NACIDOS CON ESTRELLA O ……

Estrellados, diríamos para terminar la frase. Pero esta vez me he hecho un lío. Por de pronto, decir que el título primario era otro. Mis primeros pensamientos iban hacia un juez estrella…., o estrellado. Por el camino pero, me ha entrado miedo. Si, aunque uno crea que estamos en democracia y que la libertad de expresión es un derecho constitucional, el instinto de supervivencia ha frenado que mis neuronas fueran saltando por los surcos de mi cubierta. El frío también ha sido partícipe de ello. Pero no tanto como algunos querrían.

El frío también ha actuado como refrigerante de los conductos y ello ha permitido que la maquinaria no entrara en parada. En ralentí, eso sí. Y mientras, cada uno decía la suya. Porque en eso de opinar, todos sabemos. O al menos, creemos. Y eso es de agradecer. Al menos, aunque nos manden a callar, tendremos argumentos para no quedarnos ni sumisos ni en posición de vasallaje. Y eso, hoy en día ya es mucho. Y me ahorro más comentarios, porque sigo teniendo miedo.

Y es que no hay día que me pregunte cómo debía vivirse en la época de la posguerra, cuando las envidias personales debían delatar y acusar falsamente a muchos convecinos. Y sigo teniendo miedo.

Pero la sentencia me alegró. Al menos por la unanimidad. Al menos, por la frase de que la ley es igual para todos, aunque tampoco sea ello cierto. Y no lo es, porque si Garzón hubiera sido diputado, senador o similar, otro gallo hubiera cantado. Tal vez, uno afónico o degollado. Quien sabe. Y es que los padres de la patria, son algo más iguales que nosotros. Pero tampoco es el caso.

Me refería a la sentencia. Once años de inhabilitación pueden ser muchos, sí. Al menos un final de carrera. Del otro caso – de uno, vamos- , veintitantos días marcan la diferencia de la cal a la arena, y la prescripción de los siempre presuntos hechos. Sobre todo, presuntos. Siempre nos quedará la duda de qué se hubiera escrito en la historia particular de alguno si aquellos veintitantos días no hubieran existido. Y eso que la historia la escriben de muchas maneras…., como la verdad. La jurídica, la real de uno, del otro, la presumible, la presunta….

“La presunta verdad de los hechos” buen título para otro escrito. Y es que no me gustan las otras verdades. Ni quienes se creen estar en posesión de ella. Y de estos, presuntamente también hay muchos. Pero el ambiente está movido. Demasiado. Y sin argumentos. Sin verdades que defender.

Al poco de conocerse la sentencia, la de las escuchas a los abogados y sus clientes, hubo quien se lanzó a la calle a criticar ya no la sentencia, sino a los jueces que la acordaron por unanimidad. ¿Dónde están los defensores de la independencia judicial? ¿Acaso sólo respetamos las sentencias que concuerdan con nuestro pensamiento?

Por suerte, el pensamiento único no existe. No ha existido nunca, presuntamente, claro. Ni tampoco las reacciones en la calle son las mismas, como la ley, vamos. ¿Qué hubiera ocurrido si un funcionario policial con demasiado celo profesional – o más bien carente del mismo- entra en el domicilio del quinto segunda pensando encontrar un alijo de droga, y sin permiso judicial ni toque de timbre, tira la puerta con la patada “made in Corcuera” y se encuentra con dos ancianos tomando el te de las cinco? ¿O si mantiene detenido sin lectura de derechos a un sospechoso de ser sospechoso de algo y no diligencia los mismos?. ¿Habría actuado la sociedad de otra forma? ¿Habrían criticado la actuación de los jueces si los hubieran procesado y condenado?

Posiblemente no. Primero, porque son funcionarios. Segundo, porque la ley así lo indica. Tercero, porque..... Y Garzón también es funcionario. Pero el problema no es ni Garzón ni otro. El problema es saber si existe o no la independencia judicial. Y qué entendemos por independencia judicial. Y si la misma se refiere al estamento o a cada uno de ellos. Y si los hay mejores o peores que los otros. Pero esto es otro cantar. Hay mucho que renovar, muchos chips que cambiar.

De momento, una presunta estrella se ha apagado. Mediática, claro. Ahora no subamos a los altares a quien nunca debió despegar los pies del suelo. Las páginas mediáticas, son eso mismo, páginas y negocio. La justicia es –debería ser- cosa muy distinta, como servicio público que es, y como servidores públicos que son sus profesionales. Los personalismos no son buenos, y en el tema judicial, menos aún. Su independencia y su credibilidad, la fe en ella, están en juego.

Luego, alguien cuestionará sobre si los fallos son aciertos, o los aciertos tienen que ser llamados fallos.

PUBLICADO EL 20 FEBRERO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.