Y no es que apareciera Valentín Tornos tocando bocinas y demás, que va. Lo cierto es que uno, de momento, ha quedado tal como estaba. O peor, aún. Tantos meses en que los juicios mediáticos, paralelos y demás, nos han mantenido informados sobre el caso Urdangarín, y ahora, cuando de verdad podrían informarnos, son contados los que nos cuentan algo creíble.
La experiencia nos dice que deberemos esperar años aún para conocer la verdad. La verdad y toda la verdad, como suele decirse en las películas. Pero cuando se publique, poco importará ya. Y es que, son muchos quienes están tocados. Y no por culpa de terceros, sino por ellos mismos.
Y la fecha ha coincidido con otro famoso caso judicial. Me refiero al juicio a Baltasar Garzón por las presuntas –siempre es recomendable utilizar este calificativo- investigaciones al franquismo. Y este último caso, también se las trae. El populacho parece estar contento de dicha sentencia. Y lo aplaude. Pero el populacho algunas veces no lee, y también algunas veces, ni escucha.
A la postre, la sentencia del Supremo confirma que Baltasar Garzón hizo mal su trabajo. Otra cosa es que diga que no lo hizo a propósito o que fue un fallo administrativo y no penal. Y la gente se alegra. ¿Dónde está el sentido del ridículo? ¿Acaso es bueno que un juez se equivoque tanto?. Otro tanto ocurrió con la sentencia de las conferencias dadas en EEUU, en que la causa prescribió por veintitantos días. Quien sabe qué hubiera sentenciado el tribunal si estos veintitantos días no hubieran existido….. Y todos contentos.
Y Urdangarín está tocado. Y con él, toda la familia real española. Pero no por culpa del yerno, no. Tampoco hay que darle a él tanto protagonismo. La monarquía española está tocada desde sus inicios. También es verdad, que de saber llevarlo, saben. Y mucho. Hemos tardado treinta y tantos años en empezar a posicionarnos en lados opuestos. Y eso sin necesidad de ser republicanos.
Juan Carlistas, monárquicos, republicanos…, hoy día, tanto da. La monarquía actualmente se sustenta por la mala imagen creada por los políticos denominados demócratas españoles. ¿Quién apostaría por una república presidida por Zapatero, Rubalcaba o quien sabe quién? En cambio, la monarquía era un sucedáneo de equilibrio, garantía de una continuidad. Un seguro de por vida, vamos.
En los tiempos que corren pero, no hay seguridad ninguna. Ni en la propia casa de uno, por muy real que sea. Hace tiempo ya, un libro virtual de estos que viajan por Internet con título que se las trae, daba toques de aviso. “Un rey, golpe a golpe” intentaba ser una especie de biografía no autorizada, en que se desvelaban muchos secretos, algunos a voces, y otros totalmente desconocidos por el lector de a pié. Ahora, también de forma virtual aparece otro libro, “Juan Carlos I, el último Borbón” –que también juega con las palabras-, escrito por el Coronel Amadeo Martínez Inglés. Ambos libros dejarán al menos un contrapunto para los historiadores futuros. Al menos, el pensamiento único tendrá una opción donde mirar. Mirar y en que pensar.
Tampoco deberemos ir demasiado lejos, para crearse uno más dudas sobre la monarquía. Sólo con leerse algunas páginas del libro de Pilar Eyre “La soledad de la reina”, quien no se tenga como machista tomará posiciones hacia un estado sin el manto de la monarquía. O al menos, la monarquía que conocemos.
Y es que treinta y tantos años viviendo a cuerpo de rey, son muchos. Demasiados. Toda una vida profesional, vamos. Y eso debe quemar, dirán algunos. Pero no. El oficio de rey, no quema. No quema, si uno no quiere o no juega con fuego. Como los jueces, vamos.
Y jugar con fuego es lo que parece que han estado haciendo muchos durante estos años de benevolencia económica. Presuntamente, claro. Ahora entiendo el porqué nadie piensa en abdicar, aunque sea en la persona de su propio hijo. Los privilegios –presuntos siempre- están en juego. Ahora entiendo porqué muchos juristas no les gustan algunas sentencias dictadas por sus homónimos. Ahora entiendo el porqué del eslogan “Spain is diferent”. ¡Y eso que nos han quitado los toros!. Ahora sólo nos quedan la pandereta, la ensaimada y la pomada.
