacuna contra esta droga virtual, se llama duda. Duda, que hará posible una necesidad de búsqueda de más razones, más argumentos…. De una búsqueda de la verdad. De una verdad, de una parte de ella, de …
Y si para mí era incrédula, para otros fue todo lo contrario, a tenor de algunos de los comentarios que se vertían en ella. La noticia, por llamarla de alguna forma, era de que en un pueblo perdido por la sierra, vaya usted a recordar el nombre - seguro que llevaba el de algunas torres, villas y arribas o abajo-, su alcalde, del que sus autores tuvieron la decencia de no alistarlo en partido alguno, había mandado cerrar al tráfico una de las pocas calles del pueblo durante unos días –hasta el cumpleaños de su hijo mayor-, para que un turismo que había comprado para éste no tuviera ningún percance mientras estaba estacionado en la zona habilitada para los autorizados del ayuntamiento.
Y a partir de allí, empezaban los comentarios. Menos guapo, de todo. Incluso había quien identificaba a dicho supuesto alcalde con una u otra formación política y se explayaban a gusto. Contra él y contra su formación. Y la noticia, no era tal.
No era noticia. Era simplemente un gancho. Un gancho publicitario de un nuevo modelo de turismo que hacía su aparición en el mercado. Sin duda, por los comentarios, surtió efecto. Al menos, para quienes lo leímos.
Y en este caso la cosa no fue a mayores porque hubo quien dejó su comentario explicando la no veracidad de la noticia y de la poca ética del gancho publicitario. Pero la pregunta quedó en el aire. ¿Qué ocurre cuando una noticia, una afirmación, un comentario, se cuelga en Internet y no se rectifica?
¿Están preparadas las nuevas generaciones para discernir entre la verdad y la mentira vertidas por Internet? ¿Está nuestra generación también preparada para ello? ¿Cuántas mentiras las hemos hecho verdades con nuestra cadena de transmisión?
¿Debería haber unos límites éticos en el uso de la red? La pregunta es fácil. La respuesta es difícil, dado que algunos países –y algunos gobiernos- la utilizarían como censura. Se impone pues un sello, un mensaje de advertencia –como en las cajetillas de cigarrillos-. Internet no mata, pero puede engañar.
Y el engaño se puede transmitir de unos a otros, como una pandemia sin vacuna que lo controle. Y cruzar fronteras, dañar inteligencias y peor aún, negar voluntades. Una droga virtual que anula pensamientos, a la vez que crea dependencia.
Y el antídoto está en el mismo mecanismo. En la confrontación de ideas, pensamientos y en la búsqueda de razones que hagan posible que aparezca la duda. El antídoto, la vacuna contra esta droga virtual, se llama duda. Duda, que hará posible una necesidad de búsqueda de más razones, más argumentos…. De una búsqueda de la verdad. De una verdad, de una parte de ella, de …
PUBLICADO EL 13 MARZO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.