Presuntamente, claro, porque si un juez no lo dice, nada de nada. O más aún. Según la doctrina Botín, sin un fiscal, tampoco.
La experiencia nos dice que deberemos esperar años aún para conocer la verdad. La verdad y toda la verdad, como suele decirse en las películas. Pero cuando se publique, poco importará ya. Y es que, son muchos quienes están tocados. Y no por culpa de terceros, sino por ellos mismos.
Y la fecha ha coincidido con otro famoso caso judicial. Me refiero al juicio a Baltasar Garzón por las presuntas –siempre es recomendable utilizar este calificativo- investigaciones al franquismo. Y este último caso, también se las trae. El populacho parece estar contento de dicha sentencia. Y lo aplaude. Pero el populacho algunas veces no lee, y también algunas veces, ni escucha.
A la postre, la sentencia del Supremo confirma que Baltasar Garzón hizo mal su trabajo. Otra cosa es que diga que no lo hizo a propósito o que fue un fallo administrativo y no penal. Y la gente se alegra. ¿Dónde está el sentido del ridículo? ¿Acaso es bueno que un juez se equivoque tanto?. Otro tanto ocurrió con la sentencia de las conferencias dadas en EEUU, en que la causa prescribió por veintitantos días. Quien sabe qué hubiera sentenciado el tribunal si estos veintitantos días no hubieran existido….. Y todos contentos.
Y Urdangarín está tocado. Y con él, toda la familia real española. Pero no por culpa del yerno, no. Tampoco hay que darle a él tanto protagonismo. La monarquía española está tocada desde sus inicios. También es verdad, que de saber llevarlo, saben. Y mucho. Hemos tardado treinta y tantos años en empezar a posicionarnos en lados opuestos. Y eso sin necesidad de ser republicanos.
Juan Carlistas, monárquicos, republicanos…, hoy día, tanto da. La monarquía actualmente se sustenta por la mala imagen creada por los políticos denominados demócratas españoles. ¿Quién apostaría por una república presidida por Zapatero, Rubalcaba o quien sabe quién? En cambio, la monarquía era un sucedáneo de equilibrio, garantía de una continuidad. Un seguro de por vida, vamos.
En los tiempos que corren pero, no hay seguridad ninguna. Ni en la propia casa de uno, por muy real que sea. Hace tiempo ya, un libro virtual de estos que viajan por Internet con título que se las trae, daba toques de aviso. “Un rey, golpe a golpe” intentaba ser una especie de biografía no autorizada, en que se desvelaban muchos secretos, algunos a voces, y otros totalmente desconocidos por el lector de a pié. Ahora, también de forma virtual aparece otro libro, “Juan Carlos I, el último Borbón” –que también juega con las palabras-, escrito por el Coronel Amadeo Martínez Inglés. Ambos libros dejarán al menos un contrapunto para los historiadores futuros. Al menos, el pensamiento único tendrá una opción donde mirar. Mirar y en que pensar.
Tampoco deberemos ir demasiado lejos, para crearse uno más dudas sobre la monarquía. Sólo con leerse algunas páginas del libro de Pilar Eyre “La soledad de la reina”, quien no se tenga como machista tomará posiciones hacia un estado sin el manto de la monarquía. O al menos, la monarquía que conocemos.
Y es que treinta y tantos años viviendo a cuerpo de rey, son muchos. Demasiados. Toda una vida profesional, vamos. Y eso debe quemar, dirán algunos. Pero no. El oficio de rey, no quema. No quema, si uno no quiere o no juega con fuego. Como los jueces, vamos.
Y jugar con fuego es lo que parece que han estado haciendo muchos durante estos años de benevolencia económica. Presuntamente, claro. Ahora entiendo el porqué nadie piensa en abdicar, aunque sea en la persona de su propio hijo. Los privilegios –presuntos siempre- están en juego. Ahora entiendo porqué muchos juristas no les gustan algunas sentencias dictadas por sus homónimos. Ahora entiendo el porqué del eslogan “Spain is diferent”. ¡Y eso que nos han quitado los toros!. Ahora sólo nos quedan la pandereta, la ensaimada y la pomada.
Presuntamente, claro, porque si un juez no lo dice, nada de nada. O más aún. Según la doctrina Botín, sin un fiscal, tampoco.
PUBLICADO EL 4 MARZO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.